1º Capítulo

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 Janel paseó su curiosa mirada por aquella leonera a la que su desordenado amigo, tenía por costumbre llamar habitación. Poco quedaba de las rústicas paredes adornadas con cuadros de paisajes abstractos de pintores anónimos. Ahora en vez de por obras de arte la madera estaba cubierta por una gran capa de musgo y los cuadros yacían destrozados en el suelo del revuelto dormitorio. Entre todo el desorden, al final Janel logró vislumbrar lo que estaba buscando. Un gran cuerno de jack que los ganaderos usaban para guiar a su ganado.

 La muchacha agarró el artefacto con una sonrisa divertida, y se acercó de puntillas a la cama en la que su amigo roncaba como una marmota. No pudo contener la risa al ver cómo dormía boca abajo con casi medio cuerpo fuera del amarillento colchón.

 Se colocó al lado de él y en un acto de malicia puso el cuerno al lado de su oreja. Antes de usar el objeto, sostuvo un mullido cojín entre ella y el cuerno. Como protección. Listo.

 Cogió todo el aire que sus pulmones le permitieron y sopló con todas sus fuerzas. Lo hizo con tal intensidad que creyó ver las estrellas por unos instantes. El efecto en el muchacho fué inmediato: abrió los ojos de par en par, saltó de la cama y cayó en el suelo boca arriba, aún sin saber lo que acababa de ocurrir.

 Entonces miró a Janel y la observó con odio mientras esta se tenía que sujetar a la pared para no caer al suelo de la risa. Después puso una media sonrisa pícara.

- Oh, vamos Janel, ya sé que te encanta verme dormir- La piel pálida de Janel se sonrojó rápidamente. El efecto que él quería-, Pero no sabía que quisieras matarme. Y ahora, si me permites, creo que me voy a preparar para la colecta. Pero si quieres te puedes quedar.- Concluyó con una media sonrisa sagaz.

 La joven se cruzó de brazos mientras caminaba hacia la puerta.

- Ahora hazte el machote, Dren, pero el grito que has pegado al estamparte contra el suelo, que por cierto no era muy masculino, va a tardar un largo tiempo en borrarse de mi cabeza.

 Janel Cerró de un portazo, escuchando cómo la madera crujía bajo el estruendoso sonido, después de oír como de los gruesos labios del chico salía una sonora carcajada.

 Al cabo de apenas cinco minutos el chico salió de la habitación con una media sonrisa dibujada en el rostro.

- ¿Qué te pensabas?- Dijo encogiéndose de hombros.- Los chicos sabemos vestirnos rápidos. No como otras.- Remarcó la última palabra mirándome de reojo, con un gesto divertido.

La chica puso cara de ofendida, para seguirle el juego.

- ¿Qué insinúas?- Frunció el ceño y se cruzó de brazos, lo cual le hizo gracia al muchacho.

- Oh por favor, ¿acaso no recuerdas todas esas tardes esperándote mientras te preparabas?- abrió la puerta que daba al exterior de la casa, mientras Janel le seguía por detrás.- ¡Por Dios Janel! Creo que una vez tejí un jersey para mi tía mientras te esperaba.- Se paró y me miró a los ojos.- Y digamos que es anchita de caderas. - Concluyó haciendo un gesto con las manos, abriéndolas hacia los costados y llenando la boca de aire, intentando imitar el estado de la hermana de su madre.

 Janel le dió un leve puñetazo en el hombro y los dos se rieron. Es verdad que su tía estaba un poco rellenita, por así decirlo, pero no había porqué reírse de el físico de los demás, aunque sabía que él la apreciaba mucho.

- Oh, está bien, me rindo.- dijo alzando las manos.

- Sensata elección.

La joven, que estaba detrás del chico, puso los ojos en blanco ante su indiferencia.

- Janel Ericsen, no me pongas los ojos en blanco.

- Oh, brujería. Arderás en la hoguera cuando la chismosa de mi vecina se entere.- Le amenazó señalándole con el dedo índice.

Caminaron por el rocoso y molesto camino, que unía la casa del chico con la plaza. Era en esa plaza en la que, desde tiempos inmemorables, los aldeanos se prepataban para la rutina diaria; la colecta. En ella a cada uno se le asignaba una labor cada semana. Se formaban filas detrás de cada puesto de encargados, donde se determinaba la labor de cada persona, lo cual a veces se hacía muy cansado. A Janel, ya la habían sancionado más de una vez por faltar a la colecta por quedarse dormida, o por quedarse en casa por vagueza. Las labores iban desde cazar, hasta vigilar los alrededores cuando caía la noche. Eso último era lo que a Janel más le asustaba, pues la oscuridad de la noche le aterraba de verdad, aunque a ratos se veía resguardada por la frondosidad de los árboles.

- ¿Qué crees que nos tocará esta semana?- Preguntó Dren.

- Más les vale a los encargados que no me vuelva a tocar La Vigilancia Nocturna o no responderé a mis actos.

- ¿Me engañan los oídos? La más valiente entre los valientes le teme a la oscuridad.- Dijo con sarcasmo el joven.

 A Janel no le dió tiempo a responder. Desde el final del camino, les llegaron lo que parecían ser unos gritos inaudibles. Algo debía de estar ocurriendo a unos metros de allí. Los dos muchachos miraron a la lejanía sin entender. En la estrecha calle rodeada de chozas de madera y árboles tan sólo había gatos en busca de alguna migaja que echarse a la boca. Se miraron a los ojos y echaron a correr casi a la vez.

 Se detuvieron en seco creando una nube de polvo cuando vieron a un muchacho gritando acercarse hasta ellos. No consiguieron descifrar los chillidos que aquel chico emitía hasta que ya se encontró a escasos metros de ellos. Y para desgracia de los dos jóvenes, esta vez sí consiguieron entender el mensaje.

- ¡A vuelto a ocurrir!- El chaval agitaba los brazos, y  corría de un lado a otro de la calle.- ¡A vuelto a ocurrir!¡Algo se lo ha llevado!¡Algo se ha llevado a Michael!

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