5: Fugaz

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Me pasé las manos por la cabeza alrededor de cuatro veces, me sentía agobiado. No puede ser que te descuides tres segundos y tu mejor amigo ya puso lo que quedaba de tu vida patas para arriba.

—Te dije que buscaras trabajo y no lo hiciste, así que tuve que hacerlo por ti.

—No te lo he pedido.

—Pues yo sí.

Él se sirvió un vaso de jugo y se hizo una tostada mientras intentada adivinar el por qué de mi enojo. Al parecer, no pensaba cenar algo coherente.

—Pensé que sería el lugar perfecto gracias a que ella trabaja ahí.

Me soné los huesos de mis manos intentado encontrar algo que me controle y distraiga en lugar de golpearlo.

—¿Acaso no viste cómo me trató ayer, León?—él me miró como si tuviese ganas de sepultarme.

—¡Ya deja de hacer eso, por favor!—exclamó como si estuviese guardando sus palabras hace meses. Lo miré estupefacto. Algo me decía que la conversación no era por el tema del trabajo y dinero— Ya estoy harto. Desde que eres un niño te mientes a ti mismo, te rindes, haces cualquier cosa en lugar de seguir lo que tu mente o corazón indica. Por eso te fuiste de casa, por eso dejaste de estudiar, por eso no trabajas, porque crees que eres insuficiente. ¡Pues no es así, Denovick!

—¡Tú no sabes lo que pienso o no acerca de mí!

León, la figura calmada y organizada que siempre se mostraba firme delante de mí, comenzó a desmoronarse lentamente.

—¿Con quién crees que hablas? ¡Soy como tu hermano, sé todo acerca de ti! Tus secretos, tus problemas y mucho más la forma en que reaccionas ante ellos. ¿Ahora mismo estás diciéndome que rechazarás una oferta de trabajo por la presencia insignificante de una chica?

No era para nada insignificante, podía sentir cómo lanzaba su odio a mi cara.

Si mi padre hubiese formado parte de esta conversació, seguramnete me hubiera dicho: "Eres todo un marica".

León me observaba espectante con una pedazo de tostada en la boca. Él teía razón, siempre me rendía antes de comenzar, siempre me frustraba, me calificaba a mí mimso como una basura y así no llegaría a ningún lado.

—Bien,—contesté mas relajado—si sufrir allí es lo único que me queda, acepto. Y honestamente me gustaría saber qué demonios le hice a esa chica como para que me trate de esa forma.

—Pues trabajando allí no sólo conseguirás dinero, si no que también tus anheladas respuestas.

***

Empujé sin mucha delicadeza las pesadas puertas de vidrio del enorme edificio, luego tiré la patineta al suelo que comenzó a rodar con facilidad y salté sobre ella para alejarme de allí. Había concluido mi primera clase en la universidad y se había sentido fenomenal, interesante, divertida, todos esos adjetivos que no solía usar frecuentemente.

Unas chicas excesivamente delgadas y rubias, que usaban ropa de marca y estaban paradas en la vereda seguramente esperando los carros deportivos de sus novios, me observaron de pies a cabeza y les guiñé el ojo, ellas me contestaron con risitas quisquillosas. Es por eso que me fijaba en personas como la camarera, esas rubias son tóxicas como el veneno y manipulables como muñecas, un día te sonríen pero al otro te clavan un puñal. Preferiría embarcar el Titanic a que terminar con una de ellas, aunque nunca está de más hacerse el galán y emboscar sus camas, la lástima es que tienes que botarlas en seguida antes de que lo hagan contigo.

Incliné mi cuerpo para doblar algunas calles más y el viento me impulsó un poco para llegar ya que Jethiet se encontraba bastante lejos de la universidad. Pisé la punta de la patineta y esta saltó a mis brazos. Desde afuera se veía todo el caos que había dentro, mesas repletas de gente y un muchacho de pelo azul que corría para todos lados con órdenes y pedidos en sus manos.

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