Prólogo.

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EXPLICACIÓN POR LOS "-" MÁS ADELANTE. BASTANTE IMPORTANTE DE LEER.

Prólogo

–And if you have a minute, why don't we go? Talk about it somewhere only we know… –De los labios de la blonda se escapaban las estrofas de la bonita canción, su voz siendo no un murmullo vergonzoso, sino un canto enérgico y potente que, a pesar de no ser perfecto, bastante alegre y dulce era. –This could be the end of everything! So why don't we go, somewhere only we know? –Finalizó ella, tirándose a la cama con una sonora carcajada.

Josephine Wayne sonrió. Sonrió con esa felicidad tan característica suya y rió una última vez ¡qué preciosa era la música! Perfecta en todos los sentidos que se hablara de ella, capaz de hacer mágico cualquier lugar con sólo hacerse escuchar... Y hubiera seguido con sus pensamientos llenos de deleite, cuando un suave golpeteo hizo presencia en su habitación. Se levanto cuidadosamente, abrió la puerta y se encontró a su madre, quien la miraba con una mueca que podría considerarse como divertida, pero que trataba de disimular. 

–Jo ¿podrías por favor bajar un poco la voz? –Le pregunto, mas al instante dejó esos “regaños” de lado para poder mirarla emocionada. –Ahora, ven con nosotros. Acaba de llegar la carta del colegio de Inglaterra. Ya sabes, lo del intercambio de tu hermano. –Un segundo después de haber informado esto, prácticamente voló hacia las escaleras y bajó a toda velocidad con evidente entusiasmo. La joven volvió a reír con la graciosa actitud de su progenitora; su madre siempre era tan calma y serena que el verla comportarse de esa manera algo infantil le parecía sumamente entretenido.

Cuando llegó a la sala, se sorprendió con lo que vio. Toda su familia (compuesta tan sólo por sus padres, su hermano mellizo y ella) estaban sentados en el amplio sillón, mientras miraban expectantes el sobre en la pequeña mesa delante de ellos ¿qué les sucedía? Risueña, se sentó al lado de su padre y habló con un deje de sarcasmo: 

– ¿Acaso están esperando que empiece a bailar o algo así? –Ante las miradas fulminantes que le entregaron, rodó los ojos y estiró la mano, rasgando por su propia cuenta el papel que estaba unido por el elegante sello morado. Lo siguiente que dijo relajó los cuerpos de todos, excepto el de Jo, que nunca había estado tenso. 

– ¡Frederick, te aprobaron! ¡Irás a Inglaterra! –No pudo negar que el asombro en su voz le resultó extraño, puesto que ¡por Dios! ¡Era más que obvio que entraría! Toda la familia tenía una inteligencia fuera de la común de la que su hermano no carecía. Antes de que Jo pudiera abrazar al chico, éste se vio envuelto por los brazos de su mamá “Para ser una persona tan menuda, sí que tiene fuerza”, advirtió, al ver que Frederick luchaba por poder respirar. 

–Cariño, lo estás matando… –Dijo Peter Wayne, el padre de ambos adolescentes y marido de la efusiva mujer que estaba cerca de asfixiar a su hijo. La eludida se separó, no sin antes besar la mejilla del chico; podía ser muy cariñosa cuando quería.

–No digas tonterías, que ni siquiera lo abracé con tanta fuerza. –Aseguró.

De más está decir que ninguno acotó nada.

–Felicitaciones, te lo merecías. –Su padre no era de los que expresaban abiertamente sus sentimientos o pensamientos como su esposa, todo lo contrario, aunque se notaba que estaba orgulloso. Agregó unas palmadas en la espalda para hacer del momento más emotivo y él le sonrió en respuesta, su mirada demostrando el agradecimiento que sentía por el apoyo de ambos. 

Entonces llegó el momento de Jo para por fin poder decirle algo a su hermano. No lo abrazó o felicitó, nada de eso. Sólo le guiñó un ojo y se encogió de hombros para fingirse despreocupada. –El amor lastima ¿lo recuerdas, no? Así que no ilusiones a nadie…–Extrañamente, se mostró seria al decir esto (tal vez porque el castaño era tan mujeriego que asustaba), pero al instante soltó una carcajada, se levantó del gran sofá y lo abrazó. –Te quiero, gran idiota. –Murmuró. Frederick correspondió con cierta diversión a su gesto de cariño y asintió.

–También te quiero. –Respondió simplemente, aunque con completa sinceridad. Sobre el tema del amor prefirió no opinar, no porque creyera que éste dañara sí o sí, sólo es que... bueno, digamos que era algo complicado hablar sobre eso al tener a sus padres delante; cualquier se daría cuenta que ellos estaban enamorados, era más que obvio, y nadie podría creer que existía la mera posibilidad de inflingerse dolor el uno al otro. 

Horas más tarde, luego de haber cenado en familia y conversado sobre el último año de secundaria que el chico cursaría en tan diferente continente, Josephine se dirigió a su habitación. Abrió su laptop y, distraída, comenzó a navegar por el enorme Internet, leyendo cosas sin una importancia relevante en su vida.

– ¡Hey, Jo! ¿Quieres ver quién vendrá a vivir con ustedes? Dudo que sea mejor que yo, porque como ya sabes, es tremendamente complicado superarme... 

Ella dio un salto en el lugar con cierto miedo ¡detestaba que hiciera eso, que entrara sin avisar! Se contuvo por no gritarle un "¡Toca la maldita puerta, que me va a dar un infarto!" y gruñó un insulto en voz baja. 

–Claro, Míster Ego, ven e ilumíname. 

Frederick entró en la habitación y empujó a su hermana hasta tirarla de la silla, ocupando todo el escritorio él solito. "Cuenta hasta diez, recuerda que no lo verás en seis meses...", se recordó, ordénandose mantener la calma. De un momento para otro, comenzó a teclear con rapidez un nombre que no logró leer, pues al instante toda la pantalla estaba cubierta por la foto de la persona más hermosa que había visto en su vida. No guapa, hermosa.

– ¿C-Cómo se llama? –Fue lo único que la atontanda rubia logró decir, detalle que su hermano no pasó por alto.

–Deja de babear. –Rodó los ojos. –Se llama Caleb West. Sólo hablé una vez con él, y si te soy honesto, tiene pinta de ser un imbécil. Pero supongo que eso no te importa ¿no? 

"Claro que no me importa", intentó decir, pero fue imposible. Estaba perdida en la preciosa sonrisa del muchacho, en su oscuro cabello lleno de adorables rizos, pero sobre todo... en sus ojos. Ojos que se asemejaban al mismo mar, un mar tormentoso y lleno de intensidad, de misterios, de... de... de todo. Su apariencia era algo digno de admirar, y como una amante del arte, eso era algo que no podía ignorar.

Inexplicablemente sonrojada, negó con la cabeza y alejó su mirada de la computadora. Se sentó en la cama, repentinamente abatida, y se frotó las sienes. 

– ¿Te importaría dejarme sola? Me duele la cabeza. –Mintió no muy convincentemente. Su hermano la miró extrañado ¿y a esta que le pasaba? Sin comentar nade se retiró del cuarto y cerró la puerta.

Y al estar sola, suspiró una vez. Y otra, y otra vez más. Y una más por si acaso. 

No conocía a ese tal Caleb. No tenía idea de quién era o cómo vivía. No sabía nada de él, y sin embargo... sintió como si hubiera estado a su lado toda la vida.

Mierda.

I will fix you © (PAUSADA)Where stories live. Discover now