Capítulo 15

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Katherine

La decisión me pesaba como una losa sobre el pecho mientras leía y releía la nota que Samantha me había dejado. Cada palabra escrita por su mano me recordaba las sombras de mi pasado y me empujaba hacia un abismo de incertidumbre.

Por una parte, nuestra historia estuvo llena de traición y dolor, pero algo dentro de mí anhelaba experimentar nuevamente la adrenalina de esas noches sin rumbo que tuve que vivir durante esos años y cobrarlas con la sangre de esa mujer en mis manos.

Estaba siendo compulsiva con mis propios instintos, permitiendo que los pensamientos intrusivos me invadieran, y finalmente, rompí la nota en varios trozos antes de quemarla en un cenicero sobre mi escritorio. Nada estaba a mi favor, pero debía tomar la decisión correcta para mi vida.

Ian todavía dormía; yo era lo suficientemente ligera y sigilosa para que mis pisadas no lo despertaran. Salí del cuarto sin el menor problema, pero aun me sentía exhausta debido a todas las consideraciones. Realmente quería reconstruir mi vida.

No sabía cuánto tiempo caminé, pero la ciudad empezaba a cobrar vida con la cercanía del amanecer. Me detuve cuando encontré mi antiguo hogar, y temblaba de pies a cabeza sólo con recordar esos agotadores días en los que ni siquiera podía respirar con comodidad. Tragué saliva antes de abrir un espacio a través de las rejillas oxidadas para que mi cuerpo pudiera pasar. Di el primer paso dentro del edificio abandonado, el jardín estaba seco, el resto del lugar estaba completamente deteriorado, invadido por ratas y saqueado.

De manera determinada, crucé el umbral principal y caminé por la madera podrida al segundo piso. Mi habitación estaba casi vacía, pero yo no necesitaba nada de las cosas de valor que antes estaban allí. Solo me aseguré de que el piso estuviera intacto, y lo estaba. Golpeé con mi bota hasta que la madera cedió y se quebró, llenando la habitación de polvo. Me puse de cuclillas y retiré una caja de madera. Allí encontré el escabroso atuendo de cuero y tela que me protegía. Extendí cada pieza sin ensuciarla.

Mi corazón se aceleró y sentí que la fuerza de mis piernas flaqueaba. Sabía que mi mente escondía el verdadero motivo de esta sensación incómoda, pero no podía recordar. Por más que mi cabeza dolía, no me detuve. Me deshice del vestido ligero de color azul que traía encima, dejándolo caer al suelo.

Me puse cada prenda, sintiendo la delicadeza de la tela del pantalón, luego la parte superior, que se sentía más pesada que en años anteriores. Calcé mis botas y, por último, me enfundé en una larga gabardina, no tenia mangas porque yo se las quité. Luego, me puse un par de guantes largos que protegían mis manos y me ayudaban a golpear.

Para concluir, coloqué distintas correas que sostenían mis armas, todas discretas para la ocasión. Cubrí mi rostro con un pañuelo de tela.

Descendí por la ventana y mantuve a Samantha en mi mente mientras emprendía mi camino hacia la ubicación que había dejado en la tarjeta. Instintivamente, anhelaba sentir la adrenalina en mi cuerpo, ese sentimiento que me había ayudado a sobrevivir durante varios años, convirtiéndome en una mujer implacable que nunca se rindió o evitó una pelea.

Recorrí varios metros hasta llegar al límite del Támesis, cerca de Westminster. Trepar la parte trasera de un edificio fue todo un desafío, logré escalar por medio de cada alféizar que utilice para impulsarme. Mi cuerpo aún se sentía pesado, pero logré llegar a la cima. Desde allí, observé el horizonte matutino con nostalgia, mientras el viento acariciaba mis mejillas enrojecidas por el largo tramo que había recorrido. Luego, retomé mi camino, demostrando que aún era lo suficientemente ágil para mantenerme en las alturas.

La ciudad de Londres se extendía ante mí, y aunque habían pasado años desde la última vez que llevé este atuendo y exploré la ciudad de esta manera, me sentía como si nunca hubiera dejado de ser la sombra que acecha en la oscuridad. Mi cuerpo recordaba cada movimiento, cada técnica que había aprendido para mantenerme oculta y letal.

Siguiendo las indicaciones en la tarjeta que Samantha me había dejado, me adentré más en la ciudad. Las calles estaban casi desiertas a esta hora de la mañana, con la excepción de algunos trabajadores que se dirigían a sus labores diarias. Nadie notó la figura que se movía silenciosamente por los tejados y las callejuelas.

Después de un tiempo, llegué a la ubicación que Samantha había señalado en la tarjeta. Estaba cerca de la Torre de Londres, un lugar que conocía muy bien. Me deslicé por una cuerda y aterricé en un rincón oscuro y solitario. Mi cuerpo estaba tenso.

Esperé, oculta en la sombra. Finalmente, vi a Samantha acercarse. Su figura se recortaba contra la luz del día, y pude notar una expresión de alivio en su rostro al encontrarme allí.

Ella se detuvo frente a mí, y en un instante, me quité el pañuelo, revelando mi rostro. Sus ojos se abrieron y una sonrisa se extendió por su rostro, casi no pude percibir sus pensamientos o intenciones, ella me confundía, porqué estaba feliz de verme.

—Samantha. —Le dije con determinación en mi voz.

—Hola, Katherine. —Ella retrocedió un paso para verme mejor. —Te escondiste bien esta vez, me costó un poco mas de tiempo encontrarte.

—No quiero escuchar tus cuentos, solo quiero que me digas la verdad.

—Vaya que estás desesperada, no esperé encontrarte aquí. —Se acercó a mí. —Que pena me da haberte dejado sola, pero no es motivo para aprovecharte de la bondad de tu ex, es un poco humillante. 

—No hablemos de eso, dime lo que sabes para que pueda irme.

Se quedo en silencio por unos segundos, me intrigaba lo que tenía que decir.—Hace mucho fuiste el arma favorita de los Starrick, eso es lo único que quiero de tí. 

—Me sorprende que creas que aun soy esa persona.

—Tu ropa no dice lo mismo. Katherine—la desafíe con la mirada.—no quiero tenerte presa de la incertidumbre pero me temo que hay algo mas que te oculte. No hay nada que debas recordar, porque esos recuerdos no son tuyos.

—¿Qué quieres decir con que esos recuerdos no son míos? —pregunté con la voz tensa.

Ella vaciló por un momento, y su mirada se volvió más compasiva.—Katherine, no puedes imaginar cuánto lamento lo que te sucedió. Lo que pasó hace años... no fue culpa tuya, pero te hace mucho mejor.

Mi mente giró en confusión, antes de que pudiera formular más preguntas, Samantha me atacó por sorpresa. Una ráfaga de dolor se apoderó de mí, y caí al suelo con un corte en la mejilla que comenzó a sangrar. Intenté ponerme de pie para defenderme, pero mi cuerpo se sentía pesado y mi cabeza daba vueltas. Samantha seguía hablando y escuché como sus palabras se desvanecían mientras caía en un profundo sueño.

No me olvides [En Edición]Where stories live. Discover now