V. 12/2

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El frío se había dispersado y ahora los días eran más imprecisos.

A veces el sol reafirmaba su posición con su infatigable himno, proveyendo con su luz a toda una ciudad en queja consumida por su prolongado absentismo. Otras veces, se escondía durante días proporcionando un mosaico grisáceo con su cielo descolorido y su aliento frígido.

Coincidió que una sonrisa vistió su cara a primera hora de la mañana junto con la primera brisa cálida de la temporada, las calles iluminadas, las golondrinas pregonando la libertad. 


Sería un buen día porque después de mucho tiempo iba a tener una cita. 

No era una persona matutina, lo tenía comprobado, tampoco había dormido demasiado bien, pues los nervios apresaron hasta la madrugada replanteándose toda posibilidad. Los consejos que sus amigos le dieron infinidad de veces, parecieron, no obstante, anestesiar por fin su preocupación con su eco interminable y cada vez más lejano.

Tenía un miedo fuera de lo común, jamás había experimentado una sensación igual.


Desde que cayó en pedazos sobre sus rodillas y el amor disparó la última bala, parecía haber estado ocupando un cuerpo que no merecía, viviendo con una languidez constante y, reafirmando el dicho <<la vida es un acto de renuncia>> en su propia piel.

Quiso en decenas de ocasiones dar el paso, desprenderse de todo, pero no podía, como en un laberinto imposible, siempre volvía a sentir su alma acorralada. Para una persona como la que era, que sentía devoción absoluta por la pasión, que identificaba al amor como el motor que da fuerza, coraje y vida; le resultaba imposible.

Pero ese día guardaba otras expectativas.
Había despertado pronto de forma natural y había conseguido levantarse de la cama (con más asombro del que cualquiera podría concebir) al poco para desayunar, asearse y vestirse con sus galas más preciadas.

Hacía un calor atípico. Después del mediodía cogió el autobús y bajó a la capital al encuentro de su nueva oportunidad. Habían estado hablando días antes mediante las redes, eso le era fácil, pero cuando se establecía un mínimo de compromiso, una expectativa o deseo: huía como un cervatillo malherido e incluso temblaba sintiendo su piel envuelta en sudores fríos. En aquél momento se percató de que ya no había marcha atrás, no había forma de zafarse, así que tenía que enfrentar directamente toda una perspectiva de demonios, trampas y recuerdos que le proporcionaba en línea recta su mente.

No sabía sí estaría a la altura, pero quería intentarlo, por fin sabía que no pasaba nada, que todo estaría bien de alguna forma. Se dio el privilegio de creer en ello y no hundirse.

Tuvo que esperar alrededor de cinco minutos en los que el tiempo parecía elástico e infinito.

Se sorprendió al observar su belleza cuando al fin apareció, fue lo primero que le procuró un desvelo. Una caminata hasta el centro acompañada a paso ligero por temas triviales, nada que ver con lo que habían hablado anteriormente por esas dichosas redes. Aunque quizá ya no había mucho más de lo que hablar. Quería insistir. Le gustaba indagar y conocer en profundidad a las personas y, aunque se sentía cómodo escudriñando su interior, fue en la sala apartada de aquél bar, cuando identificó que aún no había superado a su ex-pareja. 

Dentro de ese remolino obtuso, se prendió fuego con la fricción que el pedernal en sus labios encontró en ambas voluntades apagadas. Pertenecían a una historia pasada, a unos ojos lejanos y su mirada ya despreocupada, a unas manos que les habían clavado aquella puñalada que sangraba en la antesala y oscurecía el momento, que sus besos pobremente iluminaban.


Y con ello se conformaron.


DESVIVIENDOWhere stories live. Discover now