Capítulo 2

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Llegué bastante desanimada a casa, creí que lo volvería a ver y no fue así. Que frustrante no haberle hablado en ese instante, y todo porque no tuve las agallas.

– Bueno, será – me dije a mi misma. De todas formas él ni sabía que yo existía, aunque pudo haberlo hecho si yo hubiese actuado. Era absurdo. Así no se conocían a las personas, siendo que nuestros padres nos enseñan a no hablar con extraños, que irónico pensé, y solté unas risas.

Llegando a mi casa, jugué bastante rato con mis gatos, pensando en su hermosísima mirada que simplemente me quedará de recuerdo, me estremecí.

Al otro día, lo mismo. Tampoco estaba. Llegué a pensar que era un espíritu (fue algo bastante tonto, pero se me pasó por la mente). Y así fue todo el transcurso de la semana.

Como los días jueves teníamos educación física y el profesor Agustus nos hacía correr 30 minutos al rededor de la cancha, estábamos exhaustos al final de clases y decidimos ir a la parada que estaba detrás del liceo, que en realidad estaba más cerca que a la que íbamos. Después de eso, todos los días íbamos ahí. Sí, éramos bastante flojos.

El lunes posterior al que vi a ojitos bonitos, nos dirigíamos a la parada y quedé en estado de shock. Él estaba ahí, en el mismo momento que yo, en el mismo sitio, esperando el mismo bus. Cayó una gota de sudor frío por mi espina dorsal, no sabía si estaba aterrada o emocionada. Sin más que hacer, cruzamos la avenida. Les confesé a mis compañeras y de inmediato pusieron en marcha el estúpido plan.

– Hola, ¿cómo te llamas?, ¿tienes WhatsApp? – lo intimidó Jenny.

– Eh, ¿hola? – respondió él con una sonrisa nerviosa.

– ¿Cómo te llamas?

– Martin.

– ¿Martín? – dijo con un tono burlesco.

– No, Martin.

– Jajaja, bueno Martin, ¿me das tú número?

– ¿Por qué debería dártelo? si no nos conocemos.

– Por lo mismo, así nos podemos conocer.

– Lo siento, no soy tan fácil. – contestó, de una manera simpática.

Llegó el bus y me fui a sentar atrás con él y con mis compañeros. Entablamos una conversación convencional.

– ¿Realmente te llamas Martin? – dije, tratando de no parecer tan interesada.

– Si...

– Um... ¿En qué liceo estudias?

– Solo lee – dijo con un tono interesante y tiró de su polerón dejando a la vista la insignia. ¨Academia Estudiantil De Varones¨.

– ¡Wow! – dije asombrada, pues no conocía a nadie que estuviera en esa academia. – Debes ser bastante preocupado en cuanto a los estudios... – le hice notar mi admiración.

– Jajaja, quizás. – contestó y soltó una sonrisa.

Era la sonrisa más bella que había visto en mi vida, a pesar de que tuviese los dientes separados, era cálida y dulce. Irradiaba felicidad. Podría haberme quedado todo el día viéndolo sonreír, pero luego tuve que bajarme del bus.

– ¡Adiós! – me despedí haciendo un gesto de ¨paz¨con mi mano.

Asintió haciendo un gesto con la mano y entregando una sonrisa.





El niño del busWhere stories live. Discover now