Capítulo 13

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Trish acababa de quitar el cerrojo a la puerta cuando Jack apareció de repente y, pasando a su lado, se dirigió decidido al salón.

Furiosa por su audacia, ella lo siguió. ¿Cómo se atrevía a entrar con tanta confianza?

—No me gusta que me invadas de esta manera —dijo, deteniéndose en el vano de la puerta del salón y cruzándose de brazos. Se sentía vulnerable bajo su mirada—.

¿Se puede saber qué pasa? ¿Dónde está Tommy?

Jack se sentó en el sofá.

—Tommy está en casa de su abuela —dijo, tenso.

—¿Abuela? —dijo Trish, atragantándose—. Mi madre ha muerto.

—La mía, no —dijo Jack y aunque su tono era bajo y suave, Trish sintió que un escalofrío le recorría la espalda.

—No sé a qué te refieres —dijo, lanzando una risilla forzada y retirándose un mechón de pelo del rostro con un ademán nervioso—. Ya sé que tu madre es como una abuela para Tommy, pero...

—Es su abuela porque yo soy el padre de Tommy —dijo Jack, con frialdad—.

¿Sabes? Me preguntaba por qué te marchaste de Lynnwood en cuanto acabamos el instituto, pero ahora lo sé. Estabas embarazada.

Trish se quedó muda. Antes, él se lo había preguntado, pero ahora lo afirmaba. Tomó aliento y sonrió, como si Jack estuviese bromeando en vez de decir la verdad. Aunque había planeado decírselo, no quería que fuese de aquella manera.

—Venga, Jack. Ya lo hemos hablado antes. El padre de Tommy y yo nos conocimos en Washington...

—Otra mentira —dijo Jack, que la miraba sin parpadear—. También me dijiste que era prematuro.

—Porque lo era —dijo Trish, rogando que la desesperación que sentía no se le reflejase en el rostro—. Sietemesino.

—Pesaba cuatro kilos, Trish —dijo Jaek secamente—. Y Tommy me dijo que hubo que provocarte el parto porque te habías pasado de fecha.

—¿Eso era lo que tenías que hacer mientras yo no estaba? ¿Interrogar a mi hijo?

—Por el amor de Dios, Trish. Yo ya sé la verdad. Al menos sé sincera ahora — dijo Jack tras lanzar un resoplido impaciente.

Resignada a lo inevitable, ella asintió lentamente con la cabeza.

—Dime —dijo Jack, con el rostro demudado por la desilusión y la rabia—, después de todo lo que compartimos, ¿cómo pudiste hacerlo? ¿Cómo pudiste tener un hijo mío sin decírmelo?

—¿Después de todo lo que compartimos? —dijo Trish sofocando el atisbo de culpabilidad que sentía, ya que no tema por qué sentirse culpable—. No me tomes el pelo. Yo no significaba nada para ti.

—¿Como puedes decir algo así? Éramos amigos, buenos amigos y...

—Yo no era tu amiga —soltó Trish, furiosa—. Te resultaba cómoda. Era una niña gorda y solitaria y fui lo bastante tonta para pasar el último año del instituto mendigando lo poco que me dabas. Por supuesto, te veía después de que tu acabases de divertirte con tus amigos, los amigos con los que no te daba vergüenza que te vieran —se le llenaron los ojos de lágrimas y se las secó con rabia.

—Nunca me avergoncé de ti —dijo Jack con ojos relampagueantes—, ni de nuestra amistad.

—No soy estúpida, Jack —dijo Trish, sorprendida ante la vehemente negativa masculina—. Te oí en el pasillo diciéndole a tus amigos... —titubeó, porque no había planeado decirle aquello—, diciéndoles... que nunca te rebajarías a estar con alguien como yo.

SIN SECRETOS-  CYNTHIA RYTLEDGEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora