Capítulo 17

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Turbada, Eva salió del despacho de Bradley luego de repetirle una vez más que ella no podía permitirse salir con su jefe, cosa que en gran parte era cierta

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Turbada, Eva salió del despacho de Bradley luego de repetirle una vez más que ella no podía permitirse salir con su jefe, cosa que en gran parte era cierta. Pero el mayor motivo para darle esa respuesta era que le había caído una idea directamente del cielo.

Sin analizar mucho la propuesta de Bradley y las implicancias de la misma, se le había ocurrido que ya que al parecer tener con sexo no iba a conseguir que quisiera sacarla de ese puesto, quizás sí lo haría con la intención de invitarla a salir.

El de ella era un plan que cada vez se tornaba más retorcido y que incluso la hacía sentir culpable, pero tenía que aprovechar las oportunidades que le daba la vida. La palabra de Bradley no era de fiar, y aunque quizás ese día tenía buenas intenciones, nada le garantizaba que en unas semanas volviera a ser el imbécil de antes. Ella no podía permitirse dejar su plan de lado, confiar plenamente en él y abandonar sus ambiciones.

Se sentó detrás de su escritorio y sacó el libro que tenía en el bolso para ocupar su mente con una historia muy diferente a la suya. No tenía trabajo para hacer y dudaba que él le hubiese escrito a Julia para preguntar qué ocurría ese día con el correo electrónico que no llegaba.

No pasaron más de quince minutos, cuando empezó sentir que empezaba a dormirse mientras leía y se sobresaltó al sentir el sonido de unos tacones repiqueteando apresurados en el piso.

Arrugó la frente y alzó la cabeza, dejando el libro a un lado.

Se sorprendió al ver a la madre de Bradley acercándose a ella.

―Buenos días ―saludó la mujer rubia con una sonrisa.

Eva le devolvió el gesto, aunque algo desconfiada y se puso de pie.

―Señora Roberts, buenos días. ¿Puedo ayudarla en algo?

―Nada en particular, solo pasaba a saludar.

―Su hijo está en la oficina. Si me da un segundo le avisaré que está aquí ―comentó amagando a caminar hacia la puerta―. Aunque la verdad es que no está muy ocupado.

Zoe la detuvo antes de que diera el primer paso.

―Oh, no. En realidad venía a saludarte a ti, pero me alegra que Bradley esté en la oficina, es algo que no ocurría a menudo hasta hace un tiempo ―musitó sin dejar de sonreír.

―Lo sé ―asintió Eva.

―Eres una buena influencia para él ―siguió diciendo la mujer.

―Solo hago mi trabajo, señora Roberts. Pero gracias, me alegra que piense de esa forma ―respondió con un asentimiento―. No siempre es un trabajo fácil.

La mujer soltó una risita.

―Lo imagino. Mi hijo no es un hombre fácil de manejar, aunque ayer se los veía bastante bien... ―dejó caer encendiendo las alarmas de Eva―. ¿Sabes qué hizo mi hijo luego de irse de la fiesta? No entiendo por qué tenía tanta prisa por marcharse.

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