Miedo

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Nadie dijo nada. Ni siquiera Gaz, a quien Jake volteó a ver para escuchar una de sus teorías, supo qué decir.

Un funesto silencio inundó el centro comercial.

Cassie estaba sentada en el suelo, temblando como una hoja al viento mientras las lágrimas pugnaban por no salir; Heather miraba fijamente a Jake, esperando, de alguna manera, que aquello se tratase de una broma; Barry apretaba los dientes y Mikhail los puños, imponentes.

Panqueque ni siquiera dijo nada. Se escondía tras Jabalí, abrazándolo.

—Entonces... ¿qué haremos? —preguntó Heather, apenas en un hilo de voz.

Jake volteó a verla, percatándose de que ella estaba tan sudada como él. Sus piernas apenas si la sostenían de milagro, pues temblaba como si estuviera a punto de derrumbarse.

—Esperar —concluyó Jake.

Los murmullos se alzaron.

—Espera, espera, ¿no piensas atacar? —dijo Ricardo, indignado.

—Están buscando a Panqueque —exclamó Amelia.

—Tenemos que atacar —espetó Barry—. ¡Carajo, Jake, tenemos que dar el primer golpe antes de que vengan aquí!

—¡¿Acaso pretendes esperar a que vengan a tocarnos la puta puerta, Jake?! —gritó Mikhail, preso de cólera.

Panqueque se escondió, asustada, y Jabalí se agachó para abrazarla.

—Todo estará bien —susurró él con una sonrisa tranquilizadora.

—Tenemos armas —dijo Ricardo—, te tenemos a ti, un ex mercenario. ¡Podemos con esos idiotas!

—¡Sí! —asintió Amelia—. Si nos posicionamos bien, podemos con ellos.

—¡No podemos dejar que den el primer golpe! —gritó Barry.

Sharon Cassidy era la única que no decía nada. Ella estaba sentada en el suelo, llorando con la mirada perdida.

Heather oyó a cada uno de ellos, viendo cómo espetaban contra Jake quien, pacientemente, miraba a cada uno. El cielo comenzaba a teñirse de naranja.

Se llevó los dedos a la boca y soltó un chiflido tan fuerte y ensordecedor que ahogó todas las voces. Se hizo el silencio.

—¡¿Acaso perdieron la cabeza, o ni siquiera escucharon lo que dijo?! —exclamó ella, furiosa—. ¡¿Acaso no oyeron lo que hizo... lo que sea que fuera esa cosa?! ¡¡Destripó a un sujeto de un solo golpe como si fuera un puto necrófago!! ¡¿En serio creen que podríamos hacerle frente a eso?!

Todos la miraron, temerosos.

—Pero... —musitó Amelia.

—Pero nada, Amelia —espetó Heather entre dientes—. Ya escuchaste cómo eran esos sujetos: uno de ellos seguía caminando incluso luego de meter el pie en una trampa de osos, ¿qué te hace pensar que no pueden seguir peleando luego de recibir un tiro en el brazo? ¿En serio son tan inconscientes de querer enfrentar así a estos tipos? —Apretó los dientes, presa de cólera—. ¡¡¿Acaso nadie aquí recuerda lo que les pasó a Ximena, Candela, Mario, Viktoriya, Maxi, Luis, Ernesto y Kevin?!! —Sentía las lágrimas cayéndole por las mejillas, y con la voz quebrada añadió—: ¡No pienso perder a nadie más por culpa de un estúpido tiroteo! ¡Nuestra prioridad ahora es proteger a Panqueque, esperar a ver qué hacen y entonces decidir qué hacer! ¡¡Y se acabó la discusión!! —Respiró hondo—. Todos a sus puestos. Está anocheciendo.

La Red EscarlataWhere stories live. Discover now