C O V E N .

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Zoe

El hotel Cortez se alza imponente sobre la acera del centro de L.A.

Supe, con tan solo pisar el vestíbulo, que algo andaba mal con ese lugar. La muerte se podía sentir vibrando desde la base hasta la punta de aquél edificio.

La apariencia decadente y sombría del Cortez, me intimida.

Los tonos bordó y dorados abundan en gran cantidad, recordándome a una época lejana donde los vestidos de lentejuelas y los collares de perlas eran la última moda. El año 2016 estaba muy lejos de este antro.

Al acercarme al recibidor un hombre calvo y maquillado de pies a cabeza lee el diario, pasando cada página con sus perfectas uñas esculpidas.

- Bienvenida al hotel Cortez. - me dice con una cándida sonrisa destacando el color rojo de sus labios.

- Hola, quisiera la habitación 59. - digo recordando el numero de la habitación donde se había registrado Queenie.

- Esa habitación esta tomada. - dice poniéndose a la defensiva. - ¿Hay algún motivo en especial por el que desee esa habitación? - la amigable sonrisa ahora era un duro semblante masculino.

- Ninguno en especial. - miento - simplemente me gusta pedir números impares. - digo sonriendo ingenuamente.

Miro el gafete que tiene colgado en su vestido negro tornasolado. "Liz". Así se llamaba.

- Lo lamento muchacha, pero solo nos queda disponible la 64. Tómalo o déjalo. - dice con una sonrisa que deja entrever un tinte macábro.

Liz sostiene la llave entre sus largos dedos, que se balancea delante de mi cara.

- La tomo. - contesto desafiante. Al tiempo que le arrebato la llave de las manos.

- Que tengas una linda estadía.

Me grita desde el mostrador, cuando las puertas del elevador se cierran.


Una mujer llamada Iris me acompaña hacia la puerta de mi habitación.

Iris es tan bajita que su cabeza me llega al hombro, tiene una mirada cruél que contrasta con sus enormes anteojos que tapan la mitad de su cara. Aunque no es suficiente para ocultar el enorme parecido que tiene con Madame LaLaurie.

- Es esta. - me dice de manera áspera y luego me deja a solas.

Un movimiento a mis espaldas me distrae de mis pensamientos. En total estado de alerta miro alrededor de toda la enorme habitación.

Tenía un mal presentimiento acerca de este cuarto. Rápidamente desempaco mi ouija. Mejor sería comenzar ahora a buscar respuestas. No pensaba pasar ni un segundo demás en este lugar.

Coloco la lupa sobre la tabla, y en menos de un minuto, la sentí ponerse tensa bajo mis dedos.

- ¿Hay alguien aquí? - pregunto sentada sobre la alfombra que recubre el suelo de la habitación.

La lupa comienza a moverse letra a letra. S - E - X - O. ¿Acaso era una broma?

- ¿Estas bromeando conmigo? - pregunto algo cabreada.

La lupa se mueve hasta la palabra NO.

Fue entonces cuando mi enojo se transformó en miedo.

- ¿Como te llamas? - pregunto en voz temblorosa.

"No, tengo nombre." me contesta a través de la tabla.

- ¿Que eres? - me veo tentada a preguntar.

La lupa se mueve rápidamente marcando una a una las letras. "Demonio"

Totalmente asustada suelto el marcador. Aquella sensación vuelve a mi espina, pero esta vez no quiere abandonarme.

Ante mis ojos se materializa un monstruo de gran estatura. La visión de aquella cosa, me deja perpleja.

Tiene la piel de un verde azulado, como si estuviera muerto. Los ojos y boca cubiertos por un velo de piel translúcida que le prohíbe albergar ningún tipo de facción. Y en la zona genital, reemplazando su pene, tiene un taladro.

Siento mi presión descender y por poco me desmayo. La cosa me toma por los hombros y me empuja sobre la cama.

Impulsada por la adrenalina, un conjuro viene a mi mente.

"Sit nomen Domini benedictum in domo vestra" repitiendo esta frase una y otra vez, poco a poco el demonio me suelta. Desapareciendo en las penumbras.

Entre jadeos, me incorporo en la cama, cerciorandome de que no volviera a atacarme.

El sonido de unas palmadas en modo de aplausos, me lleva a centrar mi atención en un jóven muchacho que me observa desde un extremo del habitáculo.

- Increíble. - dice con un acento marcadamente sureño. - Realmente extraordinario.

El hombre, que se apoya sobre un bastón de mango dorado, viste un traje oscuro con delgadas lineas en color blanco y un pañuelo rojo contrasta con la camisa blanca que destaca debajo del chaleco de vestir. Su cara esta decorada por un fino bigote que descansa sobre unos perfectos labios rosados.

- Disculpe mis modales, hermosa dama. - dice acercándose a mi, pero instintivamente me alejo. - James Patrick March.

El hombre se presenta, tendiendome una mano.

- ¿Que quieres? - pregunto de manera recelosa, al tiempo que me preparo para otro ataque.

- ¿Es que acaso, no tiene modales señorita? Estoy presentándome con usted, a cambio le demando la misma gentileza. - dice perdiendo el temple, sutílmente.

Observo el rostro de March, hay algo en él que me produce una extraña sensación de calma. Al igual que Kyle. Y es entonces cuando lo veo. Es idéntico a él.

- Eres un fantasma. - digo en voz alta, más como una confirmación que una pregunta.

- Pues, si. - contesta James Patrick March.

Al ver que no contesto, March vuelve a hablar.

-¿Va a decirme su nombre, jóven hechicera? - pregunta educadamente.

- Prefiero el término Bruja. - contesto a la defensiva.

- Es gracioso, en mis tiempos una mujer se hubiera sentido insultada de haber sido llamada de ese modo. - March bromea con su inigualable acento sureño.

- Los tiempos cambian. - digo resistiéndome a caer bajo las amables palabras del espectro.

- No hay verdad mas cierta que esa. - el fantasma contesta meditativo al tiempo que voltea a ver la ciudad desde la ventana.

La ouija, que descanzaba en el suelo, comienza a marcar letras. Leo desde la altura de la cama el mensaje. Una simple palabra. "Él"

- Déjeme, decirle que he quedado completamente maravillado, con su actuación de hoy, jóven bruja. He quedado totalmente embelesado con su poder. - dice de espaldas a mi.

Al ver que no contesto. March voltea a verme.

No puedo apartar la vista del rostro de James Patrick March. Su parecido con Kyle es escalofriante. Tal vez, esa es la razón por la que me encuentro extrañamente, cómoda en su presencia. Los fantasmas suelen ponerme los pelos de punta.

Pero con él. Todo es distinto. No tengo miedo.

- Entonces. ¿Tendré el placer de disfrutar de su encantadora compañía hoy, a la hora de cenar?

Me debato por un instante si aceptar o rechazar su oferta. Un vistazo a mi ouija y su reacción ante James, fue mas que suficiente para decidirme.

- Por supuesto Señor March. - contesto de manera encantadora y sonriente.

AHS: MURDER HOUSEWhere stories live. Discover now