Capítulo 4: Sueño de otro mundo

39 2 0
                                    

4. Sueño de otro mundo

Emma se tumbó agotada en la cama. Resultaba tan cansado enseñar a Luna... No recordaba que a ella le hubiese resultado difícil aprender cosas tan básicas como abrir o cerrar un círculo o recitar sin equivocarse las palabras de un ritual. Claro que ella se había pasado toda su niñez contemplando como su madre realizaba aquellos rituales. Para ella aquellos gestos y palabras habían resultado tan familiares como el acto de respirar. Para Luna era totalmente nuevo y ajeno a su modo de vida habitual. No tenía nada que ver con las prisas de la gran ciudad, con tareas y objetivos diarios. La magia debía ser como un paseo por el campo: disfrutar, reflexionar, empaparse de cada detalle… Y Luna nunca había hecho nada así pero mostraba un entusiasmo y unas ganas de aprender que no había encontrado antes en nadie. Lo único que necesitaba era tiempo.

Se tapó con la sabana e intentó relajarse. Los ataques a su mente parecían más débiles en la última semana. Era posible que sus hechizos de protección estuviesen dando resultado o que la persona que intentaba entrar estuviese por fin dándose por vencida. Musitó una plegaria de agradecimiento a la Diosa y, en pocos segundos, sintió como el sueño la iba venciendo.

Le pareció que caminaba por un túnel de luz blanca. Muy al fondo, una dulce voz femenina la llamaba. Intentó identificarla, preguntándose quién era la mujer que quería aparecérsele en el sueño, pero nunca antes había escuchado aquella voz. Al fondo del túnel de luz se vislumbraba la imagen de un bosque en una mañana de primavera.

Dejó atrás el túnel y empezó a caminar por un sendero del bosque. Daba la impresión de que, a pesar del radiante sol que se colaba entre las copas de los árboles, acababa de llover. El suelo estaba húmedo y las hojas brillaban, reflejando la luz. La brisa traía el olor a tierra mojada, a madreselvas en flor y, como una nota de fondo, el aire salado de un mar no muy lejano. Emma caminó despacio, dejándose seducir por un paisaje tan vivo que parecía respirar, estar cargado de una fuerza que no había percibido nunca. Se detuvo bajo un enorme roble y acarició su corteza. Podía notar la vida corriendo dentro del tronco, casi parecía que el árbol quisiera comunicarse con ella, hacerle saber que estaba contento con su visita. Se dio cuenta de que lo que cargaba el paisaje con tanta fuerza como una corriente eléctrica invisible era magia. Lo inundaba todo, hacía crecer la vida a su alrededor, la llenaba de alegría y poder. Se sentía capaz de hacer cualquier cosa.

La voz volvió a llamarla. Emma siguió el sonido hasta llegar a un claro. La luz que se filtraba entre las ramas parecía confluir en el centro, haciendo brillar una figura. Era una mujer, una joven rubia vestida de blanco. La luz que la iluminaba difuminaba sus facciones. Emma se quedó parada en el límite del claro, observando extasiada como la brisa le alborotaba el pelo dorado y hacía bailar sus etéreos ropajes, preguntándose qué clase de aparición era aquella y qué querría decirle.

    — Bienvenida a Eilean, Emma— saludó la mujer.

    — ¿Eilean?— preguntó Emma—. ¿Es ahí donde estamos?

    — Eilean es mi mundo. Esto es sólo una representación en tus sueños— la voz de la mujer se hizo más triste—. Hace años tenía la magia y la belleza que te estoy mostrando.

    — ¿Y ya no es así?— Emma se aproximó un poco más a la figura, aunque la luz que desprendía le dañaba los ojos.

    — No, ahora se está muriendo— Emma creyó percibir un sollozo en la voz de la joven—. Por eso he venido a buscarte, para que nos ayudes a salvarlo.

    — ¿Yo? ¿Cómo podría ayudarte?— una parte de su mente pareció lanzar una señal de advertencia. A pesar de saber que estaba en un sueño, le daba la impresión de que todo aquello era muy real y que debía saber más cosas de esa mujer antes de comprometerse a ayudarla—. ¿Quién eres? ¿Y por qué crees que yo podría salvaros?

Viajes a Eilean: IniciaciónWhere stories live. Discover now