3: Cómics

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Los ronquidos de León se escuchaban desde mi habitación y me demostraron que estaba en un profundo sueño. Tomé mi mochila azul y mi patineta y salí a oscuras del departamento intentando no ser visto ni oído.

Recorrí a lo largo la calle Wenstern que estaba desprovista de gente y giré un par de veces para llegar a mi destino: El teatro viejo y abandonado de GreenHill, del cual las enredaderas escalaban sus paredes junto al moho y húmedad.

Según la información que tenía recaudada, el teatro era un famoso punto de reunión entre todos los habitantes de la ciudad y era usado los fines de semana, pero lo que lo llevó a la quiebra fue la peor crisis por la que pudo haber pasado GreenHill. Una famosa actriz de Hollywood llegaba para promocionar sus obras, generar dinero y obtener clientes; todos estaban emocionados y no había una sola persona que quisiera perderse el estreno, así que el teatro estaba lleno esa noche. En la quinta escena del show, un juego de luces estalló y los equipos cayeron sobre el escenario matando en el acto a gran parte de los actores y 14 espectadores.

El teatro fue abandonado el mes siguiente y nadie lo tocó o remodeló, todas las alas y habitaciones se encuentran vacías y en ruinas, menos una que estaba reservada para actores y actrices más importantes, con salidas a todas partes y un balcón enorme que tiene una baranda al estilo griego antiguo. Esa la que uso yo. Recolecté muebles que la gente desechaba de sus casas y tuve la suerte de conseguir un armario, un sillón y un escritorio. Ahora el teatro es mi lugar, aunque se vea escalofriante y descuidado, aunque los niños murmuren que los fantasmas de los muertos de esa noche sigan merodeando por aquí, siempre será mi refugio.

Escondí la patineta detrás de un árbol y comencé a escalar las enredaderas hasta llegar al balcón que quedaba en el frente del teatro y daba a mi habitación. Las ventanas de vidrio estaban rotas así que cualquier insecto podía entrar si lo deseaba. Abrí la puerta sin esfuerzo e ingresé. Todo estaba como siempre lo dejaba y suspiré relajado. Tenía miedo de que a la policía se le ocurriera revisar o que algún vecino me viese e informase que alguien estaba allanado el lugar e infringiendo las normas. No creo que lo que estoy haciendo sea correcto, el teatro no es de mi propiedad, conclusión... debería irme antes de acabar en la comisaría.

La cuestión es que no puedo. Amo la vista al lago que tengo desde aquí, la ciudad a oscuras pero a la vez las escasas luces que se dejaban prendidas; a lo lejos los bosques y las colinas y luego la conexión con la ciudad de Downhire. Luego estaba la luna en su punto más alto... que justo ahora me recordaba a los ojos claros de la chica de la parada de autobús.

Encendí la bombilla que colgaba del techo y cerré la puerta junto a las cortinas viejas para que nadie viese que había alguien, por suerte la electricidad no estaba dañada y como no la habían cortado, podía usarla. Me senté junto al escritorio y en sus cajones rebusqué mis bocetos; aquí tenía mis ideas y mis garabatos, mis apuntes, mis noches enteras despierto.

De niño había mostrado cierto interés por la lectura y un día, revisando las cosas viejas de papá, encontré sus revistas y cómics. Por supuesto, me enamoré de ellas y empecé a hacer las mías propias, jamás pude parar, adoro crear superhéroes y heroínas volando ciudades y villanos atacándolas, gente asustada y muchachas rescatadas, también me encantaba adornar los dibujos con diálogos en burbujas y exclamaciones. Era lo mejor que sabía hacer, crear un mundo en el que sé que nunca podré vivir y muchachas en problemas que jamás salvaré.

Luego de unas horas allí encerrado, guardé todo en mi mochila en lugar de los cajones del escritorio por precaución. Apagué las luces y cerré todo otra vez. No había dormido nada y seguramente León ya habría descubierto que no estoy en el departamento, pero quizá suponga que me levanté temprano en busca de un trabajo.

Tomé la patineta y miré una vez más el teatro, desee poder hacer algo para ayudar a reconstruirlo como él me brindaba refugio las noches que me inspiraba a seguir mis cómics.

Quizá podría presentar mis ideas y bocetos en una editorial, pero no quería decirle a León, él no entendería mi amor por esto y si llegaban a rechazarme... no tendría las agallas suficientes como para seguir.

Mis padres se volverían locos si se enterasen de que había dedicado estos 6 largos años en puros estudios mediocres y cómics sin rumbo alguno más que el fondo de esos cajones.

Sentía ese estado de culpa por haber decepcionado a mi familia dentro de mí y no podía quitarlo, además de que ellos siempre se mostraban gustosos de fregarme aquello en mi cara. León siempre decía que en la vida hay momentos que te llevan a otros, quizá debería haberse dedicado a la poesía en lugar de la abogacía, pero mi amigo lo decía porque únicamente se dedicaba a ver y organizar la suya, jamás observó que la mía, tomara las decisiones que tomara, siempre iba a mantenerse igual de patética.

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