Capítulo 6

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Tarde unos segundos de más en darme cuenta de lo que Jaden quería decir con aquello. ¿Huevos, leche y harina? ¡Jo-der! Le di un violento empujón cuando mi cerebro se dignó a trabajar y despertar del coma somnoliento en que se encontraba. Foster, por su parte, rió mientras rodaba hacia un lateral, liberándome.

—¿Debo tomarme eso como un “no”? —Inquirió con diversión, sentándose en el suelo con la espalda apoyada en la pared.

—Púdrete —le espeté, levantándome con toda la dignidad que una persona en pijama, despeinada y medio dormida podía permitirse.

Caminé hacia el baño, con la cabeza bien alta y procurándome no fijarme en el chico moreno de ojos azules que seguía sentado en el suelo. Pero justo antes de que la puerta se cerrase, pude escuchar claramente como me dijo algo parecido a “sólo si tú te pudres conmigo, Hale”. Bufé tratando de sacarle de mi mente y observando aquel baño en el que ya me había duchado una vez, hacía una semana. Justo después del lamentable episodio de harina, huevos y leche… Y justo el día siguiente de la noche en la que me acosté con Jaden. ¡Y la noche que no puedo recordar!

Tome una ducha rápida que para nada consiguió relajarme, pero si despertarme para acelerar mi paso de ir a ver a Gabriella e interrogarla sobre lo que pasó aquella noche. En cuanto la dijese que estaba viviendo con la familia Foster… Se iba a quedar noqueada. Como no me había acordado de meter la ropa para cambiarme, salí del baño con el pelo empapado y una toalla atada alrededor de mi cuerpo. Caminé lo más rápido que pude hacia mi cuarto, deseando no encontrarme con nadie. Afortunadamente el pasillo estaba desierto y superé la prueba con éxito. ¡Fantástico!

No tenía tiempo que perder. Me puse unos pantalones vaqueros cortos y un top azul, envié un mensaje a Gabrielle avisándola de que en breves salía para su casa y que tenía muchas cosas que contarla, y bajé casi volando hacia el piso de abajo.

—¿A qué vienen esas prisas? —Preguntó mi padre cuando aparecí en la cocina jadeando, llevándose una taza de café a los labios—. Es sábado, relájate Erin.

Estaba sentado en una mesa de madera al lado de Kyna. Por otro lado, Jaden, bebiendo un zumo apoyado en la nevera, me miraba sonriendo con la cabeza agachada, como si quisiera esconder que todo el rato se estaba burlando de mí.

—He quedado con Gabriella —expliqué, sentándome en la mesa junto a ellos y agarrando una tostada—. Tenemos muchas cosas de las que... hablar.

Cuando dije aquello miré hacia Jaden directamente, como dándole a entender sobre qué íbamos a conversar Gab y yo. Él alzo las cejas, claramente entendiéndome, y posó su vaso de zumo naranja en la encimera.

—Oh, claro, sus vacaciones con su familia —asumió mi padre, equivocadamente—. ¿Necesitas que te acerque?

Negué con la cabeza, pues tenía la boca llena de un gran mordisco de tostada. Estaba comiendo más rápido de lo necesario, y casi me atraganto. Dándose cuenta, Jaden se alejó de la encimera y me trajo un vaso de agua. Apreté los labios con disgusto antes de aceptar su oferta. Se trataba de mi orgullo o mi vida., y no quería morir atragantada con pan.

—¿Estás segura, Erin? —Insistió Kyna, frunciendo el ceño. Vaya, era tan testaruda como su hijo—. Jaden podría llevarte.

Abrí la boca para protestar, alarmada. No. Jaden no me podía llevar. Él no. Preferiría ir montada en un tigre hasta casa de Gabrielle que ir con Jaden. Pero el susodicho se me adelantó, contestando por mí.

—No hay problema, no tengo nada más que hacer hoy —dijo, posando una mano sobre mi hombro con fuerza.

—No tienes por qué, Jaden, pero gracias —dije a la desesperada, intentando que mi voz sonase calmada—. Iré andando.

No te enamores de tu hermanastro  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora