Capítulo IX: Estática

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Mis ojos se enfocaron en los de Gian Camillo por breves segundos, mientras una sonrisa se expandía por su rostro. Dos hoyuelos se marcaron sobre sus mejillas y no pude resistir la sensación de reírme y de llevar mis manos hasta su rostro.

―¡Que lindos hoyuelos! ― dije con efusividad, mientras mis dedos apretaban su mandíbula.

Pagarás por el pecado de dejarme en ridículo frente a todo el personal de la cocina, mi querido Príncipe Azul.

Si Dios me hubiera bendecido con la super fuerza de Super Girl o de Airon Man, entonces yo sería condenada mente feliz, pues le hubiera arrancado la mandíbula a el Sr.-Hermosa-Sonrisa.

Sin embargo, tuve con conformarme con ver como su frente se arrugaba. Era una vista realmente hermosa. Y hubiera seguido disfrutando de ella, si Gian Camillo no hubiese colocado sus enormes manos sobre las mías y alejado con decencia mis manos de su rostro.

―Sé que soy lindo, pero no quiero que arruines mi belleza porque tuviste un ataque de dulzura, ― me sonrió con cariño fingido. ― Necesito este lindo rostro para conquistar chicas lindas como tú.

Y allí estaban de nuevo, ese par de hoyuelos que me hacían querer apretarlo.

―Eres un asqueroso, ― dejé que las palabras salieran de una manera seca de mi boca. ― Que desperdicio de hombre.

Gian Camillo se echó a reír alto y claro en mi cara. Cada día descubría que su descaro no parecía conocer los límites. Gian Camillo parecía decir y hacer todo lo que cruzaba por su hermosa cabecita castaña.

¡Ugh, no! Él no es lindo y su cabezota tampoco.

Te demostraré que no soy un desperdicio de hombre, si me lo permites, ― me dijo, mientras su rostro se volvía serio y sus hoyuelos desaparecían. ― Solo te pido que me des la oportunidad de demóstrartelo.

Sus palabras hicieron eco en mi cabeza y me he encontré pensando en su extraña propuesta. Ser su amiga con beneficios podría traerme más desgracias que beneficios.

Y estaba segura de que era así.

La primera vez que nos vimos casi pierdo mi trabajo, y ahora he sido silenciosamente humillada por su actitud arrogante.

―¿Y en qué consiste ser tu amiga con beneficios? ― escuché mi propia voz y me asusté.

¿Por que eres así, Miley?

Gian Camillo ladó la cabeza y me regaló una sonrisa misteriosa. Luego dio un paso hacia adelante y sacó algo del bolsillo de su pantalón.

―Es sencillo, ― me dijo mostrándome un llavero en forma de Piolín. ― Yo me comporto como un caballero y tu como una dama.

Parpadeé varias veces, intentando comprender las palabras que habían salido de su boca. Y tomé el llavero que estaba entre sus manos, escuchando el tintineó de las llaves al moverse.

―No estoy muy asociada con eso de ser una dama, pero puedo intentar.

¿Por qué tenía tantas ganas de demostrarle que sí podía cumplir cualquier reto que me impusiera?

De seguro algo estaba jodidamente mal en mi cabeza y yo aún no lo sabía. Quizá, esa era la razón para ser tan masoquista y enlistarme para realizar una tarea que no llegaba a comprender del todo.

Sentí los labios de Gian Camillo contra mi frente y un cosquilleó bajó por mi columna vertebral. Él se separó de mi y la sensación desapareció junto a su caricia.

―Se lo agradezco mucho, Mi Lady, ― me dijo en tono juguetón.

Sonreí frente a su estupidez.

―Tonto, ― murmuré entre risas.

―No puedo rebatir su argumento, mi bella dama, ― dijo y sus dedos tocaron los míos. ― Sepa que estoy realmente orgulloso de ser el tonto que le hace reír.

Negué con mi cabeza, mientras me acercaba a él y lo abrazaba con cuidado de no ser tan rústica.

―Gracias por sus palabras, dulce tonto, ― susurré contra sus pecho y lo dejé ir. ― Ahora lárguese antes de que me despidan de mi trabajo.

Pero, Gian no se alejó.

―¿Haría mucho daño a su honor entregarme su número de teléfono, por favor?

Rodé los ojos. Gian era muy estúpido cuando se lo proponía. Y aún así, le regalé una sonrisa.

―Si viene mañana a eso de las cuatro de la tarde, con gusto te daré mi número de teléfono, ― le dije, mientras comenzaba a girar sobre mis talones.

Mi corazón comenzó a latir con fuerza.

―¿Eso es una cita? ― lo escuché preguntarme y giré mi cabeza para observalo. 

Sus ojos brillaban como las estrellas a la noche aterciopelada. 

―Espero que usted pueda responder a esa pregunta mañana, ― sonreí y miré hacia al frente para regresar a la cocina e intentar calmar mi alocado corazón.


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⏰ Last updated: Jul 31, 2017 ⏰

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