Capítulo 6. Ella

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Mi fin de semana pasó con suma lentitud. No hice mucho, me encerré en mi habitación a ver el techo. El lunes sólo pasé cerca de la escuela en el coche, quería tratar de escuchar algo sobre cómo iniciaba Emily su primer día en la escuela.

Los encuentros con Michelle habían sido frecuentes en los últimos días. Pero no pasaba nada, ambos queríamos el trono y ninguno estaba dispuesto a ocasionar alguna descalificación. Aunque sinceramente me ponía de muy mal humor que ella se proclamara la reina antes de haber luchado.

El martes llegué antes que todos nuestros compañeros de clase y me senté en la silla del rincón. Pasaban los minutos y ella no llegaba, sería la primera vez que estuviera tan cerca de esa chica, de su aroma y delgada piel. No estaba seguro si podría aguantar tanto tiempo para poder encajar mis colmillos en su piel y saborear su sangre.

Cuando por fin apareció en la puerta, bajé la vista para que notara mi presencia sin que mi mirada la incomodara.

Podía sentir su mirada fija en mí por algunos segundos, pero me contuve de voltear.

No pude resistirme más y levanté la vista. La observé detenidamente, el cabello le caía en la espalda como una oscura cascada. Parecía ser más bajita de lo que había imaginado, medía al menos veinte centímetros menos que yo.

La notaba algo nerviosa, se frotaba las manos y su respiración era agitada. En medio de todos aquellos sonidos que me rodeaban, distinguí el latido de su agitado corazón.

No dejé de ver a Emily casi en ningún momento, sin embargo, ella no volvió a dirigirme la mirada. Era de mayor entretenimiento notar como su corazón se aceleraba de vez en cuando, que la clase que estaban dando en ese momento, que a pesar de no querer ponerle atención, de todos modos la escuchaba.

Mientras más tiempo pasaba en ese salón de clases, más ganas sentía de irme. Estaba claro que no me acostumbraría a ese tipo de vida tan humano. Quería taparme los oídos o hacer que se callaran, era un fastidio poder escuchar a quién me rodeaba como si fuera parte de sus conversaciones.

Comencé a imaginarme que me acercaba a ella y me ofrecía a llevarla a casa y cuando por fin la tenía a solas, comenzaba a desviarme fingiendo que me había perdido o que no sabía bien el camino y dirigirnos a las profundidades del bosque. Podría quitarle ese horroroso suéter que le cubría el cuello, saborear su sangre y por fin poder perforar su piel. Ella jamás podría escapar, no habría testigos, nadie la escucharía porque estaríamos demasiado lejos.

En medio de mis cavilaciones, escuché un objeto que había chocado contra el piso. A alguien se le había caído un lápiz, a Emily precisamente.

Cuando nuestras miradas se cruzaron, quería reírme porque su respiración se volvió anormal. Me agradó la sensación de poder causar tal efecto en aquella chica. Pobre.

Y por fin oí su voz teniéndola frente a mí. Era una de esas voces que no escuchas a menudo, aguda pero no demasiado. No hablaba como alguien de su edad, al parecer su voz no había cambiado mucho desde su infancia, aún hablaba como niña pequeña o tal vez se debía a que estaba nerviosa.

Todos la veían y se reían de ella, no los culpaba se veía tan sonrojada que daba pena. Aunque la verdad es que no entendía por qué sus mejillas se habían pintado de escarlata, no parecía que tirar un lápiz al suelo fuera un crimen.

La clase continuó normal, me aburría terriblemente. Me preguntaba si realmente valía la pena meterme en tantos líos por la sangre de una chica, pero el olor que ella desprendía y que inundaba el salón de clases sólo me hacía sentir ansioso y deseoso de que ella estuviera entre mis brazos para poder llevar a cabo mi plan.

Deseo disfrazado. (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora