Prefacio.

521 3 1
                                    

Me acerqué a él lentamente. La luna, blanca y redonda, brillaba con intensidad sobre su mortecina piel. Mi mano avanzó hacia su rostro, insegura. Sus ojos, traslúcidos y puros, me observaron con temor. Los latidos de mi corazón empezaron a martillear en mi pecho de forma desenfrenada, rozando casi lo indebido. Memoricé una vez más con estudiado detenimiento aquel rostro que yo tanto amaba, con el que tantas noches había soñado. Mi mirada se deslizó como agua sobre sus hermosos ojos cristalinos, atravesando sus marcados pómulos, bordeando su angulosa nariz y desembocando en sus labios, puertas secretas de mis deseos. Y entonces, lo supe. Nada ni nadie podría cambiar jamás este sentimiento, por muchas trabas que impusiesen, por muchos mundos que nos separasen. Había tomado mi decisión, y ni siquiera el poder de la vida y la muerte conseguirían arrebatarnos lo que era nuestro. Nunca jamás.

SecretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora