Capítulo Uno

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MILENA MALDONADO

JURO SOLEMNEMENTE DECIR LA VERDAD

― No es necesario decir eso ― dijo el policía frente a mí. Asentí rápidamente, sintiéndome estúpida, pero ¿qué rayos podía hacer frente a un policía? Quizás respiraba y ya me condenaban por desacato.

Miré a mi alrededor, sin encontrar a ninguno de mis amigos, y dudando cuán buenos eran si acaso me habían dejado sola en estas circunstancias.

― Así que Milena Maldonado, ¿Puedes explicarme qué hacías con aquellos aerosoles? ―inquirió en tono autoritario, observando mi tarjeta de identidad donde la foto mía era un completo desastre.

Mi respiración se agolpó en mis pulmones y me tensé contra la silla de la comisaria. Abrí mis ojos con temor, porque era demasiado joven para terminar en la cárcel, y aún necesitaba cumplir muchas metas en mi vida, pero ¿cómo demonios iba a explicar eso si apenas procesaba lo ocurrido?

Dudé, y el policía entornó sus ojos sobre mí, haciendo que mis nervios volvieran a convertirme en una niña asustadiza.

― ¿Quiere la versión corta o la versión larga? ―pregunté tras tragar saliva para mover el nudo que tenía atorado en mi garganta.

La expresión del policía no se modificó y supe que si hubiese tenido oportunidad, él habría gruñido para hacerme comprender que era mejor hablar que darle vueltas al asunto. Y así, fue que suspiré y sacudí mi pelo con exasperación.

― Todo empezó cuando tenía nueve años ―murmuré y vi como las cejas del hombre se levantaban con ironía―. Usted no eligió, así que ahora va a oír mi versión si es que quiere saber qué es lo que sucedió ―me quejé en un estallido de coraje que se disolvió cuando se movió inquieto en su silla.

Realmente creí que estaba a punto de saltar sobre mí para esposarme y meterme en una de esas celdas que tienen. Me detuve palideciendo súbitamente hasta que lo vi poner los ojos en blanco y mover sus manos en señal de permiso para poder seguir conversando. Sonreí para mí misma y comencé.

Realmente sentía que cualquiera fuera mi problema se remontaba a aquella época. Yo era una niña feliz la mayor parte del tiempo. Como hermana del medio, me sentía libre para hacer todo lo que quisiera porque las responsabilidades caían sobre mi hermana mayor y todos estaban ocupados con las travesuras de la menor. En pocas palabras, vivía como quería y cuando me metía en problemas solo me las arreglaba para que todo recayera en algunas de ellas. Pero vamos, de algo debía servir ser la hermana de la que nadie se acuerda el nombre.

Cuando tenía nueve años sucedieron ciertas cosas que marcaron mi vida: la primera, me regalaron una serie de libros que fueron mi gran escape de la realidad, y lo segundo, fue que me enamoré perdidamente y me rompieron el corazón, cuando ese chico se cambió de escuela. Lo recuerdo como si fuese ayer el día en que volví a la escuela luego de largas vacaciones y vi que Elijah, el chico que amaba, no estaba más. Por días estuve intentando buscarlo pero nada daba resultado, aun así no me di por vencida porque la literatura me había enseñado que no había que rendirse hasta que llegó un momento en que me dije que si lo nuestro realmente tenía que pasar, el destino nos reencontraría.

Que puedo decir... soy una soñadora.

Entonces desde aquel día mi único amor fue la literatura, aunque mi corazón también esta compartido por las películas, animes, videojuegos y más. Creo que tengo un corazón un tanto promiscuo.

― ¿Y te volviste a encontrar con Elijah? ―me interrumpió el policía. Le dediqué una mirada impaciente, mientras desistía de intentar amaestrar mi rebelde pelo castaño, así que solo comencé a atarlo en un rodete.

Wild Night  [Finalizada]Where stories live. Discover now