Atrapada

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La habitación era pequeña, contra una pared estaba la cama, de dos plazas, que por su tamaño hacia que se viese más pequeña aun, por no mencionar el armario y las cómodas que contribuían a reducir el espacio. No tenía ventanas, por lo que su única fuente de iluminación era una pequeña lámpara de luz, más amarilla que blanca, que colgaba del techo en el centro de este. Ella se encontraba sentada en la cama, con los pies en el suelo, acababa de introducirlos en sus zapatillas deportivas. Estaba con la cabeza gacha, las manos sobre las rodillas, pensando ¿Cuánto tiempo llenaba allí? ¿Cuánto tiempo hacia que aquello ocurría? Prefería no recordar, prefería no pensar, aunque quisiera recordar, tratar de repasar y analizar la situación, no podría, la angustia y la desesperación se lo impedirían, y, consecuentemente, aquella desesperación terminaría convirtiéndose en pánico y luego en locura. Frente a ella, a aproximadamente dos metros, tal vez menos, estaba la única entrada a la habitación: una puerta de madera oscura, color caoba. Alzó la vista y sus ovalados y brillantes ojos grises observaron por un momento a la enorme puerta, ella sabía que él estaba detrás de la puerta. Siempre había sido igual ella escuchaba la llave girando en el interior de la cerradura, abriéndola; el entraba a despertarla; ella se vestía y un momento después el entraba en la habitación. Claro la primera vez no fue así, ella no sabía que él estaría parado detrás de la puerta de modo que intento escapar, al abrirla y verlo noto que se había equivocado, se dio cuenta de que era imposible escapar, el mismo se lo había dicho: -No puedes, ni siquiera lo intentes, no puedes-. Y aparentemente era cierto. Tristemente cierto. Comenzó a atar los cordones de sus zapatillas tratando de no pensar en nada, terminó y alzó la vista nuevamente hacia la puerta. Permaneció en silencio un momento hasta que notó que detrás de la puerta no solo estaba él, si no que estaba con alguien más, hablando. Se puso de pie y dudo por un momento, pero entonces recorrió de manera discreta y silenciosa la poca distancia que la separaba de la puerta. Apoyó su mano suavemente contra la pared y luego colocó su oído sobre la ranura entre la puerta y el marco de esta para escuchar.

-Ese es tu problema- escucho que él le decía a su, para ella, desconocido acompañante

-Aun así también te afectara de cierta manera si no intervienes, eso lo convierte en tu problema- respondió el sujetó desconocido.

-Mira, has lo que quieras- parecía que él comenzaba a perder la paciencia- usa todo lo que necesites y ya no me molestes-

-Bien- contestó el sujeto extraño y ambos permanecieron en silencio. Luego, pasos, el ruido de pasos alejándose por el pasillo. Ella se acercó más aun a la puerta, noto entonces que eran los pasos de dos personas ¿acaso él se estaba yendo? ¿Qué no se suponía que permanecía parado detrás de la puerta? ¿Esperándola? ¿o se iba sin que ella lo notara y luego volvía? ¿Cuánto tiempo llevaba haciendo eso?. Tantas preguntas estaban molestándola, dio un paso atrás, suspiró hondo y se decidió a abrir la puerta. Acerco su mano despacio, como dudando de su decisión, y a escasos centímetros del picaporte de la puerta su mano se detuvo de repente. Lo había escuchado toser, el seguía ahí, parado detrás de la puerta. Volvió a la cama y se sentó de manera silenciosa, miraba la puerta, había estado a punto de abrirla. Estaba agitada, respiraba rápido, tenía miedo, miedo de lo que podría haberle ocurrido, y de lo que iba a ocurrirle. Notó de repente que el picaporte comenzaba a moverse, se sobresaltó y agacho la cabeza. La puerta se abrió y luego de dar un paso él ingresó en la habitación.

-Apresúrate- le ordenó, ella se puso de pie y camino hacia él, sin mirarlo. Él se apartó para que ella atravesara el umbral y saliera el pasillo, cerró la puerta y colocó su mano derecha en el hombro izquierdo de ella, comenzaron a caminar hacia la dirección en la que se habían alejado los pasos de aquellas dos personas. Ella ya no sabía que pensar, que hacer, pero en un momento de inconsciente desesperación, guiada por su instinto, de manera impulsiva decidió intentarlo “ni siquiera lo intentes”, recordó que él le decía “no puedes” pero aun así quería intentarlo, ¿valía la pena confiar en si misma? ¿Creer que podría escapar, pensar que sería capaz, aunque en el fondo, muy en el fondo supiera y estuviese consiente de que era imposible, de que solo quería creer en eso por tener algo en lo que creer? ¿De que solo se imaginaba esas falsas ilusiones para no enloquecer de tristeza, de depresión? Dio un paso atrás, giro y comenzó a correr, enseguida noto que luego de un instante de desconcierto él comenzaba a perseguirla. –¿Qué mierda crees que estás haciendo?- le gritó el, ella continuo corriendo y en su mente solo escuchaba la misma frase una y otra vez “No puedes, ni siquiera lo intentes, no puedes”, “No puedes, ni siquiera lo intentes, no puedes”, “No puedes, ni siquiera lo intentes, no puedes” .”Si puedo” pensó y comenzó a correr más rápido, la casa era grande y tenía muchos pasillos, pero estaba casi segura de hacia donde se dirigía. Dobló en la esquina de uno de los pasillos que había atravesado en su inconsciente y desesperado intento de fuga, trató de abrir algunas puertas pero todas estaban cerradas, bajó las escaleras lo más rápido que pudo y se volteó para darse cuenta de que el aun la seguía, no iba dejarla escapar. Corrió hacia la puerta de atrás de la casa, pero antes de llegar a ella esta se abrió y entraron dos sujetos. Ella se detuvo y miró a los dos sujetos, decepcionada porque su intento de huida hubiese fracasado y temerosa de las consecuencias de aquello. Escucho los pasos de él acercándose. Ambos sujetos miraron detrás de ella. Él dejó de correr, se acercó y, parado detrás de ella, coloco sus manos sobre los hombros de la chica, luego observó a los dos sujetos. -Pueden irse- les dijo y ambos se retiraron por la puerta por la que habían ingresado.

-Ven conmigo- Dijo su captor. Y ella no podía negarse, accedió.

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