Capítulo 1 - Decadencia

281 11 1
                                    

Realidad, bonita palabra ¿no? Significa tanto y tan poco a la vez para mi. Todo lo que ahora veo lo es. Los murmullos de fondo son reales, los estridentes gritos de algunos estudiantes de Slytherin y las miradas curiosas también lo son. Que de mi brazo esté saliendo una cantidad importante de sangre es igualmente real, aunque eso me gustaría que no lo fuera. El fuerte golpeteo de mi propia sangre en mis sienes, oh si, eso si que es real amigo mío. Puedo confirmarlo, tengo pruebas suficientes. ¿La gente que acude a ayudarme? Eso, por desgracia, no es más que una ilusión. No es realidad. Solo es un deseo ardiente más en mi corazón, aunque poco a poco se están apagando, perdiendo lo poco de realidad que tienen -la que le doy yo-. Al igual que miles de cosas que no tengo y quiero tener. Siento un vacío de realidad en mi interior tan inmenso... como un abismo colosal imposible de llenar. Un mejor ejemplo sería la trompeta de Gabriel: una simple superficie infinita con un inmenso volumen finito imposible de pintar toda su cara.

Solo han pasado unos minutos desde que mi brazo empezó a sangrar pero ya me estoy hartando de que todo el mundo clave su mirada sobre mi débil cuerpo -aunque eso ellos no lo saben-. Están ahí, petrificados, como si les hubieran echado un Petrificus totalus -y no niego que no sea mala idea- a cada uno de ellos. La palabra irritación se queda corta con lo que siento ahora mismo. Una bola ardiente y sedienta violencia sube por mi garganta, deseosa de salir a destruir todo lo que le da tiempo a tocar. Se que estoy abusando ya de los ojalás, pero ojalá le pudiera pegar una paliza a alguien. Hacerle daño así porque sí a quien sea, como si fuera lo más común del mundo. A lo mejor así consigo calmar esta sed de violencia que se apodera de mi por momentos.

A veces me gustaría poder controlarme más con mis cambios tan repentinos de humor. No ser tan impulsivo cuando siento una amenaza o un retazo de ella a mi alrededor. Soy muy delicado, lo sé. Pero es como un acto reflejo en mi. A todo esto, estoy sintiendo una terrible presión en mi boca. Mis dientes se están aprisionando los unos contra los otros, produciéndome una sensación bucal extraña. Antes de darme cuenta de mis movimientos, de mis propios actos móviles involuntarios, ya me he levantado y empezado a andar con rumbo fijo hacia la multitud expectante. Un par de cobardes -aunque listos, cabe decir- salen huyendo rápidamente de la sala común cuando apenas he dado dos pasos, pero los demás no rompen su estado de piedra. Se ven tan frágiles, tan fáciles de despedazar, aunque intenten poner cara de lo contrario. Hipócritas. Podría acabar con ellos incluso con mis manos, mis simples y valiosas manos.

Si supieran lo que estoy pensando no estarían aguantando el miedo por hacerse los valientes. Saldrían corriendo temiendo por su vida, temiendo por mi ira. Saben de lo que soy capaz de hacer.

La distancia entre ellos y yo es más corta. Me estoy viniendo arriba sintiendo su aura de pánico. Cada paso que doy sus ojos parpadean involuntariamente mostrándome sus sentimientos. Noto el poder que ello produce en mi cuerpo. Si, se que dije no hace mucho que ya no me movía pero no descarté que éste se pudiera apoderar de mi cuerpo cuando le diera la gana. Aun con el brazo izquierdo inútil, se que puedo ganarles. A todos ellos. Pero con uno basta. Solo hace falta que uno lo pague para que los otros aprendan la lección: No mirar a Draco Malfoy. Las moscas que suelen atormentar mi dañado corazón hacen un pequeño viaje hacia mi barriga, produciéndome un leve cosquilleo en ésta. Un gratificante cosquilleo. Una sonrisa ladina en mis finos labios lo hace notorio al público.

-¿Se te ha perdido algo? ¿Tu correa de mascota muggel* a lo mejor? -dice alguien entre la multitud. Sus palabras empezaron con confianza y fiereza, pero los adjetivos se fueron apagando a medida que da paso a la segunda pregunta. No me hace falta mucho mover los ojos para encontrar el foco del que ha provenido aquellas inmundas palabras. Su voz, su modo de habla y su inseguridad. Crabbe. Es tan obvio.

Ahora, después de haber intentado rebelarse ante mi sin éxitos, se acobarda de sus actos y da un paso hacia atrás. Parece que tiene prisas por salir corriendo hacia donde sea. Por su fortuna, no siento la necesidad de perder mi preciado tiempo en él. Siempre ha sido un peón, alguien sin importancia aunque su sangre sea pura. Lo ha demostrado todos estos años atrás siento uno de mis perros falderos, o como los llamaban algunos otros, mis secuaces. Ya era hora de que dejara de comerme el culo después de todo lo que le he hecho, aunque se que luego va a volver a mi buscando la protección y la confianza que él no tiene.

Siempre cojo las cosas por donde queman (Draco Malfoy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora