II

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No me he atrevido a mirar hacia abajo. De alguna manera la naturaleza me dice que estás ahí y no puedo.

¿Por qué? ¿Por qué evitarte si ni siquiera te conozco?

No he escuchado tu voz, solo el sonido que emiten las cuerdas con tus dedos. ¿Cómo será?

Aparté mis pensamientos y me enfoqué en la lectura. El cielo estaba coloreado de un tono azul, las nubes se encontraban ausentes y el sol brillaba desde lo más alto, más arriba de nosotros; no te había escuchado salir desde ayer, así que supuse que era un buen momento para leer.

Ruido de una silla al ser arrastrada.
Parpadeé.

El sonido de las herramientas al ser usadas.
Fruncí el ceño.

Algo cayó.
Cerré el libro.

¿Es que así serían todos los días? ¿Qué rayos estabas haciendo abajo y por qué me costaba tanto mirar?

Mi balcón era tranquilidad hasta que interrumpiste con tu presencia.

Te odié.
Ese fue el segundo día que no leí.

Bien, no te odié del todo. Esa es una palabra muy fuerte.

Te detesté, extraño.

Aquel díaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora