Capítulo 3: Miedo

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Miedo

Mientras Christian iba a por el desayuno me di una ducha rápida, me vestí con un pantalón vaquero oscuro desgastado y una camiseta negra que encontré nada más abrir la maleta. Me recogí el cabello aún mojado en una coleta y me senté en una de las sillas que estaban pegadas a la ventana.

Sabía que Christian tardaría unos veinte minutos en llegar, el hotel no estaba lejos, pero se encontraba algo apartado de la ciudad

Escuché la puerta de la habitación. Christian había llegado con el desayuno. Yo seguía sentada al lado de la ventana. Puso el desayuno encima de la mesa y se colocó a mi lado. Dejé caer la cabeza sobre su pecho y él me abrazó, era increíble como en un sólo día nos habíamos unido tanto. Una parte de mí no entendía por qué me apoyaba y otra prefería no saberlo, le necesitaba y no tenía a nadie. Su presencia era necesaria para que pudiera seguir adelante.

―Será mejor que nos marchemos ya a la comisaría― le dije esperando su aprobación

―Deberías desayunar; tenemos toda la mañana para ir― sentenció.

Por un momento pensé en llevarle la contraria, pero se dio la vuelta y se fue sin darme opción a replicar.

Desayuné en silencio, sumergida en mis pensamientos. Sólo el ruido del teléfono al vibrar cada vez que llamaban me hacía volver a la tierra.

Había puesto el móvil en silencio, pues no paraban de llamar periodistas y curiosos que querían saber detalles de cómo había encontrado a mi madre. Al principio Christian se hacía cargo de ello, pero creímos conveniente no contestar más.

Cogí mi bolso y las llaves del coche, Christian me esperaba, y justo cuando nos disponíamos a salir, llamaron a la puerta.

― ¿Quién es?― pregunté un poco asustada.

Christian abrió y allí estaba él otra vez. Le había dejado bien claro que no quería saber nada de él y sin embargo, se empeñaba en seguir atormentándome ¿Por qué ahora? ¿Qué pretendía?

― ¿Quién eres tú y qué haces aquí?― dijo Aitor con prepotencia.

―Estoy con Zoe ― contestó Christian sin darle más explicaciones

― ¡Fuera de aquí! ― grité enfurecida al verle

― ¿Quién es ese?― me preguntó haciendo caso omiso a mis palabras.

― ¡Vete! ¿qué parte no entendiste ayer? ¡Olvídame!― Volví a gritar.

 Era increíble. No podía creer lo que me estaba pasando. Me sentía superada y no entendía por qué me hacía todo esto, quizás le gustaba hacerme sufrir.

―No sé qué pasa aquí y no me importa. Ella no quiere verte. Deberías respetar su decisión y sino la respetas, tendré que tomar medidas―  dijo Christian de forma fría y contundente.

 Me cogió del brazo, cerró la puerta y empujó a Aitor hacia un lado. Aitor se abalanzó sobre Christian, que cayó al suelo sin poder evitarlo. En un abrir y cerrar de ojos se levantó y se enzarzó a puñetazos con Aitor. Intenté separarlos. Me sentía impotente porque no podía hacer que pararan. Las lágrimas empezaron a correr por mis mejillas.

― ¡Parad ya! ¡Christian! ¡Por favor!― grité con desesperación.

Las piernas se me aflojaron y caí de rodillas y como una chiquilla comencé a llorar. Iban a matarse a golpes y no podía hacer nada. No había nadie que me pudiera ayudar y yo no tenía la suficiente fuerza para separarlos. Los parpados me pesaban como si fueran de plomo y poco a poco todo se volvió oscuro, muy oscuro, negro

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