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La puesta de sol estaba más que hermosa, llego el momento en donde cielo y mar eran uno mismo, en donde todo tenía el mismo color, en donde lo único que se distinguía era una estrella que se escondía. Y para esto solo había un observador, nunca pensó encontrar la playa tan vacía. Por un momento el dudó si era su imaginación o simplemente ya sólo se escuchaba la oleada del mar, quizá como había pasado con el paisaje, ahora el sonido también se volvía uno sólo.
Y estaba tranquilo, como nunca lo había estado, y olvido sus culpas y sus tormentos, y miro, quieto, y se perdió en el infinito.
Se tiro de rodillas y puso sus manos en la arena, y sus dedos sintieron la humedad, y sus rodillas dolieron por el impacto, y le abordó un sentimiento tras otro, y le fue difícil identificarlos puesto a que parecía que intentaba percibir que carta iba detrás de otra justo cuando la barajeaban, le era imposible. Y se pidió perdón, y dejó caer lágrimas al mar, donde tal vez siempre habían pertenecido, unas lágrimas que valían ante todo la pena soltar, pues las había retenido por meses, y ya era justo soltarlas, dejarlas ir.
Y aquella estrella se escondió, y dejó a aquel pobre hombre tirado, escuchando la oleada del mar y sintiendo al margen sus sentimientos, de algo estaba seguro, era el mejor lugar para hacerlo, y el momento no volvería a repetirse.

Y la estrella salió de nuevo, como lo tiene que hacer día tras día después de esconderse, pero esta vez, la playa estaba vacía, no había señal de que horas antes para un sólo hombre, había sido increíble e indestructible el momento de cambiar de piel. Habría sido magnífico estar ahí, y aprender el magnífico suceso.

Cuando las estrellas se apagan.Where stories live. Discover now