prólogo

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Nunca sentí la vida tan complicada como cuando la conocí. Era tan testaruda, tan difícil de descifrar, tan extraña, tan fuerte, tan caprichosa, tan terca y tan hermosa que cerraba mis ojos una y otra vez para comprobar si era real.

Nunca había experimentado ese remolino de sentimientos en toda mi vida, ese que forma un choque interno dejándome en la nada sabiendo que en ella lo hay todo. Pero un día simplemente llegó e hizo y deshizo con mi cuerpo y alma lo que le vino en gana aún sin saberlo.

Desde aquel sillón que estaba en mi habitación, miraba por la ventana la fuerte lluvia caer y aquella cuestión indagó mi mente; ¿sabrá ella el poder que tiene su mirada, sus manos, su sonrisa o e incluso el simple hecho de respirar?, quizás no, pero yo tampoco sé lo hacía saber, y ¿qué más da?, dentro de poco se marcharía y solo sería un recuerdo más en mi cabeza.

Pero no era del todo así. Ella no sería un simple recuerdo, ella sería una marca en mi piel, una lagrima en mis ojos e incluso una sonrisa arrancada de mis labios, ¡joder!, ¿A quien le miento?, esa mujer podría ser un meteorito cayendo y aún así mi cuerpo correría hasta ella.

¿Realmente se debe ser tan expresivo con una mujer?, no lo sé, desde que apareció me siento como un niño quien aprende a caminar, escribir o hablar.
Es como si nunca hubiese tenido una relación, las cuales actualmente puedo contar con los dedos de mis manos, pero, ¿quien ha dicho que yo la quiero a ella para una relación?, esto es absurdo, por que yo la quiero para una vida.

No es un capricho, es la verdad. Me hace desearla tanto en todos los sentidos que me asusta y mucho. Me asusta no saber que hacer o como actuar, me asusta que me de una negativa y peor aún, me asusta que simplemente sea un deseo de esos que no se cumplen.

Siempre me habían dicho que experimentaría algo así y siempre me reí de aquello; ¿Yo?, serkan bolat, rendido a los pies de una mujer, esto era un chiste para mi, uno hasta que su nombre tomó lugar en mi mente.

¿Por qué nos empeñamos en hacernos infelices ante la idea de nuestros deseos?, ¿por qué simplemente no hacemos lo que anhelamos y ya?, es difícil de saberlo, no todo en la vida se puede y no todo lo que se puede nos hace feliz.

Querer y poder he ahí el dilema.

Ella me hacía más que feliz, pero yo no podía, no podía arriesgarme a dañar lo puro, a manchar lo blanco, y mucho menos apagar la luz. Todo esto era ella y aún más.

Arriesgar, que palabra tan tonta para alguien como yo, siempre me he arriesgado en todo lo que se me cruce, pero esto era al revés, yo me había cruzado ante ella, por lo tanto no podía arriesgarme.

No podía, por el simple hecho de que en mis sueños nunca estuvo una mujer, nunca estuvo el estúpido sentimiento del amor y mucho menos querer tener a alguien que me hiciera feliz. En ellos siempre estuve yo, mi pasión, mi madre y mis amigos.

Pero, vino ella y lo arruinó. Se coló en mis sueños con descaro aún sin saberlo. Ahora cargaba un título de cobarde de forma imaginaria en mi frente.

Era ella con todo, o era yo solo sin nada. Todo, era mucho, más de lo que yo pensé merecer algún día. Nada, era tan poco, pero me conformaría con eso con tal de no arrastrarla conmigo al vacío.

¿Quien era yo antes de ella?, ya no lo sé. Pero ahora tenía la certeza de ser el idiota sentado en una habitación mientras el frío me golpea y una punzada en el estómago amenaza en torturarme toda la noche después de todo lo que le dije.

La herí, seguro que lo hice. Pero jamás había herido a alguien con tanto amor.
Me rendí antes de siquiera intentarlo y allí supe que jamás seríamos.

Quizás no estábamos destinados a ser o quizás si, ¿Quien sabe?. Quizás atreverme no era la única opción para que fuésemos.

Lo único que sabía era que un cobarde como yo, era lo que menos necesitaba ella.

Mis pies buscaron el camino a aquella solitaria cama. La tenue noche era melancólica y peligrosa a la vez.
Quería descansar, mañana sería un nuevo día, uno en el que tampoco me atreveré.

— Eda yildiz — suspiré — si no es en esta vida, juró que tampoco será en la otra. No puedo condenarte de tal manera...— susurré antes de cerrar los ojos, como si ella estuviese allí para oírme.

¿Y si Te Quedas? - Edser.Where stories live. Discover now