Capitulo 5

1.4K 75 8
  • Dedicado a Bárbara Padrón Santana
                                    

Los árboles se mecían suavemente, mientras Cristian sostenía con delicadeza su cintura y la ayudaba a subir al caballo.

— Debes mantenerte erguida, aunque Tom es el mejor caballo y no se le irá la cabeza, tú debes ser recta. ¿Entendiste? No debes temerle.

— Claro… no hay nada que temer… ufff…

Cristian rió, se aseguró de que ella estaba bien en su montura y él subió a su caballo, la hija de Tom, Canela.

— ¿Vamos?

— Me da miedo correr.

— Tranquila, Tom no correrá, irá a nuestro ritmo. – Miró a los ojos del caballo de frente haciéndole una leve señal, el caballo subió y bajó la cabeza como entendiendo el mandato y comenzó a caminar con suavidad; Cristian se puso al lado sosteniendo el mismo paso.— Y bien, ¿qué querías decirme?

— Me gusta ella.

El muchacho la miró de reojo sin entender.

— ¿Ella?

— Sí, ella, esa chica rubia. Me gusta para ti, es buena, y no presumida como Adela.

— ¿Cómo es que conoces a Adela?

La muchacha se encogió de hombros y lo miró con una nueva sonrisa a la que Cristian se derretía cada vez que la veía, y la niña lo sabía.

— Yo siempre estoy en casa, aunque tú no me veas.— lo miró con sus enormes ojazos verdes, su largo pelo castaño claro, recogido en dos trenzas que caían sobre sus hombros, se movían al trote del galope.— Adela es mala, mala y pesada. Cuando vuelva la asustaré de veras para que se vaya antes.

Cristian reía ante aquella frase sin sentido.

— ¿Y cómo piensas asustarla?

— Oh, ya lo verás, será muy divertido. Pero a ella no la asustaré, me cae bien. ¿Es que no ves lo guapa y buena que es? Te conviene algo así, hermanito.

— Laura…— la llamó tierno.

— ¿Qué? Tengo derecho a elegir mi cuñada.— se defendió la chiquilla.— Además, creo que a papá y mamá también le agrada.

— Tan sólo lleva un día en la hacienda.—habló desinteresado.

— Sólo en la hacienda, papá, mamá y yo la conocimos cuando fuimos a una de esas exposiciones, yo hablé con ella ese día un montón. Estoy segura de que no se acuerda de mí por el nombre, pero si me viera… ah…— agachó la cabeza.— si me viera se asustaría.

Cristian rió con ganas.

— No va a asustarse porque una niña pequeña le haga preguntas, ya hablasteis una vez, ¿no?

— Sí… pero no eran las mismas circunstancias.— habló pensativa.

El muchacho negó sin comprender a su hermana.

Los caballos continuaron su galope, el sol comenzaba a ponerse; ver el amanecer desde su fiel caballo y querida hermana… era un sueño demasiado delicioso como para querer despertar.

— No te cierres en ti mismo.—aconsejó Laura, él la miró extrañado por la frase; le sonrió con cariño.— Te estaré vigilando. Buenos días, hermano.

********************

— Buenos días… — contestó Cristian al aire, abriendo los ojos y viendo el techo de la habitación.

El sol entraba por la ventana, calentando con sus primeros rayos solares la fresca mañana de primavera. Suspiró incorporándose de la cama, algo aturdido por su extraño sueño, hacía tiempo que no soñaba con su hermana pequeña, además, había sido de lo más inverosímil. Su cabeza debía estar jugándole una mala pasada y creando historias junto a las de fantasmas que oía últimamente y en las que no creía.

Las nubes no son de algodónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora