Sombra 19

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Tengo muy buenas notas. En parte me esfuerzo porque no quiero que nadie se dé cuenta de que odio la escuela. Sé que si hago el trabajo y cumplo con mis deberes las vacaciones de verano vendrán rápido y estaré libre.

Recuerdo que en la escuela especial, los niños lloraban por todo. Incluso lloraban por actividades muy simples que no lograban realizar. No quiero decir que fueran estúpidos porque todos somos diferentes, pero no me agradaba demasiado estar con ellos. Prefería estar todo el tiempo en el rincón de lectura, mientras que las maestras trataban de calmar sus llantos.

Uno de los profesores siempre venía a sentarse conmigo y me preguntaba por qué yo no quería jugar con los demás niños y niñas.

“Quiero leer,” le respondía yo, deseando que se fuera y me dejara tranquilo.

En realidad, los niños de las clases solían babearse y ponerse cosas en la boca, algunos de ellos no podían hablar y, en esos casos, no se trataba de que ellos no quisieran, sino que realmente no podían hacerlo.

Una de las chicas de la clase siempre estaba abrazándolos a todos. También quería abrazarme a mí, insistía en hacerlo de manera molesta. Lo intentaba hasta que uno de los maestros le decía que me dejara, que a mí no me gustaba que me abrazaran.

“Quiero abrazarlo porque es mi amigo!” gritó un día y comenzó a llorar.

De verdad, yo no quería que ella llorara pero cuando me miró, retrocedí, porque tenía miedo de que ella siguiera intentando abrazarme.

“¿Por qué no me quieres abrazar y ser mi amigo?”, me preguntó entre lágrimas.

Normalmente yo no hablaba con niños. Entonces, me puse a mirar al suelo. No quería ser grosero con ella, pero tampoco quería responderle. Esto hizo que llorara más fuerte. Y yo, lo único que deseaba, era llegar a casa y ponerme a tocar el piano. Recuerdo que el maestro llamó a Grace y le dijo que yo me negaba a interactuar con los otros niños. Cuando Grace me preguntó, le dije: “Ellos tratan de abrazarme, hacen mucho ruido, son sucios, y lloran much . “

Fue entonces cuando ella y Carrick decidieron que era hora de que fuera a la escuela a la que iba Elliot.

Tuve que hacer una prueba para evaluar en qué nivel estaba. Se asombraron al comprobar que era uno mucho más alto del que esperaban. Pero, de todas formas, para evitar inconvenientes e ir a lo seguro me designaron a séptimo grado.

Los niños de esta clase tenían la misma edad que los de la escuela especial. Sin embargo, cuando estuve allí, me di cuenta por qué ellos nunca podrían haber asistido a una escuela normal.

El problema era que yo no pertenecía a ninguna de las dos escuelas. Ni a la normal, ni a la especial.

Ahora Grace me pregunta por qué no traigo a alguno de mis compañeros a comer a casa o a pasear a algún lado. Incluso se ofrece pasar a recogerlos y volverlos a llevar a su casa. No sé muy bien qué responderle. Yo le he dicho que tenía amigos. Cuando lo dije, Elliot me miró. Pero no dijo nada.

Elliot ha dejado de hablarme. Mia se sienta y les cuenta a todos acerca de sus mejores amigos en su escuela primaria. Elliot tiene la mayoría de los mismos amigos que siempre tuvo. Y luego estoy yo.

Mia comenzó en la escuela normal, y no tiene ningún problema. Se lleva de maravillas con todos. Creo que no hace llorar a nadie y tiene buenos amigos.

Cuando invita a alguno de ellos a casa suele presentarme como Chritian, su hermano mayor. Lo hace con orgullo y cariño. Pero algunos de sus amigos se ríen y susurran a mis espaldas. Mía les dice que no lo hagan.

Pero también hay muchos que son amables. Por ejemplo, me piden ayudas con sus tareas. Y como para mí es muy fácil, los ayudo. A veces pareciera que me mienten, que solo quieren que yo haga la tarea por ellos. Pero como son simpáticos, no me molesta. De algún modo, son también mis amigos, aunque sean mucho más chicos.

El origen de GreyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora