CAPÍTULO 18

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Bud trató de amortiguar el golpe de Kanon, pero de poco le sirvió. El general atacaba con una potencia inusitada, una mezcla de odio y mezquindad que hacían sus ataques más mortíferos. Mostraba una seguridad externa desconcertante, teniendo en cuenta que no quedaba ninguna marina apoyándole y, con mucha suerte, todo lo que lograría sería servir a una diosa que pretendía que su mundo se desvaneciera en una guerra de dioses.

Ya no tenía nada que decir, pero sabía que en breve Hilda y él se quedaría solos: Penril y Mime parecían dispuestos a dar sus vidas y hablaban con Hilda inclinados, como si se despidieran. Los demás estaban demasiado débiles para pelear, desvanecidos. Tenía que proteger a su princesa y tenía que proteger la espada.

Alzó los ojos al cielo, murmurando una plegaria.

“Señor Odín, actúo como vuestro brazo, por favor guiad mis movimientos para que podamos salvar este reino.”

Kanon se rió al ver lo que hacía el guerrero de Alcor.

-Veo que tienes miedo, haces bien en empezar a rezar. Tu final está cerca.

-Kanon, hace años que estás acabado, eres un cobarde y un estúpido, no te tengo miedo. Tal vez sea tu final el que está llegando.

La energía de la armadura se sumaba al cosmos de Bud, creando un aura fría a su alrededor. La Garra del Tigre Negro se desató con fuerza, velocidad y precisión inusitadas. Kanon, por primera ver, dudó de su capacidad de detener el golpe, y lo recibió de lleno, cayendo al suelo.

Sus músculos estaban ateridos por el golpe, no hubiera imaginado que Bud tuviera semejante poder en un momento decisivo. No se podía mover. El guerrero sombra de Zeta estaba delante de él y blandía con decisión la Espada Walmunga.

-¡Arriba, defiéndete!- su voz era fría, impasible, dura como la roca.

El guardián del Pilar del Atlántico Norte tuvo que hacer un gran esfuerzo para incorporarse. No sabía si conseguiría esquivar el próximo golpe.

-Te enviaré al infierno, has perdido este combate porque nunca has luchado por otra causa que no seas tú mismo, has tenido cientos de oportunidades de redimirte y las has dejado pasar. Ahora, lo único que te espera es sufrimiento.

Kanon encendió su cosmos, tenía que evitar el golpe a toda costa, pero su cuerpo no respondía bien.

“Ahora o nunca”. Bud no dudó un instante.

Un profundo corte se abrió en el cuello de Kanon, en diagonal desde la derecha y surcó parte del tórax hasta su axila, despedazando las escamas de Dragón de los Mares. Kanon sintió que la sangre manaba de la herida a borbotones y comenzó a perder el sentido. No había logrado su objetivo, Odín, en nombre de todos los dioses, había puesto fin a su maldad.

*                                           *                                           *

Hell no se lo explicaba, pero el golpe de aquel simple guerrero la había hecho caer al suelo de bruces. Con toda la dignidad que pudo, se incorporó y contempló los cadáveres de sus dos atacantes. Había perdido el cetro, pero seguía enfrentándose a simples mortales; antes del amanecer, la Espada Walmunga sería suya y Ragnarok estaría comenzando.

Vio cómo el guerrero que llevaba la armadura de Odín avanzaba hacia ella. Había matado a Kanon, pero ya no importaba. Aquel estúpido había sido útil hasta el final.

Hell pronunció una de aquellas desagradables palabras, Bud salió despedido como si hubiera sido golpeado por un ariete. Si no hubiera llevado la armadura divina, tendría todas las costillas rotas.

Kanon de Géminis: Asgard vs PoseidónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora