10:10. El pánico.

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Muero de Pánico. Jamás había sentido esta sensación de escalofríos recorrer todo mi cuerpo. Cada uno de los vellos de mis brazos esta de punta, se eriza como dicho animal que ya no cabe mencionar.

Mis manos tiemblan y sudan, el sudor, bueno, ese nos pasa a todos en estas épocas donde Mayo se vuelve más insoportable mente caluroso cada día; pero el temblor, no lo podía controlar, venía desde mis adentros, era incalmable y se volvía más constante en cada momento. No quería que nadie lo notará, que incómodo y absurdo que piensen que me estreso a tal grado por un examen de veinticinco reactivos. Veinticinco reactivos que iban a definir si venia los siguientes cuatro días a asesorías, veinticinco reactivos que iban a definir si gastaba los 150$ en un extraordinario o en alguna tienda poco prestigiosa y con precios accesibles para alguien poco productiva como yo. 

"Estarás bien, vas a pasar, estudiaste mucho anoche, tienes una buena guía, vas a pasar, vas a pasar" Me repito incesantemente a mí misma, quiero darme ánimos pero no puedo, reprobaré como en el parcial pasado, como en el semestre pasado, que casi repruebo pero el profesor se apiado de mí y me puso 6 en ambas calificaciones, reprobaré y seré derrotada como los guerreros aztecas ante Cortés. "Deja de pensar en eso, no estas en historia, estas en Lógica". Merepito de nuevo, ante la insistencia de mi potenciado conocimiento histórico.

"Todo sería tan fácil si fuera en otra prepa, en una que pidiera 20 aciertos, que no demandará mi atención en su totalidad, pero yo elegí esta opción, me quede, entré, soy capaz, por algo estoy aquí". En este punto de la competencia me siento débil, porque esos son los exámenes, una competencia por ver quién es mejor, quien se llevara el mejor promedio, quien será el asediado por sus perfectos 25 aciertos, quien se hundirá en la frustración del vanidoso 24 y 23, y quienes, como yo, nos resignaremos en el mar de la desaprobación con menos de 10 aciertos.

De pronto, mis pensamientos se borran. Mi mente está en blanco. Esto me preocupa, pero a la vez me alivia, los temblores cesaron y mis manos vuelven a su temperatura seca de antes. Pero justo cuando entro en una relajación desinteresada como en todo el semestre, viene a mí un nuevo temor: Faltan 5 minutos para la prueba.

No tengo fuerza para sacar el cuaderno, mis veinte guías y de paso, mi vela. Jamás he sido muy devota, pero en este punto, de verdad me gustaría que aquel Dios del que tanto habla mi abuela realizará un milagro, iluminará mis pensamientos y me mostrará todas las respuestas o mínimo 22 que son las que necesito para alcanzar a la delicada emoción del seis y negarme al profundo fracaso del cinco. Me limito a permanecer sentada en mi banca, observando y analizando a los diversos seres que me rodean. Algunos estudian, debería unirme a ellos; otros gritan, brincan e incluso juegan cartas, "Que calmados se ven" Desearía tener esa fuerza interna, esa facilidad en las pruebas, pero no es así, supongo que ellos viven calmados esperando el mañana, ocultando su miedo; o simplemente estudiaron muy bien o no necesitan muchos aciertos para pasar. Los envidio, realmente, los envidio.

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