J: IIII.

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Han pasado ocho años, desde la muerte de Hyein. Y yo ya tengo ocho añitos.

Mamá Dani me hizo una fiesta hace unos días por mi cumpleaños, pero estoy tan cansado que ni siquiera recordé que era mi cumpleaños, ha.

Este día me siento más desanimado de lo normal.

Mamá Hanni me mira preocupada, porque Mamá Dani no está. Está de viajes por una sesión de fotos. Hanni está muy angustiada, la escucho todas las noches hablar con Minji sobre mí.

"—Es que... solo míralo, Minji —voltearon a verme—, se ve completamente triste. Parece que tiene depresión o algo así. Tenemos que hacer algo, Danielle ni siquiera está.

—Calma, Hanni, ¿sí? Le diremos a Danielle, no te preocupes —abrazó a Mamá Pham, y acarició su espalda."

Mis ojitos se cierran, no puedo evitarlo.

Estoy llorando, siento como mis quejidos salen por sí solos.

—¿Qué pasa, pequeño? —me preguntó Mamá Haerin, mirándome preocupada—. ¿Por qué lloras? ¿Extrañas a mamá?

Yo seguí llorando, sintiendo como mis ojos se cerraban.

—Hey, ¿Jerry? —se puso en cuclillas, tocando mi parte superior—. ¡Hanni Unnie! ¡Minji Unnie! ¡Jerry se siente mal!

Las dos vinieron inmediatamente, agachándose también.

—Hay que llamar a un veterinario —dijo Minji, agarrando su celular.

—¿Deberíamos llamar a Dani Unnie? —las dos mayores se miraron entre sí, dudándolo.

...

—Lo sentimos, Jerry ya estaba un poco cansado. Falleció de vejez, no tenía nada malo. Siento su pérdida, me retiro —el veterinario hizo una reverencia—. Pueden entrar a verlo una última vez.

Las tres se miraron entre sí.

Hanni tapó su boca con sorpresa, sintiendo un nudo en la garganta.

Haerin se quedó estática, temblando.

Y Minji simplemente pensó en cómo reaccionaría Danielle.

—¿C-Cómo le diremos a Dani? —preguntó Kang, mirando a ambas chicas.

—Sólo... entremos —dijo Minji, abriendo la puerta de cristal.

Entraron y ahí estaba Jerry, con los ojos cerrados y sin pulso.

Sus notorias canas se veían mejor en la luz. Hanni soltó una lagrima, abrazando el torso del cachorro.

—Sentimos no haberte disfrutado al máximo, Jerry —lloró Hanni suavemente, acariciando el pelaje café de Jerry.

Haerin sacó su teléfono, marcándole a la dueña del perrito. Limpió una lagrima rebelde que se le escapó, sorbiendo su nariz.

—Dani Unnie... Jerry... falleció —un largo rato de silencio—. Ven rápido, por favor... lo siento mucho —y colgó, frotando su puente nasal.

—Dios... —suspiró Minji, caminando al rededor de la habitación.


...

Eran aproximadamente las tres de la mañana, aún sin rastro de la australiana menor. Las tres se encontraban sentadas en unas sillas que el veterinario trajo para que se sentaran mientras esperaban a la dueña del difunto cachorrito.

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