Capítulo 2

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Tamara Hacking Loughy azuzó más a su yegua con la esperanza de que el animal fuera más rápido. Esta, sin embargo, apenas aumentó un poco su velocidad, y eso la fastidió en sobremanera ya que no satisfacía sus ganas de ejercicio. Quizás Fiona fuera tan inteligente que sabía que en Hyde Park estaban prohibidas las carreras, aunque a esa hora de la mañana no hubiera gente; o tal vez solo era mansa por naturaleza y por eso su padre la había obligado a llevarla en lugar del semental negro que había planeado. Así como la obligó a llevar dos lacayos para su seguridad, que en ese momento le seguían el paso con dificultad. La moraleja: Tamara tendría que seguir practicando como escapar de la casa sin que el perspicaz duque de Rutland se diera cuenta, o jamás podría hacer un ejercicio en condiciones hasta que terminara la temporada y regresaran al campo.

Fiona no tardó mucho en volver a reducir el paso a una simple caminata, y Tamara soltó un suspiro de rendición. Pensó en que la próxima vez podría pedirle ayuda a su madre, después de todo, sus habilidades para cabalgar eran heredadas de ella, y si había alguien que podía comprender esa necesidad de liberarse cuando se sentía agobiada, era la duquesa. También era la duquesa la única capaz de manejar al duque, aunque era de conocimiento general que cuando este se empecinaba en algo, ni Dios lo hacía cambiar de opinión. Tamara estaba casi segura de que proteger a su única hija mujer entraba en ese ya grupo particular de cosas en las que el duque no cambiaría de opinión. En ese caso, su madre la ayudaría a escapar. No podría librarse de los lacayos, per al menos podría usar un caballo en condiciones, uno que le permitiera desahogar esa frustración particular que llevaba meses en su cabeza: La soltería.

A pesar de haber nacido en una familia particular, donde su padre se corntaría una mano antes de dar autorización a uno de sus pretendientes para el matrimonio, y su madre tenía en muy poca estima las reglas sociales, nunca había sido intención de Tamara quedarse toda la vida sola. Vivir rodeada de parejas que se querían hasta la saciedad le había hecho anhelar con ansias esa vida, y al menos hasta los catorce años, supo que se casaría, y tenía al candidato ideal hasta que...pasó lo que pasó. Aún odiaba recordarlo. Toda una vida enamorada de la misma persona para que este se casara antes de que ella pudiera ser presentada en sociedad.

Para ser una joven a la que le habían consentido cada capricho desde que tenía uso de razón, había sido muy frustrante que el único que no lo era, no pudiera cumplírsele. Jamás había deseado algo como había querido que él fuera su esposo. En su mente adolescente, había imaginado el día en que se fijaría en ella, cuando fuera presentada en sociedad. Había fantaseado con un romance que a su madre de seguro le provocaría náuseas, e incluso se imaginó su boda. Todo para que la noticia de su compromiso rompiera bruscamente sus ilusiones y la dejara una semana en su cuarto, haciendo berrinche, y deseando en una actitud poco propia de ella que la novia sufriera un accidente.

Cinco años más tarde, se había resignado a la situación, aunque aquel odio hacia quién le había robado a su enamorado aparecía de vez en cuando para recordarle que los sentimientos seguían ahí, y precisamente por eso, seguía soltera, pues pretendientes, tenía de sobra.

Era lo suficientemente vanidosa para admitir que era bonita. Había sacado los cabellos negros del hombre que, en su momento, se consideró el mejor partido de la temporada, por no decir el más apuesto también. Sus ojos grises eran de su madre, al igual que esos rasgos exóticos producto de una ligera ascendencia de sangre gitana. Si a eso le añadían que su padre era un duque más rico que Creso, no había hombre que no batallara por pedir su mano. Ni siquiera el carácter hosco de su progenitor los amilanaba, y eso resultaba una frustración continua para ambos. Tamara no quería tantos pretendientes, lo quería a él, Edwin Allen, y no encontrar en nadie de la buena sociedad alguien que le inspirara lo mismo le preocupaba. Algunos eran simpáticos, otros incluso se le hacían agradables, pero ninguno tenía esa chispa que la atraía.

Un caballero inconveniente. Retirada 31 De julio.Where stories live. Discover now