Capítulo 1: El viaje

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1. El viaje

Las siluetas de sus padres fueron haciéndose más pequeñas y borrosas, hasta convertirse en manchas de color difuminadas contra la estación de Atocha. Luna se recostó en el respaldo del asiento y cerró los ojos, intentando que no se escapasen las lágrimas que había logrado contener durante la larguísima despedida. Era una tontería llorar. Les vería cuando acabase el verano, dentro de tres meses. Seguramente se le pasarían volando pero nunca había estado lejos de ellos tanto tiempo. La imagen de su madre con la mano apoyada contra la ventanilla, intentando un último contacto mientras el tren arrancaba, llenó su mente. Parecía realmente preocupada, casi desconsolada, y la mano de su padre agarrándola por el hombro le había dado la impresión de ser más un intento de contenerla para que no corriese a sacarla del tren que un gesto de apoyo. Durante unos segundos se había sentido impulsada a bajarse y correr a su lado para tranquilizarla. Pero no había sido sólo eso. Por un momento le había parecido que sus padres sabían algo que ella desconocía y que hacer aquel viaje era una mala idea.

Abrió los ojos y se fijó en el paisaje que corría veloz al otro lado de la ventanilla. Respiró profundamente y una ancha sonrisa iluminó su rostro. No había nada por lo que preocuparse, todo iba a ser perfecto. Por fin iba a salir de Madrid, a conocer nuevos lugares, a encontrarse con su tía después de tantos años de desearlo... Atrás quedaba el año de colegio, las peleas con su madre, el humo gris del cielo de Madrid, la gente enfadada y apresurada de sus calles... Aquello era casi como irse a conocer un mundo nuevo y, a pesar de que los nervios la comían por dentro, no recordaba la última vez que se había sentido tan ilusionada.

El recuerdo de la cara preocupada de su madre le hizo sentir culpable por un segundo pero enseguida apartó aquella idea de su cabeza. No iba a pasarle nada. Sus padres no la habrían dejado partir a ningún lugar que supusiese un peligro para ella. No se iba a integrar en ninguna secta, ni viajaba como voluntaria a algún territorio en guerra. Sólo iba a pasar el verano en un pueblecito de Navarra con su tía Emma. Seguramente estaban preocupados porque ella no la controlase tanto como ellos y acabase llegando borracha a las tantas de la mañana, después de haberse enamorado perdidamente de algún chico del pueblo con el que intentaría fugarse al llegar Septiembre para no tener que separarse. Sonrió ante aquel pensamiento y notó que los nervios aflojaban un poco la tensión que ejercían sobre su estómago.

Mientras el tren dejaba atrás las últimas ciudades de Madrid, se puso cómoda en el asiento y sacó el MP3, buscando una emisora al azar que la distrajera. Eran casi cuatro horas de viaje y ya había visto la película que estaban poniendo. Paseó la mirada por el vagón observando a los pocos viajeros que habían salido de Madrid a aquella hora. Una pareja de enamorados sentados varias filas más adelante, que miraban la película agarrados de la mano. Una mujer con tres niños pequeños que luchaban por cambiarse continuamente de asiento. Un hombre de pelo blanco leyendo un libro. Una joven ejecutiva que tecleaba algo en un portátil...

Se distrajo un rato observándolos, intentando imaginar qué clase de vida llevaban, por qué hacían aquel viaje, qué estarían pensando... Seguramente eran pasajeros como ella que se dirigían a pasar unos días de vacaciones en el norte pero era divertido imaginar otras historias: la ejecutiva estaba aprovechando aquel viaje para ir a encontrarse con un nuevo amor que había conocido por Internet y al que estaba escribiendo un e-mail diciéndole lo nerviosa que estaba. El hombre mayor volvía al pueblo en el que nació para encontrarse con sus amigos de juventud. La joven pareja se había escapado de casa porque el padre de ella no les dejaba verse y querían meterse de polizones en algún barco que les llevase a un puerto lejano y desconocido donde empezar de nuevo... Y la mujer con los tres niños... Era la más complicada. Viendo su cara de agobio pensó que quizá pretendía meter a los niños en el mismo barco en el que se fugarían los enamorados para perderlos de vista para siempre. Le pareció que la mujer se había dado cuenta de que la observaba, así que contuvo la sonrisa y volvió la vista al paisaje.

Viajes a Eilean: IniciaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora