💌 1 💌

230 34 4
                                    

Todavía sueño con la oscuridad del túnel antes de chocar

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Todavía sueño con la oscuridad del túnel antes de chocar.

Al igual que ahora, la lluvia caía a cántaros sobre el parabrisas y las ventanas laterales se empañaron por la frialdad. Era bastante tarde, la calle estaba desolada y apenas alcanzaba a ver uno o dos coches pasar junto a mí a toda velocidad, sin aparente respeto a lo peligroso que era conducir por la calle mojada. Había subido la música para no dormirme en el trayecto. Acababa de abandonar la casa donde había transcurrido una de las cenas más tensas con mi familia.

Mis tres hermanos mayores habían llegado tarde, tal como habíamos supuesto mis padres y yo. Siempre han sido así: desligados y desinteresados. Desde hacía un tiempo que nuestros encuentros me resultaban incómodos; ya no teníamos absolutamente nada de qué hablar y cada opinión que tenía sobre la situación la catalogaban como una queja. Yo lo consideraba un mal necesario.

Para ese entonces, no había pasado mucho tiempo desde que cumplí los veinte años y mis primeros dos en la carrera de turismo y hostelería. Aparqué bastante lejos de la entrada ―el resto del estacionamiento ya estaba ocupado― cuando recibí una llamada del hospital donde me avisaron que mi padre había tenido un accidente en el trabajo. Por fortuna, no le costó la vida, pero sí una pierna. A partir de entonces, me tocó sobrellevar un efecto dominó bastante tenso y agotador: debía dividirme entre el trabajo, ayudar a mi padre en las tareas pesadas de la casa y carretear a mi madre, que nunca aprendió a conducir y dependía enteramente de su marido para moverse. Mis hombros no tardaron el resentir tantas responsabilidades y le pedí ayuda a mis hermanos.

Fue el peor error que pude haber cometido.

El mayor, como presidente de su propia compañía de construcción, no podía desentenderse de los proyectos programados. El segundo vivía demasiado lejos y el tercero simplemente no quiso ayudar. A mi madre no le gustó para nada que les pidiera ayuda, y mi padre consideraba que yo podía con todo solo porque, de lo contrario, significaba que me faltaban «cojones», y un Hogen de verdad los tenía de sobra.

Pero mis responsabilidades eran demasiadas, mis hombros muy pequeños y mi vida muy joven. No podía lidiar con todo, al menos no a la vez. Así que, durante aquella reunión, volví a pedirle a mis hermanos que me ayudaran. La conversación pronto se convirtió en un campo de batalla, de modo que tomé la decisión de marcharme, ignorando las protestas detrás de mi espalda. Mi mente, tan ocupada en mis problemas, no se percató de que me había dirigido hacia un túnel; tampoco se dio cuenta de que estaba conduciendo por el carril equivocado y, para el momento en que choqué, ya era demasiado tarde para esquivar el impacto. Los paramédicos la tuvieron difícil para llegar hasta mí ―los coches habían quedado en una posición incómoda y bloqueaban la entrada al túnel―, y cuando lo lograron, ya había perdido el conocimiento. Desperté tres días después.

Al principio, mientras me recuperaba, mis hermanos se mostraron bastante cooperadores. Me visitaban casi a diario, a veces se quedaban conmigo en la habitación y, lo más importante, se ocupaban de nuestros padres. La tortilla volvió a virarse cuando me recuperé por completo. Las mismas responsabilidades que me habían provocado el accidente, habían vuelto a saltar sobre mis hombros. Pero esa vez estaba más que dispuesto a poner un alto. Pude haber muerto. Esa mierda pone en perspectiva toda una vida y las decisiones que nos llevan a ese punto sin retorno.

Andén 14Where stories live. Discover now