Capítulo 9.

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El pastor alemán pronto terminaría su pequeño descanso para después volver a emprender camino a su nueva casa, no sin antes pasar por las llaves. Era pequeña y aunque no tenía jardín, al menos tenía espacio suficiente enfrente para estacionar su auto; era de esperarse sabiendo lo apretadas que eran las calles de Brooklyn. Algo era mejor que nada.

Bajó de su auto cargando una que otra caja y maletas; y tras un largo suspiro entró, cerrando la puerta detrás de si.

Y justamente por la acera de enfrente, una cockapoo acababa de cruzar la esquina camino a su casa.

—¡Gracias señorita Lee! ¡Nos vemos luego! —se despidió de la mujer de la floristería, cargando una pequeña maceta color verde en manos.

Chase se quedó paralizado frente a la puerta por un momento. Había reconocido una voz familiar, pero no sabía si era real o estaba delirando por el cansancio. De todos modos, seguramente sólo sería sugestión; era imposible que conociese a una de mil personas en Brooklyn sólo porque su voz le pareció familiar, ¿No es así?

Comenzó sacando unas cuantas cosas de las cajas que portaba para disipar el sentimiento, notando el sonido de un pequeño objeto caer en cuanto levantó su viejo álbum de fotos, el cual no abría hace años. Sonrió con nostalgia al ver aquella polaroid desgastada de su antigua familia. Pronto la dejó en la mesa más cercana que encontró, sin percatarse de que tal vez la habría dejado demasiado cerca a la puerta principal.

( . . . )

Tras desempacar revisó la hora en su teléfono; aún estaba a tiempo. Siendo tan puntual como le encantaba serlo, se duchó rápidamente, se vistió y salió rumbo a la estación de policía principal en Brooklyn. Le impacientaba ahora más que nunca pensar en su primera impresión.

Condujo hasta el lugar en el que lo recibió un hombre mayor, con una gran barba y rellenito, como los policías de las caricaturas; era el oficial Jefferson. Chase lo conocía puesto que se toparon más de alguna vez en la academia. Había sido éste mismo hombre quien le facilitó conseguir una casa y lo había recomendado para el trabajo.

—Buenos días, Jefferson —saludó con una sonrisa. El hombre imitó el gesto, rápidamente abriéndole la puerta al muchacho.

—Buenos días, Harker, ¡Y cuánto tiempo! Ya estás bien grande —escuchó decir al hombre con nostalgia mientras entraba detrás de él—. ¿Nervioso por tu nuevo trabajo?

El alemán bufó, dejando escapar una pequeña risita.

—Algo así, ya sabes, lo de siempre. El trabajo es lo fácil, encajar es lo difícil.

Después de una pequeña charla no muy relevante, el hombre llevó al canino hasta la oficina principal, donde le darían su uniforme y placa para comenzar.
Usualmente se le sería dicho algo como "bienvenido, comienzas mañana", pero para su sorpresa, la respuesta que obtuvo fue otra.

—Bien. Empiezas hoy.

—¿Qué? —con una ceja alzada, el hombre frente a él levantó la mirada de su periódico—. Perdón, quiero decir, creí que empezaría mañana.

—Empezarías mañana de no ser porque recién renunciaron tres y no tenemos policías aptos —repuso—. Mira, muchacho, todos aquí te conocen, tienes un historial grande.

El viejo con cara de pocos amigos se levantó de su escritorio y caminó hacia el chico.

—Brooklyn está en un muy mal momento. Así que, manos a la obra, ponte ese uniforme y ve a las oficinas que tus nuevos compañeros te esperan.

Lo que el tiempo se llevó  ──  ;   Paw Patrol.Where stories live. Discover now