Capítulo uno.

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Por fin fuera del curro. Ya estaba harto de oír esas voces quejándose de cada cosa que hacía; que si tráeme esto, que si tráeme lo otro, que el café así no que no hay quien se lo tome, hace dos minutos te he pedido una coca-cola. No hay gesto que me halague. Bueno, en realidad hay clientes que realmente sacan una sonrisa. Estoy deseando llegar a casa y estar con ella. Sé que le gustaría sentirme más cerca, y a veces se centra tanto en esa idea que no se da cuenta de que trato de salir adelante130 km/h. Noto mis ojos ya cansados de tantas horas de trabajo. Tengo hambre, y me siento un poco raro. No sé por qué, será de tantas horas que llevo sin parar ni un minuto.

-Decían unas voces de mi cabeza.


- ¡Para, joder! ¡¿Qué cojones hace esee?! ¡Hijo de puta! ¡Frenaaa!

 Oigo una ambulancia que se aproxima. Estoy inmóvil. Me he perdido tanto en mis pensamientos, estaba tan hecho polvo, que no he podido evitar ese coche, ese choque, ni este accidente de carretera por culpa de un hijo de puta con prisas.

Ya debería haber llegado hace un buen rato. Se va a enfriar la cena, joder, como siempre. Demasiado trabajo, a veces siento que esto consume. Demasiado cansancio físico y mental para una sola persona, por eso trato de cargar entre los dos. Cuando llega a casa se sienta a mi lado en el sofá, y comienza a contarme como le ha ido en el curro. A veces son buenas noticias, y me cuenta cuantísimo a valorado un cliente su trabajo y le ha dejado propina. Siempre deja escapar una sonrisa. Otras, simplemente viene cansado y no le apetece hablar de nada que tenga que ver con el trabajo.

Llaman, y a estas horas, no puede ser otra persona sino él. Pero no.

- ¿Sí?

- Buenas noches, ¿hablo con Lucía González?

- Sí. –trago saliva, en estos momentos siento como que me falta la respiración.

             ...

Decían unas voces en mi cabezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora