Final

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-¡Kuroko-sensei! -Una pequeña y dulce voz infantil resuena en un pequeño salón de clases lleno de niños pequeños- ¡Llega tarde, tiene que hacernos galletas! -Regaña de forma victoriosa una pequeña niña de cabello marrón.

En respuesta, una suave risa resuena en el lugar, perteneciente al hombre que se encontraba de pie en la puerta. Pasó una mano por su cabello celeste y abrió sus enormes ojos, del mismo color.

Kuroko Tetsuya, de 26 años. 1, 73 de altura y conservándose aún de apariencia tan joven como en sus años de preparatoria. Ahora casado, buen esposo, amoroso padre y un amadísimo profesor de guardería, amado por padres y niños.

-Lo se, Kaori-chan. Aquí mismo traje las galletas desde mi casa. -Responde Kuroko con voz dulce y serena, sacando de su bolso un recipiente con diversas galletas, de todo tipo y sabor que llenaban el ancho objeto.

-¡Kuroko-sensei es genial! ¡Definitivamente me casaré contigo cuando sea grande! -Un pequeño niño de cabello negro y lentes del mismo color se abalanzó sobre sus piernas y lo apretujó con cariño.

Kuroko vuelve a sonreír, esta vez con ternura, y toma al niño en brazos para pellizcar su nariz con dos dedos.

-Lo siento, Kurome-kun. Sabes que ya estoy casado y además, Hyuga-san me mataría si me casara contigo. Ya estoy bastante viejo así que sería malo tener un esposo mucho más joven. -Responde él de manera suave mientras vuelve a dejar al niño en el suelo.

-¡Jum! Papá no sabe nada, es un viejo amargado. ¡Si supiera lo mucho que lo quiero lo aceptaría, no hay edad para el amor! ¡Eso me dijo la tía Momoi! -Protesta el pequeño con las mejillas infladas, lo que provocó en Kuroko un pesado suspiro.

-Momoi-san es mala influencia, así que no le hagas caso y ven a comer mis galletas junto a los demás. -Dio por finalizada la "discusión" de manera pacífica y favoreciendo a los niños, ya que lo que menos quería era regañarlos.

-¡Sii! -Contestan todos los niños a la vez y se apresuran a la pequeña mesa que se encontraba en un rincón, sentándose ansiosos por comer las deliciosas galletas de su sensei.

(Estos niños.... Me recuerdan un poco a mis años de juventud) fue lo que pasó por la cabeza de Kuroko mientras servía las galletas en pequeños platillos.

                                                                 *-*

El día pasó rápido para el joven maestro y para desgracia de los niños, el tiempo de separarse llegó y aunque al día siguiente se volverían a ver, no querían dejar a su querido sensei solo.

Mientras tanto, Kuroko se dirigió a su casa algo apresurado, tropezando varias veces con algunas personas que no lo notaban y que al reconocerlo como el ex-jugador fantasma, lo saludaban y hasta algunos le pedían que firmara algo o le dedicara algunas palabras a sus hijos.

Esto era algo normal en su vida, ya que desde que su presencia fue reconocida por fin se vio obligado a retirarse para criar a un pequeño revoltoso que llenó su vida de alegría.

Pensando en eso, abrió la puerta de su casa con una sonrisa, siendo recibido por un par de brazos pequeños que rodeaban sus piernas. 

-¡Papi, bienvenido! -Exclama el niño, pequeño y enérgico mientras lo voltea a ver con ojos brillantes.

Le llegaba a las rodillas, siendo muy alto para solo tener 3 años. Su cabello alborotado, de color rojo con puntas de color azul enmarcaba su tierno rostro perfectamente. Sus ojos tenían un aspecto cansado o aburrido, mostrando unas brillantes orbes verde-amarillas que eran tapadas por unos lentes de color negro, cuadrados. Lo más extraño en él, eran sus cejas, que casi al final se dividían en dos partes.

**Todos aman a Kuroko Tetsuya** YaoiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora