Parte 5

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El genio había cambiado.

No más deseos mundanos.

Nada de la clásica tríada.

Eso había quedado en el pasado.

Enver era ahora quien elegía a las personas que merecían el poderoso uso de su magia, y no solo era eso, sino que también aconsejaba cómo debían usar los deseos de la mejor manera posible, para ayudar a las personas desde lo más profundo del núcleo de sus problemas.

Por supuesto, encontrar ese tipo de personas era más complicado que antes, incluso más que cuando las personas debían de encontrar su lámpara y frotarla para acceder a su magia. De todas maneras, Enver no pensaba rendirse con facilidad.

La siguiente persona que ayudó con sus deseos pidió más valor para enfrentar un miedo que le aquejaba respecto a hablar en público. Por otro lado, él le recomendó hacer una prueba de valor, pidiendo un deseo en el que tuviese que enfrentarse a su miedo en una especie de «campo de entrenamiento mágico».

Así podía confrontar la situación con la seguridad de que no habría consecuencias de por medio, y así descubrir cómo actuaría en consecuencia y dotar de mayor valor la toma de sus propias decisiones.

Otra persona le confesó que se sentía un inútil e inservible. Algo con lo que el genio se sintió un poco identificado. Según su familia, él era la oveja negra y nunca le iba bien en ningún proyecto que quería emprender. Lo había intentado de todo. Había abierto diversas microempresas, pero terminaba siempre fundiéndose por no aspirar a más.

Su deseo principal era adquirir una empresa funcional y ganar millones sentado desde detrás de una silla, pero el genio no se lo permitió, en cambio, estuvo allí con él, le acompañó y le instruyó en diversas maneras de cómo perfeccionarse para iniciar y prosperar con un emprendimiento.

Finalmente, aquella persona volvió a intentarlo con su primera idea. Una que había abandonado porque todos le decían que no le llevaría a ningún lado.

Para este caso, el genio se tomó su tiempo.

Finalmente, haciéndole revivir todos aquellos momentos de su infancia y mostrándole que lo único que le impedía su progreso era que continuaba creyendo en las palabras que su familia le había repetido de pequeño, fue cuando pudo ayudarlo a superarse.

Y Marco también desistió del resto de los deseos.

El genio prosiguió con la misma modalidad. Ahora, no solo se tardaba mucho tiempo en seleccionar a una persona digna, sino que también demoraba mucho más en ayudarle, tomándose todo el tiempo necesario, antes de gastarse siquiera el primer deseo.

El tiempo siguió su curso y el genio ayudó a cuantas personas pudo en su camino, hasta que un buen día, sucedió algo... mágico.

Fue tras terminar de ayudar a un hombre de familia a abandonar su esclavizante empleo y pasar más tiempo con sus hijos, además de confesarle a su esposa sus verdaderos gustos sexuales.

Una vez aquel hombre canceló sus siguientes dos deseos, fue cuando el cielo se tiñó de oscuro, y el tiempo se paralizó para todo el mundo, excepto, claro, para el genio. Enver no era capaz de verlo, pero escuchó con fuerza y claridad una voz dentro de su cabeza.

Enhorabuena, genio.

Enver se sorprendió. ¿De quién se trataba? ¿Quién era el que le estaba hablando? ¿Otro genio? ¿O acaso...? ¿Algo más?

—¿Tú eres...?

¿Te atreves a decirlo?

—¿Dios...?

El último deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora