Uno.

309 9 0
                                    

Años luz, durante la época en que aún convivían terrestres y estelares, existía una grandiosa universidad en la galaxia de Shinebright, conocida como Starside. Esta universidad era famosa por el amplio vínculo que desarrollaba para permitir la relación entre ambos mundos. Era muy extraño que, de la nada, apareciese algún alumno nuevo. Siempre se trataba del hijo de, puesto que el acceso a aquel lugar iba pasándose de generación en generación. Sin embargo, aquel año, fue diferente...

Todos los alumnos se hallaban sentados en sus correspondientes pupitres, esperando el comienzo de la clase. James, el típico adolescente popular, se encontraba junto a su grupo de amigos hablando de las vacaciones que, aquellas navidades, había pasado en la galaxia de al lado, Coldfire. Era un lugar completamente diferente al que estaban habituados a vivir. Extraño, así lo había denominado. Sobre todo para él, un simple terrestre que, sin embargo, descendía de seres de distintas galaxias. Fue aquel día, justo en el momento en que aquella puerta se abrió, cuando sintió que su mundo había dado un giro. La vio allí, cohibida, misteriosa, indefensa. Sin saber por qué, sintió unas enormes ganas de protegerla de todo lo que se les pusiera por delante. Y justo al darse cuenta de lo que estaba atravesando su mente, comenzó a pensar que se estaba volviendo loco. Quizás aquel viaje no le había sentado del todo bien.

El profesor la presentó a sus nuevos compañeros. Samantha, así se llamaba esa chica misteriosa. Deseaba acercarse a ella, y averiguar todo lo relacionado con su vida... pero estaba claro que sería difícil. Para empezar, no podía simplemente acercarse y decirle que confiara en él. Pensaría que estaba loco. Además de que, por su aspecto, no parecía la típica chica que mostraba su interior a cualquiera que se le pusiese por delante. Aparentaba una dureza increíble. Y en eso, no se había equivocado. Seguramente, en el pasado, algo doloroso le había ocurrido. Y ahora, James, lo único que deseaba era derrumbar ese muro que todos podían detectar a simple vista.

Había tomado una decisión. Intentaría ganarse su confianza poco a poco. Jamás había experimentado esa sensación con anterioridad. Y ahora que había aparecido, no iba a dejarla escapar. Costara lo que costara.

Al finalizar aquella clase, donde Sam — había decidido que así la llamaría — no había dejado de dibujar en un extraño bloc de notas, se dirigió  al aula en el que siempre se refugiaba a pensar. La había descubierto unos años atrás. La puerta, estaba completamente tapiada, por lo que desde fuera nadie notaría que había sido cerrada. Sin embargo, un día, fijándose en el número de ventanas que tenía el edificio desde fuera, advirtió que algo no cuadraba. Y explorando entre los armarios de la clase en la que su madre impartía, divisó un hueco que conducía a aquel extraño lugar. Desde entonces, allí acudía a refugiarse. Tenía que dar la típica imagen de chico duro si quería ser aceptado por todos sus compañeros. Y así había conseguido ser quien era. Sin embargo, nadie lo conocía realmente, y temía que a Sam, precisamente, le ocurriese lo mismo.

Estaba observando por la ventana a todos los estudiantes de Starside. Era bastante agradable contemplarlo todo desde fuera. Como si de una simple película se tratara. Pero aquel día, algo llamó su atención. Y, cómo no, era nuevamente esa chica. ¿Qué diablos estaba haciendo? ¿Por qué saltaba aquella verja? No pudo continuar con esas cuestiones porque, en seguida, la vio correr y, de la nada, desapareció. El corazón le dio un vuelco, y su inmediata reacción fue dirigirse hacia el lugar en el que, misteriosamente, Sam había desaparecido.

Al llegar a aquel lugar nada transitado por los estudiantes, no supo por dónde empezar. Estaba dando vueltas en círculos, intentando encontrar alguna explicación coherente al por qué de la desaparición de la chica. Durante un largo rato analizó detalladamente cada rincón de ese lugar. La hierba parecía más que normal, de modo que no sabía por dónde coger. Estaba a punto de rendirse cuando, debido al cansancio, tropieza con una piedra y casi cae al suelo. Bendita piedra. Justo en aquel momento una grieta duramente visible comenzó a abrirse paso en el suelo para, de la nada, atraerlo hacia ella y conducirlo a otro lugar.

Definitivamente había perdido toda su cordura. ¿Dónde demonios estaba? Tenía que ser un sueño. Estaba seguro de que lo sería. En cualquier momento escucharía los gritos de su madre indicándole que llegaría tarde si no se levantaba ya. Pero aquello no sucedía, por lo que comenzó a pensar qué hacer. ¿Seguir adelante y descubrir de qué iba todo aquello? ¿o darse media vuelta y regresar? Aunque, contemplando a su alrededor, se dio cuenta de que no tenía idea alguna de cómo regresar. Todo estaba oscuro. Demasiado, para su gusto, pues sus ojos apenas lograban adaptarse a tal falta de luminosidad. A lo lejos, sin embargo, parecía que entraba algo de luz. Por lo que estaba claro que algún tipo de salida tendría que haber. O lo que fuera. Pero algo, era algo. Así que comenzó a caminar en busca de aquella claridad. Aparentemente se encontraba en un túnel. Demasiado antiguo, pues se veía que había sido elaborado puramente con piedra, bastante agrietada por el paso del tiempo. Parecía que, en cualquier momento, se derrumbaría, así que reemprendió el camino rápidamente.

"¿Dónde se habrá metido esta chica?", "¿Está loca o qué le pasa?". Era lo único que se preguntaba James una y otra vez. Casi podía sentir que estaba llegando al final de aquel intento de túnel, y ni rastro de ella. Continuó caminando imaginándose posibles lugares que podrían hallarse al otro lado. Pero lo que estaba claro era que jamás hubiese imaginado lo que realmente encontraría allí. Por fin la veía. Sí, era una salida. Mentalmente agradeció esto, pues no hubiese sido nada agradable encontrarse con una simple rendija, y finalmente salió de aquel extraño lugar. Empezó a mirar hacia un lado y hacia otro, y cuando se dio cuenta de dónde se encontraba, era incapaz de salir de su asombro.

-          No puede ser. Coldfire - dijo sorprendido.

-          ¿Qué haces aquí? — y entonces la vio aparecer de entre los árboles que detrás de él se encontraban.

-          Sam, yo... - enseguida paró al darse cuenta de su error.

-          ¿Sam? ¿De qué me conoces?

-          Lo siento, Samantha. Vamos a la misma clase. Me llamo James.

-          ¿Me has seguido? — cuestionó inmediatamente asustada.

-          Bueno, más bien te vi desaparecer de la nada y pensé que te había ocurrido algo.

-          Estoy bien — añadió secamente.

Y entonces James fue incapaz de vencer a su curiosidad.

-          ¿Por qué eres así?

-          ¿Así? ¿Cómo?

-          Estás a la defensiva. ¿Tienes miedo de algo? ¿De alguien, quizás?

En aquel instante su rostro palideció, haciendo que James se asustara.

-          No deberías estar aquí.

Aquellas fueron las últimas palabras que escuchó de ella. Porque entonces todo se fue oscureciendo. Le dolía demasiado la cabeza y, aunque oía la voz de Sam conversar con otra persona, era incapaz de diferenciar de quién se trataba. Intentaba abrir los ojos una y otra vez, pero el cansancio pudo con él, y pronto perdió el conocimiento.

Entre las Estrellas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora