Capítulo 43.

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En el otro lado del mundo, en el desierto de Australia, Beau, Karen y Elizabeth buscaban a los padres y al chico del que la muchacha estaba enamorada. La voz de Saúl los alertó.

– Primero habéis asesinado a Ajiel. Luego a Zebulón. Y ahora... A mi hermano Kadosh. —Su voz sonaba temible, fría, cortante— No pudisteis encontrar los otros dos receptáculos, ¿verdad? ¿Sabéis por qué? Porque están en mi poder... —Tanto Saúl como sus rehenes aparecieron frente a los muchachos.

– ¡Papá! ¡Mamá! ¡Mike! ¡Tranquilos! ¡Hemos venido a salvaros! —Exclamó Elizabeth, chakram en mano.

– ¿Salvarlos? No me hagas reír... Voy a mataros uno a uno. Y empezaré por ti, pequeña.

– Cuando quieras. —Desafió Elizabeth, colocándose en pose de defensa.

– Algo no va bien... —Musitó Beau, haciendo que su esposa lo mirara— ¿No notas toda esa energía?

– Así es, mi querido ángel Beau. —Sentenció Saúl mostrando dos objetos en su mano. Ambos rotos por lo que cualquier cosa que estuviera dentro, ya no se encontraba allí— Estos son los dos receptáculos que buscabais. Sus poderes están en mi ahora. Por lo que...

– Tienes tanto tus poderes como los de tu hermano Ajiel. —Sentenció Karen, alejando a Elizabeth. Ésta pataleó, pero su ángel de la guarda era más fuerte.

– Así es.—–De su mano apareció una espada negra como la noche— ¿Preparados para morir?

Beau teletransportó a los rehenes lejos de allí. Sául desapareció de la vista de los dos adultos. Se escuchó un fuerte sonido agudo frente el pecho de Karen quien, al ver a Elizabeth posar de puntillas como si bailara ballet, se sorprendió, retrocediendo unos pasos.

Sául volvió a aparecer, mostrando su espada, la cual estaba a centímetros del pecho de la ángel, bloqueada dentro de uno de los chakram de la muchacha, quien usó el otro para intentar herir a Sául. Éste, al percatarse de ello, se teletransportó, intentando atacar a Beau, pero Elizabeth volvió a bloquear el ataque.

– Eres más rápida de lo que imaginaba. Estoy sorprendido.

– Tú tampoco te mueves lento... —Respondió Elizabeth, lanzando su chakram lejos de ambos.

Éste se triplicó, volando directamente hacia el Jerarca, el cual esquivó el ataque. Cada chakram colgó de los dedos de la Híbrida, la cual volvió con sus amigos.

– Será mejor que nos retiremos, Elizabeth... Aunque seas más rápida, él es más fuerte y más experimentado que tú.

– Además, Mike y tus padres ya están a salvo en Lexington Academy. Y tu hermano se preocupara por ti.

– Como sea. —Sentenció Elizabeth, desapareciendo junto a los ángeles.

Al llegar, Elizabeth se encontró con un silencio sepulcral. Al acercarse a su hermano, vio los cuerpos decapitados de Caleb y Evan. Dejó caer un grito ahogado, siendo abrazada por Mike, quien le tapó los ojos. 

Las nubes del cielo parecían aún más negras que cuando los Cuatro Jerarcas salieron del Otro Lado. Aún así, por todo el mundo, los Leviatanes y los Jinetes del Apocalipsis empezaron a desaparecer, volviendo allá donde estuviesen antes del fin del mundo. 

Todo empezaba a volver a la normalidad. Y la Humanidad había decidido tomar armas y defenderse de las criaturas sobrenaturales que dominaban las calles. Al parecer, no todo estaba perdido. Al parecer, la Humanidad había superado el fin del mundo.

– Hazlos volver. —Sentenció Katia, mirando a William— ¡Hazlos volver, Will! ¡Por favor! ¡Hazlos volver!

– No puedo, Katia... No sabemos si están en el Otro Lado. Y de ser así, no sé qué conjuro usar para traer Guardianes del Equilibrio...

– ¡Tiene que haber alguna forma! ¡Tiene que haberla! ¡No pude decírselo! ¡No pude decírselo!

Katia comenzó a golpear el pecho de William, el cual la envolvió entre sus brazos, entendiendo el dolor por el que estaba pasando. Sabía la razón por la que quería a Caleb y a Evan de vuelta. Sabía perfectamente por qué. Y le dolía no saber hacerlo.

– ¡No pude decirle que me gustaba! ¡No pude decirle lo que sentía por él! 

– Lo sabe, Kat... —Dijo Olivia, colocando su mano sobre el hombro de su hermana— Caleb sabe lo que sentías por él...

El cielo se abrió, dejando pasar una luz blanca cegadora. En el centro del patio aparecieron los Siete Arcángeles, los cuales parecían estar satisfechos.

– Tres de los Jerarcas han sido eliminados. Aunque el cuarto ha obtenido dos de los cuatro receptáculos. —Sentenció Rafael, mirando a los muchachos.

– Nosotros tenemos los otros dos receptáculos... —Comentó Duke— Quizás podríamos absorber los poderes de ellos y así podríamos derrotar a Saúl.

– Solo los hijos de Dios son capaces de absorber los poderes extraídos de los receptáculos que contienen los poderes de los hijos de Dios. —Sentenció una voz masculina, apareciendo en el centro del patio.

– ¡Papá! —Exclamaron Mike y Aiden, mirando fijamente al hombre frente a ellos.

– ¿Papá? —Preguntó Gabriel, sorprendido— No es posible...

– Gabriel, Uriel, Rafael, Miguel, Samuel, Jofiel, Zadkiel... ¿Por qué no hicisteis nada?

– Pero... —Dijo Samuel, dando un paso hacia delante.

– ¿Pero, qué? —Respondió el hombre, acercándose a los arcángeles, quienes se arrodillaron— Vinisteis para entrenar al Híbrido a dominar sus poderes, mandasteis a Elemiah y murió en manos de Astaroth para salvar a William y, encima, lo quisisteis encerrar en la cárcel del Cielo. Pero, aun así, ninguno hizo nada para impedir nada.

– ¡Padre! —Exclamó Miguel, haciendo que todos miraran a los arcángeles, boquiabiertos.

– ¿¡Padre!? —Exclamaron todos— ¡Eso quiere decir que...!

El hombre frente a los muchachos comenzó a brillar, mostrando su verdadera forma. Sus ojos se volvieron completamente blancos. De su espalda, aparecieron dos grandes alas y su ropa se convirtió en una túnica blanca que dejaba un pectoral al aire. Un aura de pura luz blanca rodeaba todo su cuerpo, dándoles a los muchachos una extraña calidez interior.

– ¿¡Papá!? —Exclamaron Aiden y Mike, viendo al que era su padre— ¿¡Eres Dios!?

– Así es. —Sentenció el hombre— Como Elemiah le dijo a William... Paso más tiempo entre la Humanidad que en el trono allá arriba. Y, al conocer a vuestra madre, no pude evitar enamorarme de ella.

– ¡Pero Padre! ¡Eso quiere decir que Aiden y Mike son Nefilims! ¡Hijos de dios y de mortales!

– En realidad... Son semidioses. Los Nefilims son hijos vuestros, no de los dioses. Y sí, Aiden... Por eso ambos tenéis conocimientos innatos de las criaturas sobrenaturales y de como luchar contra ellas. Ahora, vayamos a lo que nos concierne. William, Elizabeth, sois los únicos que podéis usar los receptáculos. 

– Que así sea entonces... —Dijo Elizabeth rompiendo el espejo.

Una gran cantidad de maná emergió del receptáculo, voló hasta la chica y penetró su cuerpo a través del pecho, haciéndola brillar. William hizo lo mismo con la esfera. Cuando el brillo despareció, los Arcángeles tomaron vuelo de nuevo. Pero un ataque les hizo caer al suelo.

– Vaya, vaya... Los arcángeles en la Tierra. ¿Quién lo diría?

– Saúl. —Sentenció William, apuntando a su enemigo con su arma— Esta será tu batalla final. Aquí y ahora. Y esta vez, te reunirás con tus hermanos.

Y dicho eso, William y Elizabeth asaltaron al Jerarca.

Tras La Puerta Del Infierno [Remastered]Where stories live. Discover now