Prólogo

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  Prólogo

Nadie sabía lo que acababa de hacer. Nadie se había enterado.

¿Y porqué deberían hacerlo?

 A esas horas de la noche ya nadie rondaba los alrededores del tenebroso bosque, y una lúgubre neblina gris se había posado sobre la hierba marchita de la meseta. La niña giró bruscamente la cabeza para echar un último vistazo a lo que estaba dejando atrás y al hacerlo agitó sus dos trenzas de dorado color, que parecieron reflejar el brillo de la luna creciente. Desde ese día ya nada volvería a ser igual.

 Ni para ella, ni para ninguno de los habitantes de aquel pueblucho del que acababa de huir.

 Pero lo que les debería importar a aquellos miserables no era el hecho de que una niña pequeña acabara de huir, sino lo que había hecho antes de hacerlo. Pero sus mentes subdesarrolladas no les permitirían pensar siquiera en la que ella acababa de cometer.

 Dejó atrás la villa iluminada por la luz de las estrellas y el calor de las antorchas, y se dispuso a correr todo lo que sus menudos pies le permitían, que no era mucho, ya que era más bajita que todas las niñas de su edad. Su respiración se volvió más agitada, a medida que se acercaba a el comienzo del bosque, la alta temperatura de una noche de Julio comenzaba a hacer mella en sus pasos. Cuando cruzó el límite que delimitaba el comienzo de los árboles, miles de arbustos le rasgaron las desnudas piernas, dejándole magulladuras de rodilla hacia abajo. Eso no le impidió seguir corriendo.

 En un determinado momento, una rama le golpeó a la altura de los pulmones haciéndola caer bruscamente hacia atrás, dada la velocidad que había logrado tomar. Su rubio cabello se chocó contra la maraña de raíces resecas y dientes de león que adornaban el suelo nocturno. Maldijo en voz baja cuando notó un agudo dolor en la nuca. Se rozó la parte dolorida mientras continuaba corriendo.

 La muchacha no tenía pensado parar, y ni el líquido carmesí que le goteaba de la mano con la que se había tocado la cabeza, ni el semicírculo que lucía en la pierna del que caían oscuras gotas escarlatas y le cubrían la pierna de rojo líquido lograron que la chica se detuviera.

 Pero hubo una cosa que sí logró que lo hiciera.

Donde brilla la estelaWhere stories live. Discover now