Capítulo 2

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Yo sabía todo lo que se decía de mí y aun así aquí estaba, frente al salón de clases, debatiéndome que hacer.
Entrar o salir huyendo

En mi estadía en el centro de asistencia o mejor dicho en el loquero después de un año pude seguir mis clases con normalidad, me puse al corriente y ahora sin ser un peligro para mí o alguien más yo “Era apta para concurrir a una institución educativa” o eso decía mi legajo.

Los alumnos seguían ingresando al salón de clases, tomé coraje y seguí a los demás.

Caminé hasta una de las últimas mesas sin ocupar. Me senté junto a la ventana y miré por ella. Ya no llovía, aunque el día estaba gris y frío.
Mi estómago se anudó y mi nuca comenzó a sentir esos horribles piquetes.
Mi vista bagó por el salón de clases. Había tantos chicos aquí.
Thomas estaba sentado sobre una mesa abrazando a Samanta, charlaba y reía junto a su grupo de amigos.
Por un momento nuestras miradas se cruzaron. Su expresión cambió.
Recién notaba mi presencia. Lo vi dejar a la chica y caminar hacia mí. Agaché la cabeza haciendo garabatos con mi lápiz sobre una hoja en blanco.

—Cassy, ¿Realmente eres tú? — Pregunta parado junto a mí. Levanto la cabeza levemente.

—Hola. —No sabía que decir, porque lo único que yo deseaba hacer era clavar mi lápiz en el ojo de este jodido idiota.
Él se agacha para estar a mi altura.

—¡Me da mucho gusto que estés aquí bebé! Sabía que habías vuelto al pueblo, pero no creí que estarías tan pronto en el colegio— Él me sonreía al hablar. Extrañaba a este estúpido chico. Yo solo asentí.

—¡Thomas! —La voz de su novia suena y él se pone nervioso.
—Bienvenida nena. ¡Te veo luego!— Se aleja y vuelve a su lugar.
Justo a tiempo para la llegada del profesor.
Thomas era un chico guapo y agradable. Pero jamás le perdonaría el haberme fallado cuando más lo necesitaba.
Samanta parecía disgustada por el accionar de su novio y lo estaba regañando. Aun así, el rubio se voltea y me guiña descaradamente.
Me empecé a poner nerviosa, mi malestar empeoró y el horrible pinchazo en mi nuca se intensificó.
El profesor nos hizo callar y comenzó a tomar lista.

—Black, ¿Black? —preguntó luego de varios nombres. Hubo silencio.  —¿Black? —Repitió.

—Aquí —Dijo desde la puerta. Al verlo mi cuerpo se erizó.
El chico raro del auditorio.

—Gracias por honrarnos con su presencia—Dice con sarcasmo el profesor.

—De nada. — El chico entra al salón y oigo las risitas idiotas de las chicas.
Parecía que una estrella de Rock acababa de llegar.
Apoyé mi cara en la mesa, Quería desaparecer de aquel lugar. Me sentía pésimo.
Tomo asiento tras de mí.
Me sentí indefensa, Él podría terminar conmigo en un abrir y cerrar de ojos.
El profesor seguía pasando lista
Sentí un pinchazo en mi espalda.
Lo ignoré.
Otra vez.
Me volteé mirándolo con mi mejor cara de fastidio.

—¿Me prestas una lapicera roja? — tenía un lápiz afilado en su mano. Me di vuelta y busqué lo que me pedía. Lo dejé sobre su mesa y me volteé.
5 segundos después siento el pinchazo nuevamente.
Me sentía muy mal.
Estaba nerviosa e incómoda.
Me volteé.

—Gracias— Dice sonriendo. Su sonrisa hace que mi cuerpo se erice de disgusto.
Tiene su cabello negro desordenado, y su barba asomando. Su piel es demasiado blanca y sus ojos son tan azules como el océano. Brillosos y aterradores.

—Biell— Tomé la lapicera y me volví.

—Aquí— Dije tímidamente. Sentí sus miradas sobre mí. Jugué con las mangas de mi campera.
La risita de Samanta me hizo poner aún más incómoda.
Odio a esa chica.

El chico tras de mí se pasó la clase suspirando y dando bufidos aburrido.
Era exasperante.
Cada segundo que pasaba me sentía peor.
Tenía miedo, esa era la palabra. Mi cuerpo sentía temor de aquel muchacho.
No estaba segura si solo era un simple “muchacho”. Tal vez era solo mi miedo jugando conmigo, pero esos ojos… Esos ojos no se olvidan.

Un pinchazo en mi espalda me hizo dar un pequeño saltito. Rayando sin querer la hoja en la que estaba tomando notas.
Me volteé bastante molesta.

—¿Me prestas la lapicera una vez más? Le dejé sobre su mesa la lapicera y seguí con mis apuntes.

Definitivamente, me desagradaba este chico.

El timbre sonó y todos se apresuraron a salir.
Pude ver a Thomas irse con sus amigos mientras yo juntaba mis cosas.
Me di vuelta, pero el chico molesto y raro ya no estaba.
Mi lapicera roja se encontraba sobre su mesa vacía.

En el pasillo me sentí apretada.
Había tantos chicos en todas las direcciones, parecía que estábamos dentro de una lata de sardinas.

Me senté en las escaleras que llevaban a la biblioteca. Allí casi no había alumnos.
Me dispuse a comer una manzana que traía en mi bolso.

—No se te ocurra volverte a acercar a ella, lo digo en serio

—Nena, solo le di la bienvenida, soy el presidente estudiantil.

—No juegues conmigo, ella es peligrosa.— Samanta y Thomas hablaban susurrando. Estaban bajo la escalera, ella se veía muy enojada. —Aléjate de ella Thomas— ella se fue. Él rascó su cabello y se marchó en la dirección contraria.
Yo seguía en las escaleras.
Obviamente hablaban de mí
Samanta me odia más que a la peste

En la segunda clase busqué nuevamente mi banco en la última fila. Y por supuesto, el misterioso y raro chico se sentó una vez más tras de mí.
Esta vez no me picoteo con su lápiz afilado. Se mantuvo en silencio y sin molestar.
No podía dejar de mirar a Thomas.
Odiaba esta situación.
Él de pequeños había sido mi amigo, y era un buen chico, pero se había transformado en este niño grande, mimado, apuesto y estúpido.

Thomas rasca sus cabellos de una forma peculiar, siempre que está nervioso lo hacía. Mordisquea su lápiz y finge escuchar al profesor.
Es un apuesto muchacho.
Samanta me estaba observando.
Me acomodé en mi silla y miré la pizarra.
Ella obviamente se dio cuenta qué estaba mirando a su novio.

Odiaba esta parte.
Era la hora del almuerzo, mi cabeza ya no daba más. Estaba aturdida por el bullicio, no estaba acostumbrada a esto.
Ingresé al comedor. Había grupitos de chicos por doquier.
Fui por comida.
Ya con la charola lista en mis manos miraba en todas las direcciones en busca de un lugar para sentarme. Vi una mesa libre y caminé rápidamente hacia ella.
El malestar en mi nuca volvió a aparecer, y los pinchazos no se hicieron esperar.
Cuando iba a dar el primer bocado, el chico toma asiento frente a mí.

—Buenas. —Él sonríe de lado y devora un trozo de carne poco cocida y asquerosa.
Lo ignoré y comencé con mi pasta.
—¿Siempre eres tan agria?— Preguntó. Lo miré fijamente. No sabía si había oído bien.

—¿Disculpa? —Pregunté.

—Disculpada. Ahora dime ¿Eres siempre tan odiosa o solo con los tipos guapos?— Qué descarado. Tiene su sonrisa pintada en sus labios.
No le conteste y seguí comiendo.
—Soy Tristán— Dice. Cada vez que este muchacho respiraba cerca de mí, mi cuerpo reaccionaba mal. Se me anudaba el estómago, me sudaban las manos y el horrible pinchazo en mi nuca aparecía.
—Veo que seremos grandes amigos— Agrega comiendo otro bocado.
Me levantó y lo dejo solo.
Es un tipo desagradable.

15:30.

Estoy en el estacionamiento del colegio esperando que John venga por mí.
Thomas está apoyado en su auto deportivo gris. Abrazando a su flamante novia.
Ella lo besa como si su vida dependiera de ellos. Él le aprieta el trasero. Todo aquí, en frente de los demás.
Nicky Thot me mira como a basura podrida. Ella es la mejor amiga de Samanta, y ha estado enamorada de Thomas desde que íbamos al Kinder. Debe ser frustrante ver a tu crush pasarle saliva a tu amiga.
En fin, John no aparece, así que decido volver a casa caminando.
Caminar es un buen ejercicio, pero mi casa se encontraba a las afueras del pueblo y el cielo amenazaba con llover en cualquier instante.
Un jeep blanco pasa a toda velocidad junto a mí, a centímetros de hacerme mierda.
Le maldigo hasta sus ancestros.

𝔄𝔤𝔲𝔞 𝔭𝔞𝔯𝔞 𝔇𝔢𝔪𝔬𝔫𝔦𝔬𝔰 Where stories live. Discover now