Loving The Innocence

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  [Justin]

Intento besarla una vez más y sus manos siguen haciendo fuerza en mi pecho. ¿Qué demonios está mal con ella? Sé que quiere esto tanto como yo. No sé cómo, pero, maldición, lo sé. No sé de dónde saco coraje y la tomo con fuerza, subiéndola a mi regazo. Su pollera se sube ante éste movimiento y su zona femenina choca con mi dureza. Suelto un gemido y ella se queda quieta. No puedo evitar quejarme ante esto; no está respondiendo a mis movimientos como esperé que lo hiciera.  

  —Bésame—digo en algo que se parece a una súplica. La pequeña se ve ida. Su pelo está alborotado y sus mejillas sonrojadas; sé que está excitada. Pero tiene malditos principios y ética que no la dejan continuar. 

—No, profesor—contesta con firmeza y se pone de pie delante de mí. Su camisa está arrugada y su pollera torcida. Se ve... 

Wow.  

  —No me digas profesor—escupo, enfurecido ante su trato.

—Es lo que eres; mi profesor. Y tienes veinticinco años. Estás metiéndote con una menor de edad, ¿sabes eso?

—Sí. —afirmo con determinación.

—Esto es ilegal, y no me has forzado, pero es incorrecto, ¿sabías eso también?

—Sí. —vuelvo a decir pero no estoy tan furioso como antes. Está enojada y caliente. Me fascina y me enternece.

—Así que si me pones un dedo encima otra vez y alguien se entera, podrías ir pr...

Está tan ocupada regañándome que no se da cuenta que estoy de pie, justo frente a ella. Mi mano se cola por debajo de su falda y aprieta su pequeño culo. Jesús...

—Ahí está el punto—gruño—: nadie se enterará.

Ella aprieta sus labios en una línea recta e intenta mantener su respiración regulada. Pero no puede. En cuanto hacemos contacto, su pulso se acelera de nuevo. Puedo sentir su aroma justo desde aquí. Tomo su barbilla con mi mano libre y la levanto, obligándola a que me mire justo a los ojos.

—Mírame y dime que no me deseas. Dime, con toda tu sinceridad, sin mover tus ojos de los míos... dime que no quieres esto y te prometo que te dejaré en paz para siempre.  

  No me importa cuánto he esperado para esto, si ella no quiere, está bien. No la forzaré y me las arreglaré con mi mano en el baño... o con alguna profesora de mi edad que sea mi compañera. Eso debería haber hecho. Agarrarme una profesora. Pero desde el primer día que ví a esta pequeña...
Me siento un cretino por haberme fijado en ella, pero era algo inevitable. Para sus quince años, al hablar, al actuar, al expresarse... parecía mucho más grande. Sus ojos tenían inocencia y conocimiento. Sus labios eran carnosos, rosados, preciosos. Ella no se daba cuenta, pero en los recreos, era el punto de atención de cada mirada masculina de la institución.
Es completamente hermosa, y si me da el sí, no dudaré ni un segundo en quitar su inocencia utilizando toda la experiencia que recolecté en los últimos años.

  —Es que...—susurra—no es correcto.

—Eso lo sabemos. Pero dicen que lo prohibido es lo que más gusta...—digo y empiezo a acariciar su cuello. Sus clavículas. El pequeño monte de sus pechos... Mis labios se acercan a su lóbulo y lo succiono con suavidad. —Puedo enseñarte cosas... muchas cosas.

La pequeña, vulnerable, se pone débil bajo mi tacto y cierra sus ojos, soltando un gemido.

— ¿Cosas?... —su voz está temblorosa. Sus brazos están pegados a su cuerpo. Está dura, pero deja que yo siga; no se queja de mis besos.

—Sí, muchas cosas. Puedo quitar esa inocencia y ese pudor que sientes—mis labios están en su cuello ahora y ella respira pesadamente—, para reemplazarlo con deseo.

— ¿Deseo de...?—está luchando contra el impulso de tocarme. Puedo sentirlo. Mis húmedos besos bajan por su clavícula y muerdo despacio.

—Deseo de experimentar. De conocer. De disfrutar—murmuro. Mi vista está nublada por la lujuria y la pequeña parece no contenerse más. Sus manos, débiles, se apoyan en mis caderas y me pega hacia ella. Con gusto la dejo y le permito que sienta mi dureza chocando con su vientre—¿Te gusta?  

  No contesta pero está soltando alguna especie de ronroneo mientras me froto sutilmente contra su cuerpo. Mis manos se cuelan debajo de su pollera y la levanto hasta su cintura. Ella chilla de sorpresa y vergüenza, pero la apaciguo con la mirada.  

  —No lo sientas—le sonrío para tranquilizarla—. Eres preciosa... 

  Me pongo en cuclillas y empiezo a besar sus piernas. Sus bragas están a la vista y me da ternura ver los dibujos de flores sobre ésta. Sin aviso, las bajo hasta sus talones. La reacción reflejo de mi alumna es cubrirse con sus manos, pero las quito de mi camino y observo su monte de Venus.

Tiene algunos rizos oscuros, pero no me importa. Eso sólo me hace desearla más. Con cuidado, abro sus piernas mientras ella sigue de pie... me agacho un poco más y hundo mi cara en su feminidad. Suelta un gemido que parece más un sollozo e intenta alejarme, pero termina por tomarme del cabello y para pegar mi cara completamente a su zona baja. Se retuerce de placer mientras mi lengua hace lo suyo, desplazándose en círculos en su punto externo. Me agarro de sus muslos para profundizar más y me encargo de meter un dedo dentro de ella. Su vagina se contrae contra éste, apretándolo con su humedad y calidez y me doy cuenta de que es virgen.

  La verdad es que me sorprende, pues su grupo de amigas es todo lo contrario. Sus descaradas aventuras circulaban en las lenguas de los mismos profesores. Pero ella era la excepción, al parecer. Eso quiere decir, que si esto continúa... tendré el maravilloso honor de ser el primero. Sólo pensar en lo apretada que se podrá sentir, hace que mi pene esté a punto de explotar en mis pantalones. 

  Sus piernas tiemblan frenéticamente y sus manitos se cierran en mi cabello. Me tira con fuerza contra ella misma y sus caderas se hacen hacia adelante. Mi lengua toma el lugar de mi dedo y me muevo en círculos, dándole su ansiado orgasmo. 

La joven suelta sollozos de placer y eso es música para mí. Me pongo de pie, despacio y la miro a los ojos.

Ya no brillan de inocencia.

Brillan de lujuria.  

 

The Teacher [J.B] OneShotWhere stories live. Discover now