11. Sueños proféticos

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Miércoles 27 de agosto del 2014

Lia escuchó que alguien tocaba la puerta. Los ojos le pesaban y aún sentía el brazo de Toy sobre su cintura. Miró a las cortinas, el sol aún no se ponía completamente, por lo que se preguntó quién sería. Apartó el brazo de su novio con cuidado, y caminó en puntillas. Al abrir la puerta se fijó en la castaña que estaba en frente de ella.

―Melissa, ¿qué haces aquí?

Melissa le miró de pies a cabeza.

―Lo sospechaba. ―Se cruzó de brazos―. Debes vestirte ahorita, como en treinta minutos bajaremos al entrenamiento con Corin.

Lia lo había olvidado por completo. Una vez que te adaptas a algo, es difícil volver a adaptarte para sobrevivir, literalmente. Y tampoco tenía muchas ganas de bajar teniendo a Toy tendido en su cama.

Melissa frunció el ceño.

―¿Por qué hueles a perfume de hombre?

«Mierda», pensó. Carraspeó, intentando que su excusa llegue a parecer sincera.

―No estoy sola ―susurró, con un toque de picardía.

Melissa abrió los ojos como platos.

―¿Qué? ―exclamó en voz baja.

―Sí… ―Lia se rascó la nuca―. Ahm, conocí a un chico en un bar. ―Sonrió de la forma más inocente que pudo. Que inteligente.

―Vale, ¿y cómo se llama?

―To… ―Siempre metiendo la pata―. To… Troy ―terminó por decir. Debía ganarse un premio por la mejor mentirosa del año.

―¿Troy? ―Melissa alzó una ceja.

―Vale, no se llama así, pero no es nada grave… Solo dormimos.

Su amiga entrecerró los ojos.

―Por cuestión de tiempo, debemos dejar esto así, pero después del desayuno hablaremos.

Lia hizo una mueca de reproche. ¿Qué se creía? ¿Su mamá?

―Ahora ve a cambiarte en este instante, y saca a ese muchacho de la casa.

Lia rodó los ojos y luego cerró la puerta. Cuando se dio la vuelta, y se acercó a su novio, lo vio aún tendido sobre las sábanas, completamente dormido. Le acarició la espalda. Tenía poca musculatura, pero seguía siendo perfecta. Su cuerpo subía y bajaba con total tranquilidad; su cabello yacía despeinado sobre sus sienes y frente, dándole un toque fresco. Pero eso la distraía, así que debía parar.

Se sentó en la cama, y le cogió la mano. Estaba caliente, aunque el aire acondicionado estuvo prendido durante toda la noche. Sonrió. Era lindo. Se inclinó y le dio un beso en el cachete, y eso causó que Toy comenzara a pestañear. Cuando tuvo los ojos entrecerrados, sonrió como tonto.

―Es lindo despertar así ―admitió él―, pero aún tengo sueño. ―Y volvió a cerrar los ojos.

Lia puso los ojos en blanco y se inclinó para besarlo en los labios.

―Levántate ―dijo ella.

Toy rio con la garganta ronca. Se oía sexy.

―Si vuelves hacer eso… tal vez.

Lia entendió todo, y rio para ella misma. Soltó la mano de Toy, y se inclinó, hasta topar sus labios.

―No te voy a besar hasta que despiertes. ―Le dio un beso en el cachete.

Se levantó de la cama, y se dispuso a abrir las cortinas. La luz del sol aún no era intensa, pero ya comenzaba a aparecer. Seguro dentro de poco eran las siete. Luego apagó el aire acondicionado, y regresó a ver a Toy; seguía dormido, pero ella no tenía tiempo para más juegos.

Mafia Femenina 1: Albures y Azares Donde viven las historias. Descúbrelo ahora