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El pueblo de Pycke olía a los extranjeros

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El pueblo de Pycke olía a los extranjeros. De modo que, mientras Wilhelm recorría la calle principal y revisaba la lista de pendiente en su tableta, la gente estudió con atención cada uno de sus movimientos.

―¿Hay alguna agencia de empleos por aquí? ―me preguntó. Eché una mirada discreta a la lista y, tal como me lo había dicho hacía unos días, encontrar empleados estaba en el primer puesto.

―Al final de la calle, pero está cerrada hasta inicios de marzo.

―Demonios ―masculló. Seleccionó la tarea y la subrayó―. A ver, ¿ya hiciste una lista de los materiales que necesitas?

―Por supuesto. ―Golpeé el bolsillo de mi pantalón―. Este no es mi primer rodeo.

Wilhem me miró de reojo con una sonrisa enmarcada por los hoyuelos. Consideré darme una bofetada y espabilar mi inquietante locura. La sonrisa de Wilhelm ―en especial esos malditos hoyuelos― me había estado persiguiendo toda la semana, y sinceramente me odié un poco por semejante tontería. No era un buen momento ―ni las circunstancias idóneas― para fijarme en un hombre que, además, era mi socio. Un error como ese podría poner en peligro la posibilidad de sacar adelante el hotel y los sentimientos inoportunos no iban a detenerme.

Así que me concentré en hacer mi parte y realizar un análisis exhaustivo de las reformas que necesita el hotel. No eran tantas, a decir verdad; ya había venido trabajando en ellas desde que tía y Helga y yo lo heredamos. Por tanto, decidimos reajustar el presupuesto para adquirir nuevos muebles.

―Mis empleados llegarán a eso de mediodía. ―Wilhelm bloqueó la tableta y la guardó bajo su brazo―. ¿Está bien si te dejo sola un rato?

Un cosquilleo ardiente se arremolinó en mi estómago ante la idea de separarnos. Me había acostumbrado a estar con él la mayor parte del día y el entendimiento me senté fatal. No quiero que me guste. Wilhelm se marchará eventualmente y lo último que deseaba es que Persson Manor me viera recuperándome de otro corazón roto. Además... ¿En qué estaba pensando, de cualquier modo? Él es un hombre de negocios que se la pasa viajando y yo no acostumbro a alejarme del hotel ni de Pycke. Nuestra incompatibilidad era tan marcada que me hizo sentir como una tonta.

―No, para nada. ―Sonreí con demasiado esfuerzo―. Conozco Pycke como la palma de la mano. El que debería preguntarse si estará bien es otro.

―Sé cómo encajar en los lugares desconocidos. ―Me regaló una sonrisa traviesa y luego se marchó. Me obligué a no seguirlo con la mirada.

Mi cabeza necesitaba una urgente distracción, así que saqué mi lista de tareas y decidí atajar primero la compra de los muebles. En realidad, no había mucho que comprar. La mayor parte de la lista apuntaba a materiales que necesitaba para la restauración de determinadas zonas de la residencia. Madera, más que nada, y azulejos nuevos para los baños. Tornillos y clavos... Supongo que podría resumirlo como «los esenciales de la carpintería». Después de analizar la meticulosa lista de nuestros puntos débiles que había diseñado Wilhelm, me di cuenta de que podía reparar yo misma gran parte de ellos.

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⏰ Letzte Aktualisierung: Aug 07, 2023 ⏰

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