Capitulo 2

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Esta vez el estruendoso sonido de los aviones bombarderos se oía más cerca que de costumbre, e iba acercándose de apoco, Steve Brin, quien en ese momento viajaba en su auto por la autopista desierta, podía oírlos con toda claridad. Tenía miedo, miedo de que arrojaran una de esas bombas que solían arrojar, no sabía de cuales, y desconocía por completo todo o que tuviera que ver con aviones y balística, pero algo estaba claro para él, podría no ser un especialista, pero sabía que esos aviones arrojaban bombas, y si estabas cerca te morías. Continúo andando y parecía que los aviones estaban cada vez más cerca, no lograba distinguirlos en el tenebroso cielo crepuscular. <<si me ven, seguro me atacaran>> pensó. Giro de improviso el volante de su auto rojo, no pensó en hacerlo, simplemente lo hizo como impulsado por una fuerza más poderosa que él, una fuerza que quizá era el sentido común, o quizá su subconsciente. El hecho es que el sentía que habría preferido continuar la marcha en lugar de desviarse y estacionarse bajo las arboles del bosque que bordeaba la autopista para que los aviones no lo vieran. Sentía que hubiera preferido que los aviones lo vieran << ¿Por qué? ¿Por qué querría eso?>> tal vez porque sabía que si lo veían le arrojarían a la muerte en aquellas bombas que no solo lo destruirían a él sino a todo lo que lo rodeaba en un radio de 300 m << ¿300 m?, vaya a fin de cuentas parece que si sabes algunas cosas sobre balística>> pero aquello de lo que no estaba seguro era de por qué quería morir, una parte de él estaba realmente cansada de vivir en el mundo actual, las epidemias de enfermedades desconocidas, altamente contagiosas, y difíciles de tratar que se expandían a toda velocidad por toda Europa, la destrucción casi masiva de áfrica con bombas nucleares, la cantidad de personas muertas en china y Japón por terremotos, sismos y tsunamis, el ser consciente de que se encontraba en plena época de la tercera guerra mundial, el no saber cuándo acabaría, el no saber cuánto tardaría el mundo en recuperarse, y ahora el hecho de que había tenido que abandonar su casa eran razones más que suficientes como para cansarse del mundo, de vivir así.

Detuvo el motor del auto, deslizo las manos del volante y dejo que estas descansaran a los lados de su cuerpo, tenía los brazos doloridos, llevaba horas manejando. Recostó la cabeza contra el asiento, cerró los ojos. El ruido de los bombarderos era ya insoportable, estaban demasiado cerca. Miró por la ventana, a lo lejos pudo verlos, eran tres, parecían ser alemanes, arrojaron sus bombas, desde lejos parecían tardar en caer, desde donde el estaba parecía ver todo en cámara lenta. De pronto, reaccionó. Apartó la mirada de la ventanilla y encorvó la espalda, coloco las manos en su cabeza, como para protegerse, aunque ante una bomba nuclear sus manos poco y nada protegerían a su cabeza de los daños. El ruido fue ensordecedor, uno que nunca había escuchado antes de tan cerca, y no,, no era una bomba nuclear, sintió como su auto se inclinaba la derecha impulsado por la onda expansiva de la bomba, según lo que fue capaz de notar, el lado izquierdo no se levantó más de 30 cm del suelo. En un par de segundos, su vehículo estaba de nuevo en la posición correcta y no oscilando entre voltearse o acomodarse. El ruido tardo un poco mas en desaparecer, levanto la cabeza y miró por la ventana, los aviones se alejaban y con ellos su ruido de propulsores. Miró a lo lejos pero no pudo ver nada, los arboles se lo impedían, aunque muchas, demasiadas podríamos decir, de sus hojas se habían caído y se hallaban ahora en el suelo revoloteando en la escasa briza fresca de principios de otoño.

Steve pasó en marcha su auto y comenzó a andar en dirección a donde había sido arrojada la bomba. El estaba seguro de que por allí no había mas que arboles y no entendía porque arrojarían una bomba a un motón de arboles. Finalmente, a unos metros de esquivando troncos, encontró una especie de camino para vehículos (tenia el tamaño adecuado, y en el suelo se podían ver las marcas de neumáticos, largas franjas a los lados del camino en las que no crecía vegetación). Comenzó a recorrer el camino y luego de unos minutos y yendo a una velocidad regular, de vez en cuando aumentándola cuando se daba cuenta de que el tiempo pasaba y no llegaba a ninguna parte, divisó a lo lejos un motón de escombros que seguramente antes habría sido un edificio de dos pisos, quizá tres, aunque esto ultimo no era muy razonable, puesto que desde la autopista no se lo podía ver. Una vez que estuvo cerca del edificio, o de lo que quedaba de el, estaciono su auto con dificultad en lo que quedaba del estacionamiento. Bajó del auto y notó que aquel edificio no tenia ningún cartel, ni había nada que indicara de que se trataba, pese a esto el estaba seguro de que no era un edificio residencial, no era un museo ni una clínica, era blanco (o había sido), se acercó a los escombros y notó que la temperatura era mas alta, los examinó con la vista, y sus redondos ojos verdes no pudieron ver lo que buscaba: personas. Sabia que existía la posibilidad de que hubiese habido alguien dentro, de ser el caso estaría muerto, pero pretendía encontrar heridos, alguien a quien pudiera ayudar, alguien.

Estuvo de pie unos minutos contemplando aquel montón de escombros, pensando en los restos humanos que habría entre ellos, en la sangre, en las tripas, porque si habían sido aplastados era seguro que se abrían reventado, que el contenido se les haría salido, que se le habrían salido las tripas. Aquella escena de destrucción no era nada comparada con las imágenes satelitales de Asia que había visto en la televisión, días atrás cuando todavía se transmitían los noticieros, cuando las personas todavía se ocupaban de ir a trabajar, porque ahora estaban todos encerrados en sus casas, o muertos en la calle, y solo salían para conseguir alimento.

Luego de un rato de reflexión volvió en si, se dio cuenta de donde estaba y decidió irse. Curiosamente no lo hizo por donde había venida, cuando notó que había otro camino que salía de aquel edificio se dispuso a recorrerlo para saber a donde llegaba. Unos minutos después vio a lo lejos a una adolecente, tendría entre 15 y 16 años de edad, caminaba en la dirección contraria la que el iba. Cuando lo vio se detuvo a un lado del camino, <<para que caminar, si viene hacia mi>> como esperando a que el llegara hasta donde estaba ella. Fue bajando la velocidad del auto de apoco, hasta que se detuvo al lado de ella, tenia los ojos grises y redondos, denotaban una expresión de triste confusión, llevaba el cabello corto, era castaño y brillante, lo que le recordó a Steve que habían pasado ya casi tres semanas desde la ultima vez que él se había bañado. Tenia la piel blanca, y vestía de rojo. Steve bajó la ventanilla del auto para hablar con la chica.

-¿Qué haces aquí?- Preguntó.

-Me escapé, tiene que ayudarme, unos sujetos me persiguen!- respondió ella, y su voz sonaba extrañamente dulce, como suena la voz de un niño que habla de un problema que sabe que es grave, pero no entiende bien por qué, pero que sin embargo esta seguro de que se solucionara pronto y que luego todos serán felices.

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