Parte 2, Una pizarra mental.

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El viaje fue agradable, al menos lo que se podía esperar de un vuelo transcontinental al sector más deprimido del planeta.

O como diría un Carmona, al cochino y sofocante orto del mundo.

Dubai era solo una polvorienta mancha de concreto medio tragada por la arena, una antigua ciudad turística, alternativa y macabra, una disneylandia jurásica nunca terminada; anchas avenidas a nivel de suelo repletas de escombros, edificios derruidos, e inmensas piscinas secas y mohosas.

Weller siguió las instrucciones al pie de la letra, un aero coche robot del hotel lo recogió y lo llevó al solitario rascacielos por calles semivacías, en un semáforo vio a un hombre arrodillarse y orar, en solo segundos otros aparecieron y se lo llevaron entre golpes. Ser musulmán podía ser una buena idea en algunas colonias lejanas de la nueva frontera, pero en la vieja tierra era malo para el turismo.

Antes de bajarse, insertó el cristal de datos en su conector del cuello, cargando el programa, lo que le dio un ligero dolor de cabeza menos parecido a una resaca de lo que recordaba.

"¿Me escucha don Peter?"

-Shit, now I hear voices.

"Soy su operador, lo guiaré en su misión desde el ciber espacio, puede llamarme Lucho, levante la mano derecha para calibrar el sistema"

-¿Puedes ver todo lo que hago?

"En cierto modo, además de sus sentidos, puedo conectarme a las cámaras y sensores del edificio, así como los servidores de la ciudad, en general no son de tecnología muy reciente, así que no es difícil, con eso puedo guiarle en cada paso y darle algo de ayuda".

-¿Se da cuenta que no sé qué estar haciendo?, este no ser la clase de trabajou que estoy acostumbrado.

"Considerando que prácticamente ninguno de nosotros podría pasar desapercibido entre tantos nazis, creo que no tenemos opción, quédese tranquilo, es cosa de seguir el plan y verá como está de vuelta en su oficina en un par de horas, además el patriarca no le habría dado más de lo que pueda masticar".

-Suelo asfixiarme con los encargos de Hernán.

"Jajaja, amén, don Peter".

Entró al edificio por un atrio en el segundo piso, dos muchachos rubios lo esperaban y lo guiaron a uno de los ascensores, algunos huéspedes y personal deambulaban con rostros aburridos, entre muebles añejos y decoraciones sin color.

Aunque el rascacielos tenía más de doscientos años y en muchos lugares se podía apreciar una sensible falta de mantenimiento, o lisa y llanamente buen gusto, en general parecía funcionar aún decentemente. Ese probablemente era otro punto a favor de Weller, los chilenos solían sentirse muy nerviosos con los edificios viejos o con cualquier cosa que no hubiera sido hecho para resistir el terremoto de Valdivia de 1960, o peor, el de Pisagua del 2082.

Juzgando su pobre aspecto, el Burj al khalifa no soportaría ningún sismo que despertara a los Carmona, menos uno que los pusiera nerviosos.

Tomaron un ascensor panorámico doble, que comenzó a subir con un chirrido no muy agradable, los ventanales, aunque rayados y con grafitti, le mostraron una vista bastante agradable de la poco atractiva ciudad.

-Esto estar un poco descuidado.

Weller casi se tapó la boca asustado, el comentario lo había hecho para Lucho, en español, pero por supuesto había resonado en todo el ascensor, los dos nazis lo miraron con cara de pocos amigos.

El muchacho a derecha respondió con un sonido gutural, que le dio a entender que no eran amantes de la buena conversación, o no habían entendido un carajo.

"Don Peter, recuerde que no tiene una interfaz neural muy moderna, solo usted puede escucharme, pero si me habla, lo hace en voz alta, si quiere comunicarse conmigo debe pensar la respuesta"

Weller levantó una ceja, nunca había podido acostumbrarse a las interfaces neuronales, lo de concentrarse en dos cuerpos, uno real y uno que se comunicaba con la hipernet, era antinatural, ni siquiera había sido muy asiduo a la realidad virtual cuando niño, quizás fue una de las razones por las que se hizo contador, y también del porque aun usaba una calculadora de bolsillo.

Intentó concentrarse en hablar sin mover los labios, pero sentía como sus pensamientos se mezclaban de forma inconexa irremediablemente.

"Ok, ya entiendo que le cuesta, hagamos algo mejor, si quiere comunicarse conmigo, escríbalo en su mente, con letra manuscrita visualizando una pizarra, es lento, pero le resultará más simple".

Weller trató de imaginar una, pero la única que podía recordar era la de cuarto grado, no una época muy feliz de su infancia, así que la desechó, en cambio se concentró en la pizarra que había visto a bordo de la "Carmina".

"Míster, mostrarme una pizarra que dice Pico pal que lee no es lo que pretendía".

Don Peter soltó una risita, que le ganó otra mirada de desagrado de sus compañeros de ascensor.

Las puertas se abrieron en el piso 148, a pasillos que llevaban a un amplio salón que abarcaba parte de la planta, repleto de sillones ajados, la mayoría de los cuales apuntaba hacia los ventanales.

Un exclusivo mirador donde lo esperaban varios muchachos recién entrados en los veinte, un grupo algo ecléctico, el mayor era un rubio de metro noventa y vestimenta militar antigua, probablemente el líder.

Junto a él, un mocoso más bajo, de cabello morado y un implante ocular barato, debía ser el segundo al mando, detrás, varios guardias armados con caras de pocos amigos, cosa de perogrullo para los nazis.

La nula uniformidad de estos, que iban desde un petizo de metro cincuenta hasta un refrigerador de dos metros, aunado a que obviamente no parecían muy en forma, le permitió descartar la presencia de androides.

"Los nazis odian los simulantes, aunque hay un par de droides de combate de modelo muy antiguo en los pisos inferiores, don Peter"

-¿El profesor Jones, supongo? –le dijo el hombre alto, en un imperfecto inglés con un marcado acento alemán.

-El mismo.

Weller se cuidó mucho de gesticular el asco que le daba el teutón, los nazis eran un anacronismo bastante poco divertido, después de todo habían casi jodido el mundo, dos veces, con eso no podían esperar que la gente los quisiera, mirar feo a un gitano era discriminación, a un nazi, era buenas costumbres.

-Soy Hans, Hans Gruber.


Mister Carmona goes to DubaiWhere stories live. Discover now