Capítulo 25

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Brad se recostó en el sofá de la casa de Geraldine, mientras esperaba que esta dejara a su hija recién dormida en su habitación

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Brad se recostó en el sofá de la casa de Geraldine, mientras esperaba que esta dejara a su hija recién dormida en su habitación.

Había ido a visitarla después de muchos días sin verla y en medio de una crisis. Necesitaba una guía, y aunque quizás Geraldine no era la mejor consejera en ese tipo de asuntos, era su mejor amiga y una de las pocas personas en las que confiaba para hablarle sobre el mal que lo perseguía. Podría haberlo hablado con Amberly, pero su hermana ya tenía demasiado entre el bebé, el trabajo y los planes de la boda como para sumarse otra preocupación.

―Te ofrecería un trago, pero te ves tan mal que no creo que sea lo que necesitas ―la oyó decir después de un rato y abrió los ojos saliendo del estado de somnolencia en el que había entrado―. ¿Qué has estado haciendo?

―No he dormido bien anoche ―confesó―. No me he sentido bien en todo el día, ni siquiera he ido a trabajar.

La rubia arrugó la frente y se dejó caer en el sofá frente a él.

―Y ahora estás aquí... algo ha pasado con tu secretaria, ¿verdad?

Brad suspiró.

―Ya te dije que no es mi secretaria, pero sí. Eva y yo... no lo sé, no sé qué hacer con ella... con nosotros.

Geraldine apretó los labios disimulando una sonrisa.

―Deberías empezar a explicarme qué significa nosotros. ¿Eva y tú están saliendo?

―No exactamente, es complicado.

―Siempre es complicado ―agregó ella alzando una ceja―. Todas las relaciones lo son, sobre todo al inicio. Y nosotros no tenemos el mejor historial, es difícil confiar para quienes no nos conocen realmente.

―Lo sé, Eva me lo recuerda constantemente. Pero hay más y el problema es que no sé cómo averiguarlo si ella no me lo cuenta.

La rubia ladeó la cabeza.

―¿Lo dices en serio? ¿El sobrino del rey no sabe cómo averiguar algo sobre una persona? Llama a Arthur y tendrás las respuestas que necesitas en una hora.

Brad negó con la cabeza.

―Esa no es la forma correcta de iniciar una relación que se base en honestidad y confianza ―refunfuñó él―. Si quiero hacer las cosas bien, no puedo tomar el camino fácil. Eres pésima dando consejos, Dina. Esto mismo me lo podría haber dicho mi madre.

La joven soltó una carcajada.

―¿Es que esperabas que yo te diera un buen consejo? Vamos, Brad. Me conoces mejor que nadie.

―Y tú a mí , por eso estoy aquí ―rezongó.

―Tal vez deberías ser paciente, no podemos tener todo lo que queremos justo cuando lo queremos. Especialmente cuándo es algo que depende de lo que siente otra persona y no solo de nosotros.

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