I. 1/1

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Una ciudad que no piensa y a su vez absorbe, ojos que no quieren ver cruzándose por sus enmarañadas calles, luces tenues en callejones donde borrachos imploran misericordia, pero son felices, a su manera.

Se lleva a la boca el caramelo que había estado desenvolviendo lentamente. Es un rojo perfecto. Intenso. Mágico. Y baila en sus labios un tango bajo el perfecto foco de la tentación.

Transporta a otros lugares, a unos recuerdos no vividos, a un atisbo de futuro. Sabe que unos ojos ambiciosos que han visto tiempos mejores se han posado en su hacer, en su caminar, en su mirar.

Lo sabe. Se gusta, pero jamás lo reconocería.
Es demasiado precipitado. ¿Qué podría decir?
Tal vez algo ingenioso, tal vez esbozar sinceridad y retratarse cual adepto al vaivén de su pelo al viento, de su caminar.

Son argumentos idílicos, tal vez demasiado, para una sociedad con fusil cargado en constante alerta, en constante amenaza de disparo.

Decide renunciar. ¿Para qué?
Demasiado prejucidio, demasiado rechazo acumulado.
Su mente, sesgada por el favor de un movimiento en progresión decide que nadie decida cómo debería moverse, ni qué debería pensar.

Tal vez la próxima vez lo replantee y sus movimientos sean más acertados. Tal vez, es lo que siempre se dice y comprende, que tal vez sea un argumento necio que manche su esencia, esa que duda si aún conserva.

Vuelve a ponerse música y echa a andar, intentando olvidar el colofón de otra oportunidad ¿perdida?

DESVIVIENDOWhere stories live. Discover now