Capítulo 14.

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William corría por el bosque sin mirar atrás. La adrenalina recorría su sangre mientras que el miedo trataba de ganar terreno.

Si miraba atrás, se arriesgaba a ser atrapado por una de las bestias. Quizás, haber conocido a la Dama de Blanco no había sido tan buena idea como parecía.

El pueblo se divisaba en la lejanía. William no podía ir allí. Pondría en peligro a todos, incluso si le gustara la idea de que cualquier monstruo que lo perseguía acabara con la vida de su padre por él.

Giró, esquivando a Luca LeBlanc, quien había saltado para atraparlo. Siguió corriendo. Estaban jugando con él. Ellos eran los gatos y, William, el pobre ratón que intentaba atrapar el queso y huir con él sin que los gatos se lo comieran.

Pero Peter Terrance lo atrapó, colocándose frente a él. William no tuvo tiempo ni de frenar ni de usar sus poderes. El vampiro ya le había cortado el cuello con sus propias manos.

– ¡No! —Exclamó William, abriendo sus ojos de golpe.

– Eh... Ya está... Sólo ha sido una pesadilla... —Duke estaba sentado a su lado.

– Lo... Lo siento...

– No pasa nada. —Le respondió el cambiaformas— Además, aún no estaba durmiendo...

William miró hacia la ventana donde observó como las Almas recorrían los jardines. Duke tenía la ventana un poco abierta, lo suficiente para dejar salir el humo del cigarro que se estaba fumando.

– ¿Puedo unirme? —Preguntó el brujo, sentándose sobre su cama.

– Claro.

Duke no era tan mal chico como dejó ver en un principio. O eso, o confió en William desde el primer momento, dejándose ver como era él realmente.

El brujo elevó su dedo índice para encender el cigarro que Duke le había ofrecido, colocándoselo en la boca. Una pequeña llama salió del dedo, quemando la parte final del cigarro, comenzando a consumir parte de aquel.

– Ojalá pudiera hacer eso... Me ahorraría mucho dinero en mecheros que siempre acaban robándome al prestarlos...

– No los dejes, entonces... —El castaño rió, haciendo también reír a su compañero de habitación.

– ¿Puedo saber de que iba? —Preguntó Duke, apoyándose en el escritorio— La pesadilla, digo...

– Oh, pues... Yo estoy corriendo por el bosque. Había conocido a la Dama de Blanco y esta había dejado libres a Luca, Fréderik, Rebekah y Peter. Los cuatro me perseguían para matarme... Me dirijo a mi casa pero no podía poner en peligro a mi hermana, por lo que en un movimiento desesperado, giro para seguir corriendo... Peter me alcanza, me bloquea el paso, no me da tiempo a frenar... Y me corta la cabeza.

– Oh, eres sádico... Me gusta. —Ambos rieron, siendo silenciados por golpes en las paredes. Los demás querían dormir y estos dos, además de los previos gritos del brujo, lo estaban haciendo difícil.

– No soy sádico... Sólo soy realista. Después de todo lo que les he hecho, cortarme la cabeza, es lo mínimo que querrán hacerme.

– También tienes razón... —Comentó Duke, acabando la frase con un incómodo silencio— ¿Quieres ver algo gracioso?

– Sorpréndeme.

Duke se levantó, colocándose junto a las camas, al lado de la puerta de salida. Miró a William y, soltando un "¡tachán!", se transformó en Peter.

– ¡Oh, mírame! Soy el gran Peter Terrance. ¡Me creo guay pero me faltan letras! ¡Soy un vampiro muy terrorífico y cuando me aburro, a virgencitas por el bosque persigo!

– Oh, dios... ¡No hagas eso! —Exclamó William, entre risas.

Lo que ninguno de ambos sabía, era que a través de la ventana, la figura de una mujer vestida de blanco se los quedó mirando fijamente. Una sonrisa pudo dibujarse en su rostro, pero, antes de que alguno de los dos muchachos pudiera darse cuenta de su presencia, ya se había marchado.

Alguien llamó a la puerta. Duke volvió a su verdadera forma. William dejó de reír y dio permiso al desconocido visitante. Abrahel aparecía del pasillo. Con una torcida sonrisa y un apretado uniforme, anudado con objetivos sensuales.

– ¿Abrahel? —Duke fue el primero en hablar— ¿Qué haces aquí? Sabes que está prohibido acceder a los dormitorios del sexo opuesto por la noche...

– ¿Y desde cuándo ese ha sido un problema para alguno de los dos? —El tono de Abrahel sonó confiada. Como si supiera más de la cuenta— Además quiero darle la bienvenida al internado al nuestro guapo chico nuevo.

– Mi nombre es William Morrison y soy un brujo. O eso me han dicho... —William le ofreció la mano, pero Abrahel rió.

– En mi vida no nos presentamos así... Deja que te enseñe como se hace...

Abrahel se acercó a William y colocó sus manos sobre las del muchacho, dispuesta a besarlo. El brujo no se resistió, queriendo ver hasta donde era capaz de llegar la reina de las súcubos. Aunque no tuviera idea de como sabía aquello.

Pero, al mínimo tacto de las manos de la demonio sobre la piel de William, hizo que el muchacho brillara con una cegadora luz blanca. Abrahel gritaba de dolor. Sus manos se quemaban. William no sabía que ocurría y Duke se tapaba los ojos.

– ¿¡Qué está pasando aquí!? —La voz de Beau sonó desde la puerta. Abrahel desapareció de repente, haciendo que William volviera a su estado original— No puede ser... Entonces lo que dijo Delia era cierto...

– ¿Qué ha sido eso? —Preguntó Duke— Casi me quedo ciego...

– Beau... Tú sabes la verdad...

– Pronto la verdad será revelada... Yo no soy quien para decir nada...

– Eres mi ángel de la guarda... Tienes que contármelo...

– Lo siento, Will... Ahora descansa. Mañana es un nuevo día...

El brujo no entendía nada. Al mismo tiempo se preguntaba donde se encontraba Abrahel. Los bloqueadores del internado debían bloquear sus poderes. Pero había desaparecido sin más.

Duke se quedó mirando a su colega y esperó a que este se quedara dormido. Poco a poco los ojos del cambiaformas se notaban más cansados. Finalmente se quedó dormido.

A la mañana siguiente, William se levantó sin necesidad del despertador. Una vez despierto, despertó a su amigo, provocando unas descargas eléctricas en la cara de Duke.

– ¿¡Pero qué coño!? ¡Joder, Will! ¡Déjame dormir!

– Feliz acción de gracias, Will... —El brujo imitó a su compañero de piso— Oh, gracias Duke, igualmente... —Se auto respondió, siguiendo con la broma.

– Muy gracioso... Sí, señor... Aún no ha sonado ni el despertador...

– Como quieras....

William elevó las sábanas de la cama de Duke, destapándolo por completo. Con la mano libre, abrió la ventana, dejando pasar todo el frío. Y golpeó varias veces la cara del cambiaformas con la sábana voladora.

– Maldita sea... Tú ganas... —Se quejó Duke, levantándose de la cama— Pero me vengaré... Que quede claro.

Tras La Puerta Del Infierno [Remastered]Where stories live. Discover now