Sospechas

3.4K 11 4
                                    

En las últimas semanas había estado un poco distante de Christian. Me estaba costando trabajo asimilar todo lo que estaba ocurriendo. En poco tiempo estaban pasando muchas cosas y me agobiaba pensar cómo iba afrontar todo lo que me quedaba.

Tampoco ayudaba demasiado que Christian aún no se hubiera abierto más a mí. Nunca me contaba dónde iba. No sabía nada de él de antes de conocerle. Por un lado me daba miedo preguntarle por si con ello le hiciese recordar o hablar de algo que le hiciese sufrir y por otro si no le gustaba que profundizara en su pasado y decidía irse. Era el único apoyo que tenía y no podía permitirme el lujo de perderle. Ahora era mi familia y tendría que darle tiempo a que quisiera contarme lo que le ocurría. La espera resultaba dura, muy dura. Yo deposité todos mis sentimientos, mi vida y mis secretos en él. Había confiado plenamente en él aun sin conocerle a fondo y sentir que él no era capaz de confiarme sólo parte de sus pensamientos, miedos o recelos. Me conformaba simplemente con que me dijera a donde se iba cada mañana.

Tendría que tener paciencia, pero ¿hasta cuándo? Era una duda razonable, con sentido y aún así, no estaba segura.

Como ya se había vuelto una costumbre me pasaba las horas leyendo el diario de mi hermana. Era una forma sencilla de sentirme más cerca de ella, era como si nunca me hubiera dejado, como si ese “querido amigo” fuera yo y me confesara lo que le ocurría igual que cuando éramos niñas.

―Zoe ― me llamó Christian.

Levanté la cabeza para mirarle.

― ¿Qué sucede?― respondí impasible

―Eso es lo que me pregunto. Desde que nos instalamos estás ausente.

Pude apreciar en su rostro un cúmulo de impresiones. Unas de decepción, otras de preocupación y otras un poco más sutiles de enojo.

Me levanté con intención de besarle y de esa manera demostrarle a él y a mí misma que no ocurría nada aunque los dos sabíamos que no era así.

No me apetecía hablar de ello. Creí que sería buena idea cambiar de tema. Además, ya era hora dar los primeros pasos y empezar a trabajar. El cambio de casa, de look y de vida, era para encontrar al asesino de mi hermana y estar allí sin hacer nada, no ayudaba.

―Mirando los papeles de Lucía, he visto que hay un bar llamado “Sinestesia”. Parece ser que era el que más frecuentaba. ¿Qué te parece si nos pasamos?― le propuse y de esa forma calmar un poco aquel ambiente cargado de reproches.

Nos vendría bien salir, despejarnos y a la vez, también podríamos conocer gente del entorno de Lucía.

―Como quieras― dijo algo indiferente.

Christian nunca me llevaba la contraria e intentaba ser comprensivo. Era algo que en ocasiones resultaba muy útil, pero en otras era tan desalentador.

Nos cambiamos sin prisas. Era temprano y queríamos llegar lo más tarde posible.

Tardamos un poco en llegar ya que la casa se encontraba apartada de aquella zona y nosotros no conocíamos donde se situaba el local. Estuvimos andando durante un largo rato hasta que vimos un letrero luminoso en color verde que ponía “Sinestesia”, resaltaba mucho más al estar la pared del local pintada de negro.

Entramos. Como era de esperar, siniestro, pero para mi sorpresa muy bonito. La verdad esperaba encontrarme un antro sucio, sin ningún tipo de decoración y lleno de gente extraña y me equivoqué por completo. Las paredes estaban pintadas del mismo color que el letrero exterior y unos grafitis en negro resaltaban encima del fondo verde. En la parte derecha de la entrada había un sofá rojo con una mesa negra para depositar los vasos con las bebidas. Cerca de ese mini reservado se encontraba la barra con sus respectivas sillas altas. La parte izquierda se dividía en dos, una zona de juegos con un futbolín y una diana y otra de sillas con mesas.

Un mundo por descubrirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora