PRÓLOGO

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Se podría decir que mi comienzo, el comienzo de Haden, fue cuando Isabella llegó a su fin. A lo largo de los años he tenido muchos nombres, muchas vidas. Algunas de estas buenas, pero otras que son terribles.

Isabella no era una mala vida, claro que, si vives en un mundo como este si eres una mala persona puedes llegar a la cima mas rápido que si eres una buena persona. Como Isabella yo tenia una buena vida, la conseguí siendo mala con otras personas. Aplastando a muchas personas junto con sus pequeños sueños.

Siempre fui muy precavida. Vivía alerta, sabiendo que mi vida estaba llena de riesgos a causa de los cientos de enemigos que había formado en tan solo treinta y siete años. Nunca habría imaginado que mi final llegara con una cosa tan insignificante. Tan pequeña.

Una copa de vino.

Debí habérmelo esperado. Debí haber estado preparada para todo, no importaba que fuera familia. mis instintos me habían advertido que algo malo sucedía. Que algo no estaba bien. Como cuando entras a tu casa y sientes la presencia de alguien desconocido.

Sucedió en una negociación en ese entonces era 1921.

Estaba con mi hermana y su prometido haciéndome compañía. Los tres llegamos al estudio de Bastien. El ama de llaves nos indicó que esperáramos ahí sentados en la mesita del café. Lo cual era extraño en Bastien, el generalmente nos hacía esperar en la sala de estar para posteriormente llevarnos al comedor. El a un extremo de la rectangular mesa y nosotros al otro.

Bastien entró en escena con su arrogante sonrisa. Detrás de el estaba el ama de llaves con una charola y cuatro copas de vino.

Cuidadosamente las colocó en la mesita, una para cada uno. Bastien tomo su respectivo lugar en la mesa y propuso hacer un brindis. -Por nuevas y viejas alianzas-, dijo el frotándose con una mano su abundante abdomen y con la otra su copa de vino bebiéndola emitiendo sonoros resoplidos mientras se tragaba el rojo líquido. Pequeñas gotas de este se resbalaban desde su barbilla a su cuello hasta perderse de vista dentro de su camisa de vestir blanca.

Mi hermana y su pareja sin siquiera dudarlo levantaron sus copas y bebieron el vino haciendo pequeñas pausas para tomar aire y que no se les subiera el licor a la cabeza.

Los tres me voltearon a ver, indicándome que era mi turno. Bajo la vista, y veo la circunferencia de vidrio con el liquido rojo. Levanté la copa y me la acerqué a los labios. Vertí el contenido en mi boca sintiendo el familiar y afrutado sabor de este. Pero no fue hasta que resbalaba por mi garganta que me di cuenta.

-Tu gran...

Sin poder terminar caí al suelo tirando la copa de la mesa que se rompió en mil pedazos dejando caer al suelo la única gota que dejé en el vaso.

Entre convulsiones y aspiraciones desesperadas para que el aire llegara a mis pulmones. A lo lejos escuché a Bastien romper en carcajadas haciendo que su panza rebotara por cada carcajada que lanzaba. Mas risas se unieron.

-No es nada personal Izzy, pero tu y yo ambas, sabíamos que al final solo iba a quedar una. Y créeme que no pensaba dejar el trono tan fácilmente.

En mi rostro se dibujó una macabra sonrisa. Volveré, estoy segura. No te preocupes por mi Simone. Solo me diste lo que mas quería, un nuevo inicio. Para volver a empezar. Sin que nadie mas que yo sepa las horribles cosas que he hecho. Así que solo me queda decir...

-T-te... veré en el... infierno Simone.

Y mi cuerpo cayó por un abismo de obscuridad, hasta que siento algo helado rodearme. Apagando las flamas de mi cuerpo.

Ese fue el lugar en el que pasé los siguientes setenta y nueve años, olvidando todas y cada una de las hazañas y errores que había hecho en esta vida. Poco a poco mi cuerpo fue haciéndoseme mas pequeño. Poco a poco el cabello se me fue cayendo, cada cabello representaba cada año, mes, día. De toda mi vida. Pero no podía dejar ir todo. Los recuerdos se escurrían de mi mente como agua entre mis dedos.

Como pude me aferré a recuerdo mas cercano que tenía, negándome a dejarlo ir. Resistiéndome a el cambio de vida.

Un susurro invadió mis pensamientos. Y una borrosa figura se coloco sobre mi. -déjame ayudarte, bebe y recuerda- dijo una dulce voz. Por mi garganta bajó un líquido que no tenía sabor en absoluto. Pero sin embargo. Mi cerebro lo identificaba como el sabor del chocolate, caramelo, fresas.

La voz volvió a hablar. Hablándome, cada vez mas bajo. Hasta que ya no se escuchaba nada.

Volverás. Por el.

Ahora ya lo saben. Este es el final que marcó mi inicio.

PerdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora