CAPÍTULO VII

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La semana siguiente al mensaje de texto, se pasó rápido y sin noticias. Ningún otro mensaje volvió a llegar, ni hubo indicios de que alguien fuera a continuar la conversación personalmente. A Mía esto le daba paz, pero a la misma vez la ponía nerviosa. Cada noche se despertaba de madrugada más de una vez, y le costaba volver a dormirse, pensando en quizá ese día alguien la esperara con una caja de bombones en la puerta del instituto o sólo una declaración, aunque la iba a desilusionar un poco con respecto a sus expectativas, le bastaba. Cada día, cuando llegaba a su casa daba vuelta la mochila, alguien podría haber metido una notita en ella, o quizá un CD de canciones con letras que expresaran lo que querían de ella, o con un audio diciendo quién era. Ya había pasado tanto tiempo, si algo del contenido de aquellos mensajes era real, su 'admirador' iba a dar la cara, posiblemente estaba preparando alguna manera sorpresiva de decírselo, algo grande, por eso necesitaba tanto tiempo.

Una de esas tantas tardes de viernes de finales de otoño, Mía volvía a casa desde lo de Callie. Ese día estaba pensativa, sus ojos detallistas recorrieron la calle en la que vivía. Apreció su casa, de dos plantas, con las paredes bañadas en color melocotón,  cómo las ventanas parecían jugar con la estructura, simulando ojos y dándole vida. La casa rodeada por una reja metálica pintada de negro, pero que no estropeaba el paisaje, gracias al jardín que tenía delante. Con el pasto cuidado, de un color verde casi irreal, lleno de plantas que le daban vida al lugar, separadas únicamente por el camino de baldosas que llevaba a la puerta.

Al entrar a la casa, Mía se encontró a su padre, que había llegado temprano del trabajo. Era abogado, compartía oficina con un colega, ya que eran los únicos dos abogados del pueblo. Además era el dueño de una imprenta, también la única del lugar. Rick y Nick estaban en el sillón, jugando al play y peleándose, mientras su padre les servía unas galletitas. Al ver ese cuadro, Mía se dio cuenta de lo poco que compartía con su familia, de lo poco que se abría con sus padres y de lo poco que disfrutaba a sus hermanos. Se preguntó si en el futuro se arrepentiría, pero no lo quería averiguar. Dejar de pensar un poco en sí misma, y centrarse en su familia no parecía una mala idea. Los pensamientos la golpearon de repente; ¡era tan egoísta! Su mundo giraba alrededor de una persona que no conocía y le mandaba mensajes o al rededor de otra con la que nunca había hablado, más allá de las miradas. Nunca hablaba con sus hermanos sobre cómo les iba en la escuela, ¡quizá hasta tenían noviecitas! Y a ella no le importaba, no preguntaba, no se interesaba. Jamá le preguntaba a su padre que tal el trabajo, para ser honesta ni siquiera sabía en qué consistía el trabajo de ninguno de sus dos padres. Era una perra narcisista y egoísta. 

Respiró hondo, dejó la mochila al lado del sillón y se sentó junto a sus hermanos. De algún modo tenía que dar el primer paso para empezar a cambiar. Unos minutos más tarde suena el teléfono de su padre. Este le hace señas a los niños para que bajen el sonido del juego.

- Sí, soy yo - silencio.- Mmmhm- Mía escuchaba atenta la conversación que su padre mantenía al teléfono.  Tomás se sentó de golpe, su cara mostraba frustración y tristeza. - Ya mismo voy para allá, muchas gracias.

- ¿Qué pasó papá?

-Tu madre. - Mía se levantó de golpe, con los niños pegados a ella, su padre suspiraba para tranquilizarse. - No se preocupen, está bien, voy a ir a buscarla.

Mía miró su celular, ya eran las 20:30. Su madre nunca llegaba a esa hora del trabajo. La agencia de publicidad cerraba a las 19, y Andrea, a más tardar retornaba 19:30 a su casa. Se percató de que algo debía ir realmente mal.

Tomás estaba tomando las llaves del  auto de arriba de la mesada.

-Papá, ¡espera! - se acercó a él y le susurró - Déjame ir contigo, ya sé que algo va mal, está bien que no lo quieras decir adelante de Nick y Rick, pero yo necesito saberlo.

- Mía, al parecer tu madre ha arruinado uno de los negocios de la agencia, le ha dado una crisis de llanto en medio de una reunión importante. La jefa le ha dejado saber inmediatamente que estaba despedida, que esa clase de cosas no podían ocurrir en un oficina profesional cómo aquella, que necesitaban personal capacitado y mentalmente estable. Tu madre, salió súper enojada y rompió dos impresoras a los golpes. Quedaron todos anonadados, pero le dieron su espacio, pensaron que ya estaría aquí en casa, tranquilizándose, pero la acaban de encontrar. Una de las auxiliares de limpieza revisa cada metro cuadrado de la agencia antes de cerrar el local.- Tómas hace una pausa para respirar y suspira.- Andrea estaba desmayada en uno de los baños.

Mía se llevó las manos a la boca, reprimiendo un grito ahogado.

-Ahora está bien- continuó su padre-. El médico está allí, dice que el desmayo probablemente haya sido ocasionado por la crisis de nervios. Tengo que ir a buscarla, pero tú quédate cuidando a tus hermanos.

Mía asintió, pero no sin antes percatarse de la mirada de decepción que su padre llevaba. Nunca lo había visto así con respecto a su madre. Se percató de que las cosas no iban a quedar así como así, que su padre estaba dolido de verdad.

Cuando su padre marchó Mía tranquilizó a sus hermanos, contándoles que su madre había tenido un percance en el trabajo, pero que ya iba a llegar a casa.

- Debe seguir triste- dijo Nick, mirando a su hermano, con una carita que a Mía le partió el corazón. Se dio cuenta de lo mucho que se había estado perdiendo, ¿ por qué nunca se le cruzó por la cabeza que sus hermanos podrían estar sufriendo por la muerte de su abuelo, o por el comportamiento de su madre?.

La mayor en aquella habitación abrazó fuerte a los pequeños y a pesar de lo mucho que insistieron en esperar a Andrea para darle un beso de las buenas noches, su hermana mayor los convenció de ir a acostarse, prometiéndoles que mañana tendrían tiempo de estar con su madre.

Mía ya se imaginaba con la pinta que su madre iba a aparecer y no quería que sus hermanos guardaran ese recuerdo. Después de arroparlos, se sentó a esperar.  Como había previsto, su madre entró casi colgándose de su padre, arrastrando los pies. Parecía un muerto en vida, levantó los la cabeza para dedicarle a su hija una mirada perdida que sólo logró que Mía se erizara. Tomás inclinó sus labios hacia arriba, intentando dedicarle una sonrisa, aunque no lo logró, le hizo una seña para que lo esperara, mientras metía a Andrea en el cuarto. 

- Ni bien apoyó la cabeza en la cama se durmió- le comunicó Tomás a Mía.

-¿Qué dijeron en la agencia? - preguntó la única hija mujer de aquel hombre de hombros cansados.

- Que nunca se esperaron esto, que no sabían que estaba tan débil mentalmente, que si no nunca la hubieran presionado tanto. De todos modos sigue despedida y tendremos que pagar los arreglos de las impresoras.  El médico me ha dado la tarjeta de un psicólogo y me ha recomendado que lo llame, creo que es lo que tendremos que hacer.

Mía abrazó a su padre. Al final había compartido momentos con él hoy, no de la manera ni por las razones que quería. Qué paradoja pensó la joven, a veces se logran las cosas que uno quiere, pero debido a las razones por las que lo hacen, uno desea que no se hubieran logrado. 

-Saldremos de esta- dijo Mía intentando reconfortar a su padre. Este asintió, pero en sus ojos, Mía vio dudas. 

Del amor a la obsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora